Descuida, yo te cuido

Por Mariano Bizzio

I Care a Lot 
Reino Unido, 2020, 118′
Dirigida por J Blakeson
Con Rosamund Pike, Peter Dinklage, Eiza González, Dianne Wiest, Chris Messina, Isiah Whitlock Jr., Macon Blair, Damian Young, Arthur Hiou, Jamie Ghazarian, Kayla Caulfield, Georgia Lyman, Leah Procito, Jose Guns Alves, Kevin McCormick, Adam Desautels, Cassidy Neal, Scott Sederquist, Ava Gaudet, Lin Hultgren, Elaine Victoria Grey, Nicholas Logan, Celeste Oliva, Daniel Washington, Michael Malvesti, Jeff Bouffard, Marinko Radakovic, Alicia Witt, Janelle Feigley, Heidi Garrow, Rob Lévesque

Quitarse el yelmo

Hay un gesto que caracteriza a cierta vanguardia: la escritura del continuo, el tirar la pelota hacia adelante y construir sobre el vacío como un gesto de riesgo, por lo tanto, como gesto refractario al cálculo, a la planificación. Pero también hay vanguardias tal prolijas y planificaditas que bien pueden poner en tela de juicio lo que decimos. Acaso las primeras sean imprecisas, inorgánicas, poco programáticas y se comporten como lo que una vanguardia verdaderamente es: una chispa, un fogonazo en la oscuridad y luego la noche. Acaso las segundas sean organizadas, programáticas y tengan el íntimo deseo de las vanguardias de posguerra: el sueño de perpetuarse, de ser eternamente jóvenes. Si la primer clase de vanguardias son las que aceptan la vejez y el carácter combustible, flamígero, las segundas son un mamarracho con buena prensa sostenidas en el tiempo de una decrepitud disimulada (ahí lo tenemos a Godard).

Qué diantres tiene que ver todo esto con Descuida, yo te cuido? En un principio, aparentemente, poco y nada. Porque aparentemente nada de lo que narra esta comedia ácida -con pretensiones de thriller noir feminista y comentario social sobre la pesadilla de un estado kafkiano pero con cara social- se asemeja a las formas de la vanguardia. Hasta que nos acercamos un poco más a sus maneras. Y ahí empezamos a ser capaces de reconocer otros problemas que no supimos ver. Porque esta película, que se disfraza de obvia es también, a su manera, un ejercicio de solapados gestos vanguardistas, de esos que nos hacen mirar hacia adelante porque sabemos que nos van a patear la pelota hacia el fondo de la cancha del verosímil, ahí donde las producciones grandes se encuentran con el cine clase B y sus baja demanda de realismo. En ese sector de la cancha, en el que algunas cosas pueden parecer arbitrarias, gratuitas, abigarradas, ahí es donde Descuida, yo te cuido se siente cómoda. No será una vanguardia exigida ni normativa. Siquiera sé si se tratará de una vanguardia buena. Una de esas que merecen una remera gastada que alguna vez se convierta en pijama luego de haber sido usada en una y mil fiestas. Pero hay gestos de vanguardia que a veces salen de los lugares más recónditos de la no planificación. Incluso hasta pueden ser hijos de las formas no planificadas de lo planificado.

Descuida, yo te cuido parte de una premisa que a primera vista resuena a demagogia presente: una mujer astuta (punto), lesbiana (otro punto), en un mundo de machos dominantes (otro punto más), lleva adelante un negocio del que es la principal artífice (otro punto), en el medio se carga a viejitos pero algunos de ellos son malos (más puntos) y disfruta de sus logros con impunidad. Hasta ahí la agendita marcando todo lo que puede ser más o menos esperable. A eso se le suma un enano mafioso (punto por inclusión) que es sistemáticamente burlado…por su condición de mafioso (otro punto) por la protagonista, que se le planta hasta al más guapo incluso cuando la amenazan de muerte (otro punto más por ovarios bien puestos). Molesta la agenda? No si emerge de la misma película y no se vuelve un remarcado obvio y remanido. Por eso cuando todo el asunto se orienta hacia el previsible lugar de un intento de crimen que sale mal y que será el responsable de la venganza con cara de mujer (rape and revenge arty que le dicen: Promising Young Woman es la cara más visible de esa satisfacción de la venganza en clave fem…otro punto más) y el asunto se orienta hacia el componente más obvio y reaccionario es cuando Descuida, yo te cuido se pone avant-garde y tira el asunto por el barranco de la corrección política.

Los últimos minutos de Descuida, yo te cuido nos obligan a revisar cosas. Si, es cierto que tiene ese aroma de venganza contra las grandes corporaciones que se nutren de la guita de la gente ignorante (oh, esa denuncia si que trae puntos), pero la manera en la que llega ahí no es necesariamente una manera directa. Lo hace gracias a un tornado de relaciones que hacen reaparecer a un hijo vengativo de una antigua clienta (me acordé del final de Carlito’s Way), que puede parecer un giro de guión medio tramposo, lo sé, pero también gracias a que la misma película parece sacarse de encima la armadura de la importancia y la corrección, como el Leónidas del final de 300 que se da cuenta que la armadura le pesa, que no puede avanzar velozmente, que no puede pensar con libertad y con la capacidad de mirar todo el juego. Porque Descuida, yo te cuido también se da cuenta que vivir en guerra, constreñida, teniendo que dar explicaciones y cumpliendo con cada una de las artes de la corrección podía terminar aniquilando sus sueños de libertad y de juego. De ahí que el rapto del final, ese que parece el de un defensor que se cortó solo con la pelota y pasó al ataque por derecha porque se cansó de quedarse abajo para defender(se) por el carril izquierdo, sea un rapto menos de lucidez que de cándida estela de desfachatez. Porque el cierre trágico scorseseano-depalmiano que pudo haber tenido Descuida, yo te cuido cambia por uno de esos cierres wilderianos en donde la tragedia existe y tiene peso, si, pero también hay una mirada inclinada, que mira extrañada esa clausura. No hay restitución feminista, no hay reivindicación inclusiva de ninguna minoría, no hay fin de las corporaciones ni celebratoria. Pero tampoco testimoniamos un cierre moral porque el cuento moral que la película nos venía contando estalló por los aires en esos últimos minutos (excepto que nos creamos la bravata del dicho tan caro al policial que dice “el crimen no paga”).

Con sus errores, con su desaciertos, con su planificación de manual que inunda buena parte de su metraje pero también con esa capacidad para la sorpresa, con esa capacidad para desmarcarse que tiene la vanguardia, que no es otra cosa que las ganas de soprendernos que cada tanto puede exhibir la retaguardia (que siempre anda a la defensiva), es que Descuida, yo te cuido permite un respiro. Aire que no está en el presente, pero que vive en el siglo XX, todavía lleno de estrategias para salir del pensamiento único.

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