#Diálogos: Cuatro voces hablan sobre Zama

Por Federico Karstulovich

Zama
Argentina, Brasil, España, Francia, Holanda, México, Portugal, Estados Unidos, 115′.
Dirigida por Lucrecia Martel.
Con Daniel Giménez Cacho, Lola Dueñas, Matheus Nachtergaele, Juan Minujín, Rafael Spregelburd, Nahuel Cano, Mariana Nunes y Daniel Veronese.

Una llama suelta, un tigre enjaulado

Por Federico Karstulovich, Marcos Rodriguez, Sebastián Rosal & Hernán Schell

FK: Ya vi dos veces Zama. Y en ambas le encuentro un punto de partida interesante: si, hay una película sobre la espera, si, hay una película sobre la identidad, si, hay una película sobre el encierro y el aislamiento, si, hay una película sobre la idea etnocéntrica de cultura civilizada por sobre una barbárica. Si: todo eso está en el texto de Di Benedetto. El problema es que lo que en aquel se vuelve absorbente y se ramifica, aquí se vuelve autosuficiente. Zama pudo haber durado 10′ y las ideas estaban igual.
Yo creo que Lucrecia tiene tres ideas:
1. Planos cerrados y seccionando cuerpos: anticipa la amputación, bloquea la idea de la representación promedio/estándar y propone una idea de claustrofobia, quietismo y sensación de no salida que es justificada.
2. El sonido con 4 capas: funciona como operación real-inmediata, real-remota, real-desconocida, irreal-real. También justificada en el llano de la cabeza del mismo Zama, que tiende a perderse y a extraviar su lugar.
3. Profundidad de campo como dimensión temporal, como jerarquía y como dimensión de cultura. Lo que espera en profundidad de campo es la propia pérdida de la utopía civilizatoria (absurda e imposible), es el pasado pero también el futuro (lo que hace de Zama una película naturalista en el sentido más decimonónico). Es la barbarie que viene y es la barbarie que se quiere ocultar. Por último, es lo que organiza: el foco determina lo que prevalecerá.
Fuera de eso, el resto es repetición. 
Por eso siento que es una película en donde la redundancia no es una operación estilística sino un acto de pereza narrativa o, para decirlo mejor, pereza audiovisual.

MR: Es verdad, concentrada en pocos minutos podría haber metido esas mismas ideas sin afectar lo esencial. Por otro lado, son todas ideas abstractas, conceptos, no material cinematográfico. Todo el tiempo en Zama sentía el peso de esas ideas, la importancia (“filosófica”) de esas ideas, de lo que estás viendo que constantemente se enuncia como grave.

Por otro lado, son todas ideas viejas… La espera existencial, la identidad. Como si estuviéramos en 1940. Son todas ideas interesantes y tan relevantes hoy como al principio de los tiempos, pero también son ideas que hoy se digieren fácil, se entienden rápido como contenido “importante”.

Y por otra parte, hay algo que me resultó profundamente aburrido en el “extrañamiento” que propone la película. Todo me resultó muy calculado. Esta película sabe a qué público apunta. No es por llamarla festivalera, pero es claro que Zama no es una película para pasar en programa doble con “Cantantes en guerra” y lo sabe. Exige ciertas cosas. Exige un cierto espectador. Y para ese espectador el extrañamiento que propone casi no es tal. Habiendo visto Apichatpong y Joao Pedro Rodrigues, no hay nada en Zama que sorprenda. El extrañamiento es una estilización que uno acepta (o no) de entrada, pero en ningún momento, creo, pone en riesgo al espectador. No hay una trampa en la que uno cae, no hay un laberinto narrativo en el que uno pueda perderse (como, por ejemplo, en El ornitólogo). El extrañamiento de Zama se entiende perfectamente. Pasan cosas raras. Todo está puesto y montado para poner en evidencia ese extrañamiento, no para inquietar.

A su vez, no hay inquietud posible, porque las ideas que maneja son bastante evidentes.Todo está bien y todo es muy lindo en Zama, pero no me interesa nada

FK: Es justamente eso. No me preocupa que los temas tengan fecha de vencimiento, sino que la película comporta una paradoja: es plenamente cinematográfica (algo que a esta altura le exigimos como piso a cualquier película y más a una directora precisa y sofisticada como Martel) en sus formas pero l relación que toma con sus ideas del mundo es, por lo pronto, pobre.

