#DossierBélico (21): El Libro Negro

Por Hernán Schell

El libro negro (Zwartboek)
Holanda, 2006, 145′
Dirigida por Paul Verhoeven
Con Carice Van Houten, Sebastian Koch, Thorn Hoffman, Halina Reijn, Waldemar Kobus.

Una de terror

Por Hernán Schell

La primera escena de violencia de El libro negro es de orden ideológico y ocurre cuando el personaje de Ellis de Vries se encuentra almorzando con una familia. Es un grupo de personas que le está alojando y escondiendo en la Holanda ocupada por los nazis en medio de la Segunda Guerra por su condición de judía. No debe haber gesto más valiente y noble que ese en aquel contexto, sin embargo, en un momento, el padre de familia le pide a Ellis que diga una oración cristiana y, cuando ella la pronuncia, él le dice: “Si los judíos hubieran escuchado a Jesús, no tendrían que soportar este sufrimiento”. Es una escena chocante porque el padre de familia pasa de ser el hombre que salva a una mujer judía por compasión a ser, por segundos, alguien cuyas ideas son una de las causas que hizo posible aberraciones como el Holocausto. Esta lógica de utilizar un momento de calma sólo como escenario para que ocurra algo terrible de forma repentina es la que se utiliza durante toda esta película para filmar muchas escenas violentas.

Si bien las escenas de El libro negro encajaría como una película de espionaje, género en el que Hitchcock hizo algunas de sus películas más importantes, el film de Verhoeven está muy lejos de querer seguir el suspense hitchcockiano y opta por el shock permanente. En el film, un grupo de holandeses se encuentra cómodamente hablando y aparecen sin que uno se lo espere nazis con metralletas dispuestos a desarmarlos, una persona parece dormida luego de que le aplican cloroformo y se despierta repentinamente a golpear a sus atacantes, una pareja está plácidamente cerca de un velero y aparece de la nada un avión bombardero y vuela una casa en pedazos. El mecanismo de la sorpresa suele ser más propio de una película de terror que una de espionaje o bélica, razón por la cual El libro negro puede ser tomado como un film de horror en el que el monstruo no es algo definido sino algo tan abstracto como la violencia. Violencia ejercida con toda intención de hacer un mal (quienes matan para robar dinero a lo largo del film), violencia ejercida porque las personas sienten que tienen el deber de hacerlo (los holandeses, que luego de ganar la guerra se sienten en posición de humillar al enemigo) y violencia ejercida incluso por aquellos que no quieren ejercerla pero terminan haciéndolo o por impulso (el intento de estrangulamiento que Müntze le prodiga a otro militar que lo traiciona; la terrible muerte que Ellis de Vries a un hombre, también por ser traicionada y utilizando también como método la asfixia), o por necesidad (los disparos que el cristiano que se negaba a matar a alguien termina por darle a una persona para salvarle la vida a un compañero). Una violencia que además suprime cualquier posibilidad de un momento feliz duradero (símbolo genial de la película: las dos ocasiones en las que una pistola es confundida por una erección) y que, como sucede en muchas películas de terror, se la vuelve a mostrar bien viva y como una amenaza latente aún cuando todo parece terminado y en calma (lo que básicamente muestra el último plano del film, uno de los momentos más brillantes y terribles del cine del SXXI).

El libro negro se asemeja mucho a Invasión (Straship Troopers, 1997) una de las películas más brillantes e incomprendidas de Verhoeven. En ambos casos estamos en un territorio y un tiempo en el que todo está marcado por el asesinato y la guerra, en el que el oficio de cada persona no parece ser otro sino ejercer violencia y en donde la cultura más importante es la armamentística. Sin embargo, la diferencia esencial entre los dos largometrajes es que Invasión  es una sátira que transcurre en un lugar imaginario del futuro; El libro negro es dueño de un tono solemne y fatalista y ocurre en un momento histórico conocido por todos. Acá no es por ende una advertencia sobre lo que puede convertirse el mundo, sino una muestra de lo que mundo ya fue anteriormente, de cómo en un momento no tan lejano (desde un punto de vista histórico,  72 años no es nada) muchos países eran una pesadilla que parecía sacada de un film de horror o ciencia ficción en el que los asesinatos y crueldad eran moneda común. Ese momento, nos dice Verhoeven, puede volver en cualquier momento, la Segunda Guerra Mundial no fue una episodio aislado sino una expresión mayor de ese extraño y enfermo afán del hombre por querer aniquilarse. Vencidos los alemanes, el director muestra los holandeses comportándose como canallas que humillas al enemigo igual que lo hicieron los propios nazis con sus vencidos. Finalmente, en el último de sus planos, nos recuerda el conflicto bélico por el que pasa hoy el Estado de Israel.

El monstruo de la violencia, nos dice Verhoeven, sigue estando presente. Es un germen que habita en cualquier nación, y que puede hacerse moneda común en cualquier momento, no importa qué tan calmado y qué tan seguro parezca todo.

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