El Baile

Por Pedro Gomes Reis

El Baile (The Prom)
EE.UU., 2020, 131′
Dirigida por Ryan Murphy
Con Meryl Streep, Nicole Kidman, James Corden, Andrew Rannells, Kerry Washington, Keegan-Michael Key, Kevin Chamberlin, Nico Greetham, Jo Ellen Pellman, Logan Riley Hassel, Ariana DeBose, Monroe Cline, Nathaniel J. Potvin, Kiara T. Romero, Briana Price, Ryan Kendrick, Tori Kostic, Jillana Laufer, Sydney Cope, Chelsea Corp, Jeni Jones, Erica Lynn, Sofia Deler, Donyea Martin, Jade Patteri, Marcus Bailey, Joe Abraham, Morgan Dudley, Annie Ruby, Matthew Moseley, David Eby, Sierra Puett, Tasha Casberg, Anna Berg, Jeffrey Lynn White Jr.

Un mundo de ideas

Prom Netflix Review

El mundo real, el mundo material, es uno plagado de dolor, de problemas, de contradicciones, de inconvenientes varios, en donde hay que negociar, en donde no todo queda sometido al deseo como motor primario (e incluso cuando el deseo no puede cumplirse no podemos posicionarnos como víctimas: se gana y se pierde, de lucha y se negocia: es al principio de toda experiencia adulta). El mundo que describe The Prom (no confundir con El Baile de Etore Scola, por eso la llamo con su nombre original) no es un mundo adulto ni un mundo ideal (aunque esté repleta de puntos de contacto con Disney), es un mundo de ideas y un mundo de jardín de infantes. Pero bueno, al final de cuentas, todo musical no tiene un poco de eso? Si y no. No necesito citar a Pennies From Heaven y Dennis Potter para hablar del musical pesimista, porque mucha agua ha pasado bajo el río como para correr a la película de Ryan Murphy por izquierda, una corrida más bien extorsiva y culposa por la conciencia de clase que expresa. Pero el problema pasa aquí por otro lado: no le criticamos a Murphy la despolitzación de un musical falsamente politizado, le criticamos que detrás de todo esto no hay ni corazón ni odio ni ningún otro sentimiento que no sea el de la prestidigitación.

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The Prom es uno de esos productos dignos del cálculo y la planificación de las míticas películas de comité, películas derivadas de estudios y focus groups encargados de indagar intereses. El problema es que del ridículo no se vuelve. O si se vuelve, si se es lo suficientemente cínico como para que nada importe. Y si algo le sobra a Murphy es cinismo, uno verdaderamente a prueba de balas. El asunto es que en esta ocasión ni siquiera es necesario un comité ni un estudio previo, sino un sujeto con la sensibilidad adecuada como para orientar el radar a los lugares comunes de la agenda inclusiva del Streamingwood (al fin y al cabo Hollywood dejará de ser el nombre del imaginario industrial en algunos años, cuando el cine sea un dulce recuerdo del pasado). Ni siquiera es un asunto privativo de las plataformas como Amazon, Netflix, Disney + y otras tantas. La agenda inclusiva se impone cada vez más, despolitizando íntegramente cualquier tentativa contestataria del colectivo LGTTBQ+, que en sus antiguos exponentes debe observar con horror como las luchas y conquistas van siendo apropiadas y administradas por el poder económico de turno.

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Pero Murphy también tiene un as bajo la manga, por lo que aquello que narra en The Prom también viene munido de anticuerpos: la propia conciencia cínica del uso de la corrección política y de los tópicos de la inclusión al colectivo LGTTBQ+ también está presente, como para que nadie piense que en el fondo está siendo muy ingenuo o muy cínico. Pero curiosamente ese movimiento es exactamente el que delata el mayor grado de cálculo: nada de lo que narra The Prom muestra empatía por sus personajes LGTTBQ+, ni con los demás personajes, sino que los usa, los convierte en una estrategia expositiva que vacía por completo cualquier politicidad de lo narrado. De ese modo ni la reivindicación inclusiva, ni el uso festivo de las canciones y el baile propios del musical se convierten en material celebratorio del gesto de resistencia. No hay alegría posible aquí, sino hipérbole y exceso dosificado y comestible.

Contra cualquier tentativa de registro del goce, de la resistencia de los cuerpos, de la política contestataria queer, todo lo que nos propone The Prom no hace más que consolidar un mundo de ideas cuantificables y comercializables (aunque a decir verdad hay que ser un espectador muy dormido como para caer en las redes de esta estafa que se nos rie en la cara), pero fundamentalmente consolida un plan acorde al fin del cine: el mundo material no existe, solo queda una sucesión de ideas bonitas plagadas a lo largo de los televisores en un mundo que se cae a pedazos.

Hasta el musical se han robado. Y aquí estamos testimoniando en silencio.

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