Si, esto ya estaba en otras películas de Martel (en fuerte medida en La ciénaga y en La niña santa y casi nada en La mujer sin cabeza). El problema es que en otras de sus películas lo cinematográfico era un monstruo expansivo y el lenguaje encontraba medios para convertirse en una experiencia embriagadora. Acá pasa lo contrario: el trabajo formal es exquisito pero es tan redundante que obliga a volver a los “temas importantes”

Con respecto a lo que dice Marcos sobre el extrañamiento creo qué hay un segundo punto: la supuesta “suma de capas audiovisuales alucinatorias” no es tal. Hay, si me preguntan, un trabajo formal más inteligente, extraño y sutil en La mujer sin cabeza. Aquí el extrañamiento tiene tal grado de cálculo que la sensación es cualquiera menos la de extravío. De hecho se dice que Zama es una película sensorial. Y a mi me parece una de las películas menos táctiles de Martel. Incluso, a riesgo de ser lapidado, veo cosas cuadradas y bidimensionales en las que no sé si hubo una cita a Rohmer o qué, pero que son de un academicismo feroz. Pero insisto: son pocos planos. Por el contrario, el trabajo en profundidad de campo es una constante medianamente lograda…hasta que nos habituamos. Eso pasa: te aprendés todos los trucos del juego antes de la media hora

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SR: En principio, déjenme homenajear al demorado Zama y a todos esos primeros españoles que vinieron para estos lados, haciendo el mismo gesto inicial: planto bandera para decir que me parece una buena película, aunque es cierto que igualmente salí defraudado. En mi caso tiene que ver conque no recuerdo una película argentina (Jauja, tal vez, aunque no tanto) que haya sido estrenada con tanto bombo y platillo previo, con tanto cartel luminoso de obra maestra apuntándole con la flecha. Obviamente la película no es responsable por eso, pero creo que le jugó en contra.

HS: A ver, yo vengo de ver Zama de nuevo, y a diferencia de ustedes, lejos de verla una película de “temas importantes” la vi más bien como una película bastante libre, de una rara luminosidad incluso. Por empezar diré que me cuesta decir ideas sobre ella y definirla de una como una gran película o una obra maestra. Creo que esto último tiene que ver con la expectativa generada, hace casi diez años que no filmaba Martel y esta película tuvo 40000 retrasos. Como si esto fuese poco vino acá con referencias de diferentes críticos locales que la definían como una maestra histórica desde el vamos (Roger Koza ya la menciona como la mejor película de Siglo XXI). No estoy objetándoles nada, no les quiero quitar el derecho al enturiasmo ni muchísimo menos, sino que quizás lo que sucede es que uno va a buscar una obra maestra que lo deslumbre de inmediato y por ahora lo que yo tengo son impresiones. Por empezar la primera impresión que tengo es un poco la contraria a la de ustedes dos, no me parece una película de “temas importantes” me parece una película más bien alucinada, donde el peso del tema existencial es menos importante que una fascinación de un mundo salvaje y caótico al cual Martel filma con extrañamiento primero, pero después con una rara luminosidad. Voy a empezar diciendo una obviedad gigante, pero una cosa que Martel tiene bien en claro formalmente hablando, que el sonido fuera de campo puede tener, como bien lo señaló alguna vez Michel Chion, una cualidad expansiva, o sea, filmás un plano cerrado y metés mucho sonido fuera de campo e inmediatamente ese espacio “se te agranda” en la cabeza y en el caso de Zama se vuelve como inabarcable. Martel lo sabe desde el primero de los planos y lo explota muchas veces de diferentes formas. Eso siempre da una sensación de insignificancia con respecto de Diego de Zama, de un tipo que no importa que cargo tiene está en un entorno que lo excede por completo. Incluso Martel trabaja constantemente esto desde el lugar de lo visual, haciendo que cada vez que Diego de Zama esté en una reunión importante, haya otra cosa a lo que uno le preste atención, otro elemento que hace que él deje de tener esa importancia que el espera tener. El momento más evidente y logrado de esto es el de la llama blanca. Desde el momento mismo en que vos ves que cuando Zama habla con el gobernador y ves que está la llama blanca atrás de él sabés que no le van a dar nada porque él no es un centro de atención visual. Es un momento extraordinario, que no sé como se logró y que está expresado con una idea puramente visual. Me podrán decir que estas ideas se reiteran. Si, pero creo que Martel se las ingenia para que sean formas cinematográficas distintas y novedosas

