El buen mentiroso (The Good Liar)
EE.UU., 2019, 109′
Dirigida por Bill Condon.
Con Helen Mirren, Ian McKellen, Russell Tovey, Jim Carter, Mark Lewis Jones, Céline Buckens, Nell Williams, Phil Dunster y Laurie Davidson.
El violador eres tu?
Por Sergio Monsalve
Al inicio unas manos golpean el teclado con ansiedad. Las uñas de una mujer de la tercera edad contrastan con los dedos de un hombre longevo, intercambiando avances a la distancia, como jovencitos en celo. Intuimos omisiones e hipérboles en los mensajes epistolares de una especie de página de citas en la web. Conocemos el código de las redes sociales, de la burbuja de las aplicaciones.
Los manejadores de datos alientan nuestras gratificaciones e instintos, para mantenernos atados a sus ciclos de acción y reacción. Para el creador de Netflix su principal enemigo es el sueño. Twitter y Facebook incentivaron la generación de contenidos fraudulentos. El Deep fake es una realidad global al alcance de cualquiera con ganas de adulterar imágenes y noticias. MTV hizo del documental Catfish una franquicia, una serie sobre la manipulación de las identidades digitales.
En el mundo de la posverdad, el director Bill Condon estrena El buen mentiroso, una parábola o una alegoría de una de las génesis del concepto del fraude en la civilización occidental. El filme devela a otro verdugo del fascismo, quien se aprovecha de las debilidades del sistema y del entorno de desmemoria, para cometer golpes y algunas grandes estafas.
El anciano, interpretado por un mordaz Ian McKellen, emprende un ritual de cacería en complicidad con un grupo de ladrones de cuello blanco. La banda criminal de la película reinstala las formas sofisticadas del Melville de El Círculo Rojo, del Mamet de Casa de juegos y del Bielinsky de Nueve Reinas, pero con el humor negro de una tragicomedia de ladrones de medio pelo. Así transcurre la fase conspirativa del largometraje. El protagonista masculino delinea el porte del arquetipo de un caballero decadente con pretensiones de Casanova crepuscular al acecho de damas mayores en apuros sentimentales. El cortejo virtual de los primeros minutos da paso a la realidad del conflicto de la trama: el Don Juan flechará el corazón de su nueva víctima, una aparente mujer necesitada de afecto, con el avieso interés de saquear la cuenta bancaria, la herencia de la viuda. El plot no es necesariamente original y tampoco la manera de filmarlo con el estándar de una heist movie otoñal.
Por Federico Luppi y ahora por Ricardo Darín, la crítica argentina sabe bastante de la impronta de este subgénero. En Venezuela tuvimos un caso similar con “100 años de Perdón”, del uruguayo Alejandro Saderman. Por lo visto, el cine gusta crear la fantasía compensatoria de unos adultos en crisis que organizan atracos imperfectos, para cobrar venganza y reclamar el botín que el sistema les ha negado de por vida. El síndrome de Robin Hood puede admitir una adaptación retroprogresista, que alienta el círculo vicioso de la revancha ciega, o una óptica más existencial, epocal e individualista en sus objetivos.
El buen mentiroso se integra a la segunda corriente de la tendencia, al contar un relato íntimo que explora con sutileza cuestiones vigentes como el empoderamiento femenino y el velo de silencio que pretende encubrir a los acosadores del vano ayer en cuerpo presente. Sin hablar del Me Too y del Weinsteingate, el aparente entretenimiento del domingo, elaborado por Bill Condon, dialoga sofisticadamente con el planeta que se polariza por la canción del “violador eres tu”, alejándose de sus estereotipos y tropos maniqueos. Claro que hay culpables, omisiones inadmisibles y guerras de sexos.
No obstante, El buen mentiroso prefiere eludir las condenas fáciles y las cacerías de brujas de los extremismos contemporáneos, en aras de estimular una visión más compasiva, comprensiva y resiliente que resentida y reactiva hacia sus personajes.
