Eat that Question: Frank Zappa in his own words

Por Hernán Schell

Eat that Question: Frank Zappa in his own words
EE.UU., 2016, 93′
Dirigida por Thorsten Schütte

El Hombre tranquilo

Por Hernán Schell

Eat that Question: Frank Zappa in his own words, empieza con el músico impostando de una forma paródica una frase que debe decir para presentarse en un programa de televisión. Unos minutos después vemos la presentación del documental y a Zappa diciendo que cuando aparece en los reportajes no está rebelándose a él mismo porque al fin y al cabo y según sus  propias palabras, “no hay nada más antinatural y programado que una entrevista”. Lo que sigue después será una hora y media de recopilación de programas de televisión en los que Zappa apareció hablando de todo, y antes esto entonces una hora y media de declaraciones que sabemos imperfectas para juzgar una persona. De esta forma, cabe aclarar desde el principio, Eat that Question será menos una película sobre Frank Zappa que sobre la figura pública del mismo. Acá no habrá testimonios de familiares, ni de expertos en su obra, ni de personas que trabajaron con él. Pero tampoco habrá muchas imágenes de conciertos y no serán muchas las canciones que se escucharán sobre su vastísima obra (hizo más de 60 discos, varios de ellos dobles y hasta triples). Tampoco se ahondará en la relevancia que tuvo en la música contemporánea; ni de su tremendo talento como guitarrista; ni de obras maestras esenciales como los discos Freak Out!, We are only in it for the money, Hot Rats o The Grand Wazoo.

No, Eat that Question pasará por otro lado. Por empezar por narrarnos la evolución en la popularidad y reconocimiento del artista que retrata a partir de las entrevistas. También se verán ciertas declaraciones o situaciones contradictorias. Algunas del propio Zappa, quien nunca parece dejar bien en claro cuánto de improvisación y cuanto de calculado hay en su música, y suele decir cosas diferentes en cuanto su figura como jefe de una banda. Pero también la rara sensación de que los periodistas que lo presentan no están entendiendo del todo quien es él realmente. Sin ir más lejos, una frase aparece de forma recurrente en este por parte de los periodistas: “Zappa es rockero”. No obstante, Eat that question se encarga de mostrar una y otra vez que FZ era no un rockero sino un músico multifacético que, ocasionalmente, hacía rock. No es casialidad que en la película haya todo un segmento de FZ explicando su amor por músicos como Varese o Stravinsky, o fundamentando la forma en la que ideó Jazz from Hell, una música alejada de cualquier tipo de música rock (a la que Zappa describe con asombro por que no puede creer que haya sido premiada, porque duda que alguien se haya detenido a escucharla).

Mientras todo esto sucede, vemos a Zappa hablar de todo: política internacional, censura, las groupies, su matrimonio, la industria musical, su incursión en el cine y hasta su propia muerte.

Descripto así pareciera que Eat that Question se trata meramente de un documental superficial que toma a uno de los músicos más relevantes del siglo XX para transformarlo en puras participaciones y reflexiones aisladas. Pero no: la cosa pasa acá por otro lado y tiene que ver con una exploración de su carisma. Esto último no debe ser tomado a la ligera. Ya Edgar Morin decía que muchas veces se usa la palabra “carisma” como algo simplificador, como una forma de hablar de cierto “ángel” de alguien sin tener en cuenta que si esa persona tiene un encanto determinado es justamente porque logró construir características visibles y analizables de su personalidad pública.

En Eat that Question, Zappa se pregunta en más de una ocasión cómo es posible que se haya convertido en un personaje popular cuando su música no lo es. La respuesta la va dando el documental, mostrando que Zappa era un orador extraordinario y con un estilo muy propio. El estilo en cuestión se basaba en dos factores muy atractivos: primero su capacidad de decir cosas con claridad y contundencia, desde el más puro sentido común; y en segundo lugar su talento para decir las cosas más políticamente incorrectas con una tranquilidad y sobriedad pasmosa, algo que incluso se transmitía en varias de sus canciones. A eso se le sumaba un espíritu cuestionador y un sentido del humor tan seco como efectivo.

Pero también hay otra cosa que deja en claro el documental: Zappa era una paradoja tanto física ideológica. La física venía por el lado de como su seriedad y capacidad de debatir contrastaba con una cara de caricatura (“en este país te dejan decir cualquier bestialidad si tenés una nariz grande y pelo largo”, dirá el músico en una de las últimas escenas de Eat that Question); la ideológica porque Zappa se trataba al fin y al cabo de un rebelde conservador. Después de todo, si hay algo que se deja bien en claro en el documental, es que los niveles de incorrección política y de groserías de Zappa, provenían de alguien que quería conservar las bases mismas de las libertades de expresión americanas que habían sido establecidas desde hace siglos. De ahí también su rechazo a una ideología represora como el comunismo (es absolutamente genial la anécdota que cuenta Zappa sobre su experiencia con militantes de Ho Chi Minh),  como a cualquier forma de propaganda en la que tuviera que reprimir lo que pensaba para encajar en un entorno sea estatal, empresarial o clerical.

Su ya mencionada tranquilidad, venía de una confianza que le daba primero una personalidad despojada de toda humildad –si hay algo que muestra Eat that Question es que Zappa era un soberbio sin ninguna culpa- pero en segundo lugar un pensamiento basado en argumentaciones sólidas muy difíciles de contraargumentar, que iban contra instituciones específicas por medidas específicas, y en las que debía de cara a cara con personas de poder institucional.

Si el personaje terminó siendo tan identificado con el rock no fue decididamente por el tipo de música que hacía, sino más bien por la forma en que representó dos aspectos que suelen asociarse a las estrellas de este tipo de música: su cualidad de rebelde y su capacidad de interpelar a las generaciones más jóvenes. Que hoy día además, muchos de sus discursos y actitudes sean mucho más genuinamente rebeldes que el de muchos rockeros que hicieron de un supuesto descontrol y las frases abstractas su forma de expresar disconformidad, comprueba algo interesante: que a veces no hay nada más movilizante que el sentido común, ni más shockeante que la claridad de un pensamiento meridiano, si, pero esencialmente libre.

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