SR: También hay algo en la película en relación a la obra previa de Martel que me interesa, una especie de nuevo par contradictorio interno (que en realidad no es tan contradictorio) que es opuesto a lo que venía haciendo hasta ahora. Así dicho suena complicado, pero trato de explicarme… En sus otras películas LM había planteado universos que respondían más o menos a un cierto realismo. Muy enrarecido, pero relativamente cercano. Universos, para decirlo un poco más gráficamente, ubicados en la vigilia. Pero lo que ocurría es que había algo allí que para completarse necesitaba de ideas que lo trascendieran: la decadencia de la burguesía salteña, la muerte omnipresente, el fatalismo, la crisis frente a la religión, el silencio durante los años de la dictadura. Es decir, imágenes como figuras retóricas. No quiero decir que se agotaran allí (podemos estar más o menos de acuerdo en que LM filma como pocos aquí, tal vez como nadie), ni en un “sentido” (palabra horrenda e injusta en estos casos), ni que hicieran foco exclusivamente en ellas, pero algo de eso andaba siempre dando vueltas.

En Zama, en cambio, me parece que el punto de partida es exactamente el opuesto. Un mundo alucinado, onírico, que no reclama nada más allá de él. En ese sentido me parece su película más plana, más superficial, pero no por chata, sino porque todo lo que exige está en la propia pantalla, no hay que andar buscando nada en las nubes. Disiento en relación a los temas importantes que mencionan estarían presentes: la espera en Zama no es una abstracción filosófica, ni un concepto, ni hay parlamentos tediosos que hablen sobre ella: es la cara siempre apenas desfalleciente de Gimenez Cacho. Y eso es puramente cinematográfico. Más allá de esto, hay una película… y ahí hubieron cosas que me parecieron que estaban muy bien y otras no tanto, pero vamos de a poco.

MR: Las ideas filosóficas no tienen que estar necesariamente articuladas en parlamentos, pueden estar perfectamente plasmadas en la cara de un actor. Martel sabe filmar y es muy inteligente, le escapa a los diálogos (aunque al final, recuerdo, Zama dice algo como: “Les hago el favor de matar sus esperanzas, algo que nunca hicieron por mí”). Además, las ideas con las que trabaja Martel acá no son puramente filosóficas, también hay mucho de multiculturalismo y demás hierbas.

Creo que uno de los problemas es ese mundo chato: a mí no me sedujo. A lo mejor es porque está tan maravillosamente logrado el tema del tedio que me quedé ahí. Sí, el trabajo con el sonido es exquisito. El trabajo con la luz también. No hay errores en lo que hace Martel. Pero me parece que tampoco hay riesgo y eso es lo que hace que no me resulte interesante.

Jugar al juego de la llama distractiva es muy bonito, igual que poner ese sonido enrarecido que reaparece, las voces que se repiten, el pibito que habla con acento raro, los indios rojos que viven en alguna especie de galpón… Todo está labrado muy minuciosamente. Pero se nota demasiado el esfuerzo de ese trabajo, y las ideas cinematográficas (no hablemos de las abstractas) se vuelven repetitivas.Un aportuguesamiento vacío. Es verdad lo que dice Federico, me resultó mucho más sensorial La mujer sin cabeza que esto.También es verdad que flaco favor se le hace a una película cuando se la declara obra maestra del siglo incluso antes de su estreno.

