Corpus Christi

Por Amilcar Boetto

Boże Ciało 
Polonia, 2019, 116′
Dirigida por Jan Komasa
Con Bartosz Bielenia, Eliza Rycembel, Aleksandra Konieczna, Tomasz Zietek, Leszek Lichota, Lukasz Simlat, Barbara Kurzaj, Zdzislaw Wardejn

Las capas

Dentro del nada escueto mundo de las películas de auto-ayuda, el tipo que habla sobre la motivación que un  hombre pueda ejercer sobre un grupo de personas es una de las ficciones más recurrentes. Podemos recordar malos (Freedom Wirters) y buenos (Dead Posts Society) ejemplos de esto, si. Pero lo  cierto es que su estructura (presentación-rechazo-aceptación-idolatría-factor externo que arruina  todo-final motivador) está tan gastada y manoseada que es muy difícil, sino imposible que no le veamos los hilos  (sobre todo después de la explotación que se hizo de este tipo de películas en los 2000s). Así las cosas ahí están. 

Corpus Christi es, efectivamente, una película que quiere narrar muchas cosas, y que quiere  narrar muchas cosas muy importantes. Pretende tocar temas trascendentales, transversales a la  humanidad profunda. Esta intención moral se ve en la cantidad de situaciones que atraviesan al protagonista, la  cantidad de capas dramáticas que posee la película (el conflicto moral interno sobre la incorrección de fingir ser sacerdote o si está jugando con la fe de las personas; pero también el conflicto externo, con sus agresores, después de pretender enterrar al presunto asesino del pueblo, contra su propio pasado delictivo que  vuelve en forma de un compañero suyo del reformatorio, su relación con la chica que le atrae  pero que no puede hacer nada porque supuestamente es sacerdote), pero bajo ningún aspecto se corresponde con las intenciones formales de la película. 

Por más que exponga a su protagonista a una sucesión imposible de conflictos profundos (religiosos, éticos, sociales, políticos, afectivos, psicológicos) a a través de las situaciones que le suceden, la película nunca logra hacer resonar estas variaciones de una forma exagerada o rimbombante. Bien por el contrario, Corpus Christi hace que lo imposible parezca orgánico y se desarrolle de una forma mucho más simple de lo que podemos suponer, porque en definitiva sigue atada a la estructura orgánica por excelencia, que es el formato de las películas de auto-ayuda.  

Al ser el falso sacerdote el protagonista absoluto y exclusivo, todos los enormes conflictos y nuevos adversarios que se le van presentando parecieran ser variaciones de un mismo conflicto, el conflicto de carácter interno. De alguna manera pareciera ser que el protagonista toma cada adversidad para debatirse su propia fe y luego lucir esa reflexión autoreferencial en sus sermones, que no casualmente ocupan una buena parte de la película.  Para ser sinceros, a Corpus Christi los pecados de su protagonista le importan poco o nada, pero esto no evita que demuestre que están, que existen. 

A la película le interesan más las consecuencias que los hechos. Por eso su estructura moral es, desde los ojos del protagonista, una mirada retrospectiva. Distinto es el caso del pueblo, que funciona como un conglomerado heterogéneo. Que a su vez puede estructurarse bajo la vertiente del cine de auto-ayuda. Lo que vuelve a Corpus Christi una película que podamos ver sin sentir esa insoportable presencia de lo ya dicho miles de veces es, precisamente, la capacidad de hacer convivir en su interior estas dos maneras de relatar. Lo curioso es que no hay una diferencia perceptiva entre estas dos formas de relatar. Quizás se deba a que en realidad el punto de vista del pueblo nos es incognosible. Podemos  pensar que esas dos formas están en realidad en el interior del personaje, en la diferencia entre  como se muestra exterior e interiormente, aunque siempre en ambas se  deje ver un poco de la otra, como en sus sermones se deja ver su sufrimiento. 

Si lo pensamos bien, Corpus Christi no es otra cosa mas que una película sobre la construcción de un héroe y sus implicancias. Pero también es una película sobre la construcción de la fe y la relación de esta con esa construcción de la subjetividad. En este sentido, los riesgos de la demagogia optimista y la  representación excesivamente miserable del mundo pasado del protagonista, aparecen. Debido a eso por  momentos pueden caer en lugares comunes cinematográficos, maneras fáciles y cómodas de filmar algo que ya hemos visto hasta el hartazgo. Sin embargo, cada personaje tiene una segunda capa, un momento en el que su miseria convive con su fragilidad humana. Así como en el final de la película  conviven el optimismo de la reconciliación del pueblo con su pasado, dejando entrar a la viuda a  la iglesia y la pelea sanguinaria en la cárcel de la que el protagonista sale moribundo. No hay  nada imperdonable, por eso la película expone el perdón sin obviar que por momentos es díficil. Sobre esas capas (en su doble acepción: como niveles de profundidad pero también como escudos exteriores) se oculta lo mejor de Corpus Christi.

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