El cisne

Por Gabriel Santiago Suede

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El cisne (Svanurinn)
Islandia, 2017, 91′
Dirigida por Ása Helga Hjörleifsdóttir
Con Ingvar Eggert Sigurdsson,  Thor Kristjansson,  Katla M. Þorgeirsdóttir, Gríma Valsdóttir,  Þuríður Blær Jóhannsdóttir

Derribando mitos en chancletas

Por Gabriel Santiago Suede

No estamos habituados a lidiar con estrenos de geografías distantes. El panorama de la distribución local es melindroso, carente de riesgos y no vayas a pedirles que se salgan un poquito de lo seguro. El problema es que la variedad de nacionalidades tampoco tiene por qué proporcionarnos diversidad. Se habrán preguntado esto los arriesgados distribuidores de El cisne? Sospecho que no.

El Cisne Perro Blanco 1

El problema del mito es uno de los centros movedizos de la película que, a riesgo de verdad, no sabe muy bien qué hacer con él. Si cuestionarlo, si seguirlo, si desplazarse en sus posibilidades. La cuestión es que el mito está. Pero también los personajes,  que experimentan el campo de cruces y de usos del mito sin demasiadas alternativas. Esto se debe a que la película de Asa Helga H (vamos a llamarla Jane, como si se tratara de la versión femenina de Apichatpong Weerasethakul, apodado Joe) se maneja en esa inestable arena de tensiones del cine contemporáneo: no hacerse cargo de nada. Ese es el principal problema de El cisne. Es una película que a la vez que enuncia, a la vez que dice cosas, borronea lo dicho. Pero no se trata de la conciencia de quien evidencia el camino oscilante entre narrar (desde el mito) y describir (la operativa de esa narración). Sino que es un doble movimiento que, cuando menos, tiene algo de demagógico. Ese doble movimiento no solo carece de riesgo alguno sino que es una pandemia.

El cine es un arte del decir, pero del decir haciendo. Las películas que se asientan, que se preguntan por el hacer (como operativa pero también como efecto de narrar) pueden trabajar desde la mayor sinceridad pero también desde el centro del cinismo. Este último no pareciera ser el caso de El cisne, en donde la reflexividad y la conciencia sobre el relato tampoco nos permite pegar el salto. De hecho siempre hay una indeterminación en el relato. Pero esa indeterminación que nos llena de postergaciones solo ocupa tiempo y espacio, pero carece de volumen narrativo. No es cinismo lo que hace cuando cuestiona el origen mítico de su relato, sino más bien una especie de cálculo desaforado. Una especulación (que es el ulterior arte de los no planificados) sobre la nada es acaso lo que la pinta de cuerpo entero.

El Cisne Perro Blanco 2

Pero lo curioso es eso: se trata de un cine sin cuerpo y un cuerpo sin cine. Películas vacías de aquello que precisamente las llena. Y en ese vaciamiento nosotros,  intentando conectar con algo, cargado de importancia, vedado de vida. Los mitos, en el cine contemporáneo, son una máquina de importaciones banales. Acaso merezcan mejor suerte que unos vivimos aprovechando el filón del vacío cultural del presente.

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