FK: Respondiendo a Hernán y sumando a lo que dice Marcos: lo de “temas importantes” está menos en lo que se verbaliza que en el lugar que se da. A ver si me explico: en La ciénaga también estaba la espera, lo ritual, la violencia, lo circular y la muerte. Pero en Martel esos temas podían invisibilizarse detrás de la discusión sobre una canción, sobre un chico con el que unas chicas se calientan o sobre el color de una tintura para pelo. Quiero decir: Martel sabía encontrar (a la manera de los panteístas) lo metafísico en el mundo material. Y en este caso creo que se invierte: es su película más mental, menos física (en el sentido de con menos peso de los cuerpos). Y lo notable es eso: necesita que la espera se note, que los cuerpos se noten, que la densidad se note en vez de que sea lateral. Ahí, en ese cálculo, ya veo un rasgo de exotismo. De hecho cuando la veía no podía dejar de pensar en Aira, en Copi, en Laiseca y en todos esos autores que se le cagaban de la risa a Saer, a Di Benedetto y a esa solemnidad. Y creo que ese es un segundo problema: Martel perdió el humor aquí, perdió algo de identidad de su mundo en pos de una suerte de regionalismo exótico. No puedo pensar en Zama como una película material sino como una película plenamente cerebral. Y eso tiene que ver con la vacuidad y la redundancia de su formalismo exquisito. Las formas de Zama no abren un mundo sensible, sino que lo cierran sobre si. Hay algo de avejentado, de enmohecido ahí, como si no hubiera un registro de cómo lo literario ya supo dar respuesta al problema de la representación que la novela de De Benedetto no se cuestionó en su época. Bueno: el tiempo pasa. Y adaptar un texto como si no pasara el tiempo también es un gesto.

HS: Respondo a Marcos primero. Si, claro que se nota el esfuerzo de ese trabajo, pero creo que en alguna medida ese esfuerzo es lo que me gustó. Esa idea de la puesta de calcular todo lo que puede el descontrol mental de Diego de Zama. Creo incluso que hay hasta una razón atrás que tiene que ver con la idea en la que Martel ve el mundo acá. Voy a ser más claro, hay un momento clave en la película que se da cuando el pibe que está haciendo la novela dice que le interesa más escribir esa obra que tener hijos porque dice “yo sé como va a ser la novela pero no sé como van a ser mis hijos”. Es quizás el único momento verbalmente importante en Zama, donde hay toda una toma de posición sobre el mundo por parte de Martel. Zama es una película de gente desesperada por tratar de encontrarle un sentido a un mundo que Martel ve como mucho más caótico. Desde este lugar, la metáfora de los peces que luchan contra el agua es básicamente el espíritu de todos personajes que intentan encontrarle un sentido a un mundo que no lo tiene. Por eso también hubo no pocos que compararon a Zama con el cine de Herzog, otro director obsesionado con la idea de una naturaleza hostil. Pero acá creo yo hay, en principio, no un personaje tiránico como un Aguirre o Fitzcarraldo sino confundido y pasivo (de hecho, parte del juego de Zama es el del contraste de un personaje quieto y un entorno sonoro siempre en movimiento), y en segundo lugar, creo que hay en la película una luminosidad de la que Herzog suele carecer. Seré más claro en este último punto. Creo que Zama hace algo brillante hacia el final, y es que si uno lo interpreta por un instante, la figura del protagonista sin las dos manos, vagando por el agua puede ser leído como un gesto compasivo hacia él. La película empieza con Diego de Zama sintiendo curiosidad por un mundo salvaje al cual el después rechaza, y en los últimos minutos vemos a alguien finalmente reposar en un bote, frente a un chico que habla un idioma que no entiende (una de los grandes curiosidades de Zama es ser al fin y al cabo una película desconfiada de la palabra, que “tapa” con música parlamentos, y que termina poniendo en duda casi todos los dichos y la información que se da verbalmente, que incluso tiene la inteligencia de entender que el parlamento, cuando se repite dos veces seguidas, no adquiere un mayor valor de verdad sino que se hace más falso, más artificial) y siendo arrastrado por una corriente con la que ya no tiene que luchar. Por otro lado, para alguien con su oficio de corregidor, carecer de manos es liberarlo de un oficio que lo tenía atado. Hacia el final ya no es el pez que nada contra el agua y que pertenece a las orillas. Hay algo de muy hermoso en eso. Y volviendo a la puesta en escena calculada, creo que justamente eso lo relaciono con lo que dice el novelista: el arte es algo que para ese artista se puede controlar, y eso es algo que habla también mucho de Martel y también mucho de la forma en la que Zama se organiza desde la forma.

