#DossierChauAutores (3): Misión Rescate

Por Diego Kohan

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[et_pb_column type=”4_4″][et_pb_text admin_label=”Text”]Misión rescate (The Martian)
Estados Unidos, 2015, 141′
Dirigida por Ridley Scott.
Con Matt Damon, Jessica Chastain, Kristen Wiig, Jeff Daniels, Michael Peña, Kate Mara, Sean Bean y Chiwetel Ejiofor.

De todos y de nadie

Por Diego Kohan

Dudaba de participar de este Dossier. Me resulta un esfuerzo no mirar el Cine con un prisma autoral. Incluso, disfrutando de las obras de algunos directores menos referentes encuentro un patrón cómodo y práctico, como en el caso de Tony Scott o Peter Weir, por ejemplo. Ahora, bien, dispuesto a “jugar” no entendía del todo bien las pautas o “reglas”. ¿Cómo es eso de ver Cine despojados de un juicio autoral? ¿A quién se le puede ocurrir tamaño disparate?

Tal era mi error que no tenía presente una película que no sólo vi más de una vez sino que la última fue hace apenas un par de semanas, y cada vez que la veo me produce un disfrute cinéfilo enorme. Hablamos de The Martian (preferible al horroroso y genérico título local de Misión Rescate)

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Al momento del estreno comercial (2015), en su crítica para la revista Noticias, Leonardo D’Espósito escribía: “El secreto de esta película de Ridley Scott consiste en que no es una película de Ridley Scott”. En los films del director solemos encontrar amontonamiento de personajes, un protagonista en conflicto con las personas que lo rodean, reflexivo en muchas ocasiones, ambientes densos, pretensión de brindar una idea del estado del mundo que describe. Pero nada de eso tiene lugar en The Martian, lo que da pie a otra particularidad del caso: tampoco es una película de género tan definida, por más que a primera vista lo parezca ¿es antes ciencia ficción o una comedia dramática ambientada en Marte? ¿Será un drama? (si puede considerárselo género).

The Martian es feliz, y esto se debe en gran parte al guión de Drew Goddard (otro guionista al que nos tentamos con convertir en autor pero que no nos permite tamaña desgracia, afortunadamente), que tiene múltiples méritos, como explicar de forma cinematográfica aspectos científicos (la extraordinaria escena de Donald Glover), no ser solemne, que cada línea pareciera exacta para cada actor y actriz y, sobre todo, mantener un tono de comedia, lo que quita a la película de cualquier tentativa de solemnidad, sabiendo que lo dramático y desesperante de la situación del protagonista está presente de todos modos, aunque no se lo recuerde como un mantra. Ese fuera de campo informativo es un modo de administrar la diversidad de películas que se alojan en su interior (en un rato hablaré de esto).

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Existe una regla o premisa (o al menos guía) sobre la crítica de cine que me gusta tenerla presente: no elogiar rubros técnicos que no hagan a la puesta en escena, al cómo. En este caso es un deber elogiar el montaje, qué logra fundir y disfrazar que The Martian es en verdad un conjunto de tres películas: la de Damon en Marte, la de sus colegas en el espacio y la de la NASA. Si alguien editara cada cual por separado, seguirían funcionando porque cada una de las tres es sólida. Imaginemos una versión extendida de las idas y vueltas de los personajes que están en nuestro planeta discutiendo sobre la forma de hacer el rescate y a la vez, si éticamente está bien arriesgar la vida de la tripulación y si económicamente la vida de un hombre vale ese gasto enorme de tiempo y dinero.

Aquí Ridley Scott (porque hay un director que pone toda su sapiencia al servicio, aunque no tenga una firma autoral en este caso) nunca olvida que no quiere contar un drama sino una comedia, o al menos “algo” más parecido a esto último. Por eso es que Mark Watney (Damon) no se detiene a reflexionar y a recordar a sus seres queridos sino que a los pocos minutos de película decide que, como dejarse morir no es una opción, a cada problema buscará una solución, como si se tratara de un Ethan Hunt (si, el protagonista de la saga Misión: Imposible) botánico. De hecho, el carácter de héroe clásico de Western (a fin de cuentas, duro, poco demostrativo, que declara por sus acciones) es otro de los elementos que colaboran con quitarle toda marca autoral a The Martian, toda ligazón con Scott; en el caso del protagonista, lo importante es ver cómo se las arregla ante cada tropiezo, no expresar al director o sus constantes autorales.

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Cada vez es más común el debate sobre las posibilidades del realismo en una película (hasta hay gente discutiendo el salto de Dwayne Johnson en Rascacielos, estrenada recientemente), sobre todo en las que tienen un marco científico explícito. Hay una línea de pensamiento que abraza sin peros la idea de que la ficción es absolutamente libre y mientras funcione en el sistema que propone, todo vale. Pienso que en casos como The Martian se debe poner en escena algún tipo de explicación científica lógica que haga verosímil el relato. O al menos jugar a que hay una explicación científica, acaso una de las conexiones más elementales con las necesidades de la ciencia ficción (pero el vínculo con ese género se termina rápido, como si la película no buscara tener pies pesados). Buscar la comprobación de estas teorías fuera de la pantalla, en definitiva, es decididamente idiota. Y eso se debe a que el verosímil que nos propone es suficiente como para poder interesarnos en él. Por el contrario, la demanda de una lógica de razonamiento científico terminaría atentando contra cualquier posibilidad de supervivencia (de la ficción).

La sensación final sobre The Martian es que se trata de una película potencialmente fácil de arruinar, pero a la vez su armoniosa conjugación de cada eslabón genera una falsa impresión de relajación y sencillez. Me pasa algo similar a cuando escucho una grabación de Pavarotti y siento que cantar es fácil. Es uno de los secretos del virtuosismo discreto de la no autoralidad: no necesita echarnos en cara virtudes y aciertos; está compuesta por tantos elementos subordinados a una idea primaria que cualquier variación alteraría el resultado. Imaginemos una actuación más dramática de Damon, música menos alegre, diálogos más solemnes, mostrar un display gigantesco de un set-piece por mero exhibicionismo, desplegar una profusión de ideas pretenciosas sobre el mundo. Pero no.

En The Martian el azar tiende a cero. Es una película perfecta. Y posiblemente lo sea gracias a que es de todos y no es de nadie.[/et_pb_text][/et_pb_column]
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