Eastern

Por Carla Leonardi

Eastern 
Polonia, 2019, 78′
Dirigida por Piotr Adamski
Con Mariusz Bakowski, Tadeusz Bradecki, Adrian Brzakala, Marcin Czarnik, Krzysztof Czerny, Wiktor Dobrowolski, Krystyna Czubówna

Código de honor

Por Carla Leonardi

La voz de un hombre desde fuera de campo pide a una joven, que está de pie, en pose rígida en medio de una habitación, que defina la palabra honor. La joven responde con acierto que se trata de la falta de respeto hacia una persona, falta que puede darse de diversos modos: llamarlo mentiroso, maltratarlo, ignorar su palabra, codiciar a su mujer u ofender a sus invitados o empleados, entre otras. La escena sugiere un examen de entrenamiento militarizado. Seguidamente, vemos a un joven correr desesperado en medio de un bosque, mientras que una joven avanza tranquila detrás de él, buscando darle caza. Implacable y segura, la joven acaba con la vida de éste mediante un certero disparo en la frente. 

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La escasez de diálogo de las primeras escenas que poco explican pero inquietan, permiten al espectador entrar al film con curiosidad, al tiempo el drama familiar dinástico (que anuncia un desenlace trágico), está sostenido hábilmente por el director mediante el pulso narrativo del suspenso. 

Eastern, opera prima del realizador polaco Piotr Adamski, puede leerse, como su titulo lo indica, como una reversión del western tradicional, pero anclado en la idiosincrasia polaca y en la temporalidad actual: donde permanecen las armas, la ley del más fuerte y donde los caballos son reemplazados por fastuosos autos.   

La acción se desarrolla en un suburbio residencial donde viven familias de posición social acomodada. Las familias Kowalski y Nowak, evocando a los Capuleto y los Montesco, viven enemistadas desde hace varios años. La comunidad se rige por el antiguo código de honor por el cual la ofensa se paga directamente con la sangre de un miembro de la familia que faltó el respeto o bien simbólicamente mediante una importante cantidad de dinero, que no siempre puede ser reunida. Se instala entonces un circuito infernal, irrefrenable y al margen de toda ley, por el cual la sangre engendra cada vez más sangre. La oscuridad que se cierne sobre las dos familias está trabajada mediante ambientes interiores apagados y oscuros que van tomando a cada uno de los personajes.

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Al ser asesinado su hermano por el disparo de Klara Kowalski (Paulina Krzyzanska), la joven Ewa Nowak (Maja Pankiewicz) hereda el peso de tener que vengar su muerte, asesinándola. Nowak padre, con renguera y pulso inestable (marca de la herida de bala con que Kowalski padre le perdonó la vida), le asigna este rol al sentarla a su lado en la mesa de hombres en la recepción posterior al funeral y luego proporcionarle una de sus armas. El honor, como significante ordenador de la comunidad, pertenece a la época medieval y clásicamente era una cuestión que concernía a los hombres, que de este modo se resarcían del menoscabo a su virilidad que la ofensa del otro hombre había producido. 

En una escena, los hombres de la comunidad se reúnen de noche al aire libre a festejar con disparos al aire y bebidas, la paternidad de uno de sus miembros. Uno de ellos refiere: “Niño o niña da lo mismo. Lo que importa es el valor”. La determinación social del significante honor en una sociedad que ha avanzado hacia la igualdad de los géneros toma ahora, no sólo a los hombres sino también a las mujeres de la comunidad. Klara y Ewa son mujeres de armas tomar. Aquí podemos preguntarnos: ¿el empoderamiento femenino consiste en hacer de hombre, en asumir la lógica macho de sometimiento y violencia? ¿Tendrá Ewa el valor de matar a Klara?

Ewa se resiste a su misión en un comienzo, pero luego avanza decidida hacia ella. Finalmente, logra acorralar a su presa. Todo está listo para un disparo limpio y preciso, pero Ewa depone el arma. Este deponer el arma, le restituye la feminidad que había cedido. Porque en ese acto, se sitúa un deseo de otra cosa. Se trata para ambas jóvenes de encontrar una salida a ese orden de hierro dinástico, que se repite con monotonía y que las marca con la muerte como destino. 

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En adelante, la película evoca a Thelma y Louise (Ridley Scott, 1991): dos jóvenes huyendo por la carretera de las determinaciones del patriarcado y volcándose al delito como modo de supervivencia. La amistad entre mujeres triunfa por sobre el imperativo dinástico patriarcal, que las quiere enemistadas y que rechaza la diferencia inherente al deseo femenino.

Y cuando creímos que habría pacificación posible, el director nos conduce a un desenlace signado por la sorpresa. Así el odio al vecino, a aquel portador de una ética diferente, trasciende la disputa familiar para involucrar a toda una sociedad. Hay una lectura lineal? Sin dudas: Eastern funciona como alegoría desde la cual leer el resurgimiento del conservadurismo religioso, nacionalista y clasista en Polonia (cifrando el retorno de las viejas heridas que se arrastran desde la Segunda guerra mundial). Se trata de una ficción cuyas resonancias pueden hacerse extensivas a distintas sociedades. Acaso la estrategia también parece de otras épocas, no solo el mundo atrasado que registra.

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