FK: Respondo a lo de Sebas con respecto a “los temas en las películas de Martel”. Estoy y no estoy de acuerdo con lo que dice: esas cuestiones de las ideas que trasciendan en efecto estaban. Pero estaban subvertidas por el modo en el que la película las utilizaba, como si nos dijera: el tema puede ser la burgesía salteña y sus ritos violentos, pero no te voy a hablar de ellos, sino de los juegos de un grupo de niños. Creo que los temas “importantes” están siempre en Martel pero el escape venía por el modo lateral de abordarlos. Acá no veo esa figuración ingeniosa y lateral, sino que, como dice Marcos, por momentos veo una literalidad pastosa y una metáfora que formalmente la entendí a los dos minutos. Martel no es Lynch ni es Jodorowksy, sino que es una directora que construye extrañamiento en lo cotidiano. Y aquí no lo hay. En todo caso el extrañamiento está forzado, como una operación exótica. No digo que sea voluntariamente for export, pero lamentablemente tampoco se aleja. Por eso el ejemplo de la llama no me parece alucinatorio sino un claro ejercicio de sofisticación expresiva para tapar la ausencia de capas sensoriales que, exceptuando el sonido fuera de campo y la profundidad de campo, prácticamente no aparecen.

MR: Yo sigo interesado en el problema del caos y lo meticuloso. Para mí es un problema plantear un mundo caótico y que se escapa a la obsesión de sentido con una puesta en escena hiper metódica y calculada. Algo resulta falso ahí. Y solo ahora, hablando con ustedes, lo entiendo.Por otro lado, la metáfora de los peces es de una obviedad pasmosa y está muy al principio. Por suerte, uno la olvida rápido. O por lo menos yo. La llama que camina por el fondo del plano no me habla de un mundo exuberante y escurridizo, me habla de una directora que logra que el pobre animal entre en plano exactamente en el momento en el que lo necesita.

FK: Quería contestar a la última intervención de Marcos y de Hernán.
Es cierto que Martel siempre fue una de las grandes obsesivas y planificadoras del cine nacional (de hecho me acuerdo una nota de Gustavo Noriega en El Amante para el estreno de La Ciénaga y dándole con un caño por ser joven y no permitir el ingreso del caos, de lo accidental a su cine a la joven Lucrecia). No me parece grave: a veces los grandes planificadores y controladores logran cines de absoluta libertad y a veces los grandes improvisados terminan siendo tiranos de su propio esquema de arbitrariedades.

El punto que veo acá -amén de que nos pueda interesar de manera distinta a cada uno de nosotros- es que la planificación antes no se notaba, porque sus películas respiraban a través de la forma. Aquí la forma, en cambio, parece tener que demostrar una tesis, como si el mundo se hubiera cerrado tanto que ya no quedara lugar para respirar (no es casual el tema de los encuadres clausurando a Zama y seccionándolo todo el tiempo). Ahí es donde mientras un tipo como Herzog aprende de el caos y lo asimila, Martel lo mete en una jaula. Zama es eso: es un tigre enjaulado y se nos lo presenta como un animal salvaje. No: es un animal limitado y al que con la mirada vas a poder agotar sin riesgo alguno.

