El árbol negro

Por Carla Leonardi

El árbol negro
Argentina, 2018, 80′
Dirigida por Máximo Ciambella & Damián Coluccio

Volver a la naturaleza

Por Carla Leonardi

De la comunidad indígena Qom que habita en la zona del impenetrable, poco sabemos como bichos de ciudad enfrascados en nuestras vidas y sólo nos anoticiamos de ella cuando llega la noticia de algún niño que ha muerto por desnutrición o cuando acampan en Buenos Aires para hacer llegar sus reclamos y entonces, los medios masivos les dan cierta visibilidad. En este sentido, es bienvenido que El árbol negro (opera prima de los realizadores argentinos Máximo Ciambella y Damián Coluccio) nos permita acercarnos a la realidad de este pueblo originario desde una mirada que busca la belleza y el aura de la naturaleza, alejándose de efectismos. 

El documental abre con el primer plano de las ramas resecas de un árbol en medio de una laguna. Se trata de una imagen bella en su misma esterilidad que refleja y a la vez de enorme potencia simbólica para dar cuenta de la actualidad del pueblo Qom.

El Arbol Negro

Seguidamente el plano general descubre el paisaje con árboles en similar estado y pájaros que allí se posan, para dar luego lugar a las llamas de un incendio. Estas imágenes acompañan la voz en off de la leyenda ancestral del Arbol Negro que trata del origen del mundo al que se describe como un paraíso (donde los hombres vivían en libertad y armonía con la naturaleza) que se perdió cuando quedó a merced de las llamas del fuego. Pero existe una manera de recuperar ese estado de cosas: un hombre puede viajar, enfrentándose a peligros, hasta encontrar el árbol y volverlo a la vida, deshaciendo la maldición. 

A partir de este prólogo, la película va siguiendo la vida cotidiana de Martín (Martín Barrios): su aseo y sus comidas en la antesala de su precaria vivienda, su sustento ligado a la provisión que le brinda la naturaleza y el cuidado de sus cabras. Martín es uno de los referentes de su comunidad: oficia de traductor y recorre las casas y aldeas vecinas, para convocar a sus hermanos a unirse a la lucha por los reclamos de sus derechos más básicos y por el patrimonio de sus tierras. En la asamblea, cada uno va tomando la palabra. Los Qom, hartos de las promesas inclumplidas de los políticos en campaña y de las contantes “bicicleteadas” a sus reaclamos, deciden permanecer en el lugar hasta que se presente el funcionario y entonces, ante su sordera, apuestan a presioanar y a visibilizar su lucha mediante el corte de ruta.

El Arbol Negro 1

Entre las penas de Martín, su lucha política y el llamado a ponerle cuerpo a la leyenda del Arbol Negro, la cámara nos abre la ventana a otro mundo, para repensar nuestra posición. A lo largo del documental se dibujan dos ordenes en tensión y desigualdad, dos modos de vida que reflejan diferentes modos de gozar. La desigualdad de género entre el hombre y la mujer, se reproduce claramente entre el mundo del blanco y el mundo originario. El macho blanco afirma la superioridad de su raza y su virilidad, sometiendo y apropiándose por la fuerza de las tierras de los Qom así como de los frutos que ella produce. Claramente no se trata de intercambio, sino de expoliación de la riqueza y de dominación, ya que la etnia Qom no obtiene nada, quedando reseca y empobrecida como ese árbol del comienzo del film.   

A partir de las historias que narran oralmente distintos referentes de la comunidad, se va tejiendo un mundo plenamente arraigado en la tradición que confía en la sabiduría y  en la guía de los ancianos, de los astros y de la naturaleza para conducirse en la vida. Este modo de vivir, contrasta totalmente con el nuestro, que se ordena por el capital, que hace de la juventud el valor ideal de productividad y que rechaza las tradiciones porque el peso y el valor privilegiado que le dan a ciertos objetos se contraponen al individuo líquido, desarraigado, insatisfecho y abierto al consumo de las nuevas mercancías que ofrece el mercado prometiendo la felicidad y que es un producto intrínseco y necesario del capitalismo.    

Arbol Negro 01

Al mismo tiempo se establecen dos modos diferentes de relación con la naturaleza. La etnia Qom, se sabe deudora de las maravillas de la tierra que le dio la vida. Por ende, la cuida y respeta con devoción y temor, ya que de su bondad o su furia, depende su destino cotidiano. En oposición, el hombre blanco se posiciona como amo con voluntad de dominio y codicia respecto de ella. De allí, el avance de las topadoras que talan los montes, sin pudor ni temor, como bien muestra el documental, o los incendios descontrolados cada vez más frecuentes; alineados a los negocios de la corporación inmobiliaria y de la industria agroganadera. El daño al ecosistema es evidente en la vida cotidiana de los Qom: el canto de las aves anuncia que hay pesca, pero en el río hay muy pocos peces; los animales se enferman, las inundaciones son cada vez más frecuentes y ven reducidos los territorios por los cuales desplazarse en busca de su subsistencia.

En esta línea, cabe destacar la destreza fotográfica del documental, que no está al servicio de un regodeo meramente estético o técnico, sino que apunta a recuperar el valor y la maravilla que impone la naturaleza sobre nosotros, así como a dar cuenta por contraste, del desastre que hemos hecho con ella. 

Al mismo tiempo, el documental pone de relieve de qué modo los Qom se han occidentalizado en ciertos aspectos: Martín habla español, conduce una moto, tiene celular. Pero de nuestro lado, no ocurre lo mismo: poco y nada sabemos de la cosmovisión de los pueblos originarios como los Qom.  

En tiempos de pandemia, el documental de Ciambella y Coluccio, adquiere nuevas resonancias poéticas. No sólo pone de relieve la lucha política de un pueblo históricamente olvidado y postergado, que resiste estoicamente frente al capitalismo cada vez más despiadado y desbocado; sino también lo mucho que tenemos por aprender de ellos para recuperar un camino de vida fundado en el respeto por la tierra y en los lazos solidarios con los demás. Ya no se trata de mirar la lucha originaria desde afuera, sino de hacer de su lucha por la tierra, también nuestra lucha, porque esta tierra tan vapuleada como está, es nuestra única casa y es la casa de todos. 

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