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SR: No hay dudas que es una película controlada hasta en el más mínimo detalle, y aunque prefiero las películas más libres, menos planificadas (escribí más de una nota en defensa de ese tipo de cine), que lo sea no tiene que ser necesariamente bueno o malo (pensar en Hitchcock, sin tener que hurgar demasiado). Pero tanto frente al control o no, al igual que en relación al uso o no de las metáforas, sean obvias, hermosas o lo que fueren, me parece que la película lo que está pidiendo es la inmersión en un mundo que prioriza otras cosas, que pide una mirada, reitero, superficial, en cuanto a que apela a la superficie de la imagen. A mí la sobreinterpretación me abisma, y está siempre el riesgo de perderse en un limbo infinito. Insisto: la cara de Zama no es la expresión de una esencia “espera”; es la cara de un tipo que se quiere ir de cualquier forma y se lo impiden. Por eso marcaba diferencias con sus otras películas y hablaba de metáforas: mostrar un gesto, un rostro, es muy distinto, mucho menos rebuscado que apelar a la aparición de una virgen fabulada en una pared, a un perro-rata que fatalmente mata chicos o a una imagen tangencial sobre los desaparecidos. En esas películas el peso de lo “trascendente”, para decirlo rápidamente, es decisivo. Licuado tal vez por las formas, como dice Fede, pero también licuado en el mismo sentido de esos ingredientes a los que no se los ve pero igualmente se les siente el gusto en un plato. Lo mismo en relación a algo que dice Hernán, que tal vez estoy leyendo mal y exagerando, pero en todo caso que sirva como excusa para otra cosa que creo que está teniendo lugar en esta discusión: un corregidor que termina de atravesar mil penurias bíblicas, adentro de un bote y sin las dos manos no es alguien liberado de un trabajo que lo tenía atado; es, para decirlo burdamente, un tipo con un muñón en cada brazo. Y que hacia el final haya podido fluir libremente sobre un río que vendría a simbolizar la vida no entiendo qué suma al asunto, o al menos no creo que sea más importante que dar cuenta de un momento particularmente bello en su mera forma cinematográfica. Encontrar significados ocultos, o que se habla de una cosa aunque en realidad se habla de otra no creo que hagan ni a ésta ni a ninguna película mejor. Lo que importa es cómo se insertan todas esas acciones y sus imágenes dentro del universo que la propia película crea. Y en ese sentido me parece que la primera mitad funciona mucho mejor que la segunda. Cuando Zama está anclado en el caserío, a merced de la desidia de todo el mundo, incómodo y presa del tedio (ya que la palabra apareció aquí más de una vez) es cuando la máquina Martel de encuadre, luz y sonido funciona mejor. Es cierto, como Marcos y Fede mencionaban al principio, que muy rápidamente queda claro hacia dónde apunta la historia, tanto como que probablemente sea una película menos corpórea que las anteriores, si se quiere menos sensual, pero no por eso menos sensorial. Desentenderse de tener que contar hace que pueda desplegar una sensorialidad menos contundente pero igualmente presente de una manera más sutil en el placer de la mirada, en el uso del sonido, en pequeños momentos de humor incluso. Sin ir más lejos el personaje de Luciana, la ministra consorte, todo lo libertina y libertaria que puede dentro del corset que le imponen, puede hacer que la película sea al mismo tiempo elegante y corrosiva. Creo que es la falta de todo eso lo que hace que luego la película se resienta, cuando comienza la aventura, por llamarlo de alguna manera. Se puede evitar la narración clásica, pero desde el momento en el que el tiempo es la materia prima esencial del cine la narración siempre está. Y mi sensación es que cuando se pone a contar va acumulando grajeas muy coloridas pero va perdiendo cohesión, como si la propia estructura se fuera deshilachando. Marcos mencionaba El ornitólogo, de Joao Pedro Rodrigues, y es una buena comparación. Ambas películas plantean mundos que tienen puntos en común, que se solapan, pero efectivamente la del portugués, que no pasó inadvertida pero sobre la que se hizo mucho menos ruido, está mucho más lograda, es más compacta en su totalidad.

HS: A ver. Voy respondiendo punto por punto.
Primero a Marcos.
1. Lo de la llama quizás lo expresé mal. No creo que sea tanto la expresión de un mundo inaprensible sino algo más sencillo. Vos ves que al tipo lo está boludeando el gobernador y sabés que lo boludean por la llama que está al lado, porque este Diego de Zama supuestamente importante no es en ese plano menos relevante que esa llama que está al lado de él y no podés dejar de ver. Me pareció un recurso visual buenísimo y además de un chiste excelente. Eso simplemente, no sé si una visión del mundo.
2. Lo de los pescados es, efectivamente, una metáfora muy burda, puesta al principio, apoyada por un relato que se escucha en off, en una película cuyo protagonista se relaciona mucho con el agua (inclluso hay momentos de transición donde al tipo le pasan agua todo el tiempo). Igual si, como bien decís, está al principio y medio que uno se olvida, al menos mientras uno ve la película. Le contesto ahora a a Fede:
1. No creo que Martel sea una cineasta metafísica, mucho menos panteísta. Creo que su mundo es lisa y llanamente ateo y que por ende cualquier tipo de fenómeno metafísico o milagroso (desde la voz de Dios en La Niña Santa o la Virgen de La Ciénaga) es completamente descreído por ella). Yo no vi menor planificación acá que en las tres películas anteriores. Tampoco menos humor. De hecho todos los episodios con la mina esta que es tipo un gato de la era colonial me resultaron bastante graciosos. También lo de la llama. No sé, veo incluso más solemnidad en La Mujer sin cabeza (que la sigo pensando como su mejor película) con su lateral reflexión sobre la dictadura y la impunidad de las clases altas en Salta que acá. De hecho Martel ni siquiera quiere hacer en Zama una reflexión sobre una época sino que se acerca a ella desde la subjetividad de una mente alucinada.
Le contesto por último a Sebas para cerrar.
1. Lo del final no me parece potente por su valor metafórico. No creo que ese sea el mérito, sino hacer una escena feliz y liberadora en base a una supuesta desgracia. Me causó mucho alivio ver a ese tipo al que vienen forreando durante toda la película por fin descansando y liberado de cualquier cargo y responsabildad. O sea, es una escena que me parece valiosa no desde un valor metafórico o simbólico sino puramente sensible.

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MR: Bueno, discutir con defensores de Zama a los que no les gusta tanto es menos entretenido porque plantean argumentos razonables… Así que seré breve. Primero, nunca creo que la interpretación sea lo importante en una película. Al contrario. Me parece que justamente el problema en Zama (por lo menos en mi experiencia) es que ese mundo en el que uno supuestamente debería abandonarse no es atractivo (es bello, sí, pero lo interesante del mundo es otra cosa), no me propone juegos de seducción que me atrapen, más allá de unas chicharras y encuadres preciosos, y sí en cambio resalta y subraya recursos y elementos que piden a gritos reflexiones sesudas. Lola Dueñas es, por lejos, lo más interesante de la película. Es increíble lo que hace esa mujer. No sé por qué todo el mundo habla del actor de Zama y no de ella. Ni una actriz menos! También me gusta el cangaceiro del final, que es un personaje simpático y vivo. Paradojicamente, creo que esa vitalidad le juega en contra a la película, porque nos recuerda todo lo que podría haber sido y no fue. Finalmente, lo más importante, la llama… No digo que una llama comporte en sí misma una visión del mundo y ese encuadre es efectivamente muy divertido. Lo ponía simplemente como ejemplo de una operación que toda la película lleva adelante: la de construir ese mundo supuestamente amplio e imposible de abarcar para la mente europeizada de Zama. Ese mundo de amplitud sonora, con cuasi fantasmas e indios pájaros, se quiere como una experiencia exuberante que desborda los límites de la lógica, o por lo menos la lógica de Zama. Ahora bien, ese desborde es siempre muy calculado, muy preciso, pero nunca inquietante, por lo menos para mí como espectador. Creo que eso es una contradicción y un problema. Por otro lado, la manera de mostrar ese mundo americano múltiple y colorido a través de truquitos de montaje me parece pobre y curiosamente europeizada.

FK: Bueno, en efecto creo que quedó bastante claro lo que sostiene cada uno. Más allá de si hablamos de metáforas grandes o pequeñas, de mundos sensoriales más o menos logrados, creo que la película merece recuperar un lugar cinematográfico que solo le puede dar el paso de los años. Decía Donoso con respecto al Boom Latinoamericano en la literatura: “Si algo hace boom entonces no se pueden escuchar otros sonidos”. Bueno, creo que la película de Martel necesita que nos callemos y que se sedimenten algunas ideas.
Algunas últimas aclaraciones:
Hernán, quizás me expresé mal. No digo que martel tenga una mirada religiosa, sino metafísica y material a la vez. Y que en Zama creo que eso nunca termina por funcionar. Y justamente por eso, lo que debía ser un final liberador y sensorial se transforma en un final chato, que se deshace de las capas que había sabido construir previamente. Yo no estoy de acuerdo conque ese final elegido sea liberador ni extrañado, sino que lo sigo viendo como otro de los artificios que construye Martel, pero en este caso sin mayor efectividad. Creo, como dije antes, que en Martel, cuanto menos hay, mejor funciona. Y esta película hizo lo contrario: optó por sumar y superponer cosas ahí donde debió haberlas manejado lateralmente.

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