El Depredador

Por Federico Karstulovich

El Depredador (The Predator)
EE.UU.-Canadá, 2018, 107′
Dirigida por Shane Black.
Con Boyd Holbrook, Trevante Rhodes, Jacob Tremblay, Keegan-Michael Key, Olivia Munn, Thomas Jane, Alfie Allen y Sterling K. Brown.

Un riesgo de inversión

Por Federico Karstulovich

Todo sistema de expectativas es, en el fondo, una amistad traicionera, de esas en las que uno no debería confiar solo porque durante años no fuimos traicionados. Los géneros cinematográficos, al fin y al cabo, no son otra cosa más que eso: un sistema volátil de expectativas. No es curioso que pensando en cine me acuerde de los años en los que estudiaba economía, que es, justamente, una ciencia social sostenida en el análisis de las expectativas. Si estas últimas cumplen, el sistema se vuelve estable. Pero, al mismo tiempo, no nos proporciona ni sorpresas ni ganancias en el corto plazo. Hay sistemas que nos ofrecen la seguridad de una baja tasa de interés, pero una constante de ganancia extendida en el tiempo.

The Predator Teaser Trailer 52

Hay otros que son pura volatilidad, puro humo, pero que en uno de esos arranques de imprevisibilidad pueden sorprendernos y darnos vuelta la cara de un cachetazo. Pero también hay intermedios, que con la expectativa baja juegan a hacer saltar la banca. O los que con expectativa altísima dejan caer sus acciones. Por alguno de esos motivos, que hacen que en la cabeza se crucen todas estas cosas, la economía no dejaba de ser una referencia a la hora de ver El Depredador, nueva película de ese especialista en la venta de bonos de dudoso origen, pero que supo tener un pasado de extraordinario broker (accionista, en la jerga financiera). Hablamos de Shane Black, que a la sazón supo participar de la extraordinaria película original de John McTiernan, uno de esos autores desclasados a los que hay que volver cada tanto. El problema es que Black no es de esos directores fáciles, sino que es un jugador al que le gusta apostar (y que le gusta que nosotros apostemos con él). Pero como broker, así como puede aconsejarnos bien, también puede llegar a estafarnos. El problema es que, hasta que tomamos conciencia de la estafa, nos quedamos viendo los papelitos de colores de las acciones, que en nuestra cartera de inversiones, mezcla elementos de alta volatilidad con elementos que van a lo seguro.

The Predator Movie Picture 1

Ya lo había hecho en Iron Man 3, saliendo airoso y construyendo, detrás de una película mastodóntica, un cuento sobre la capacidad de reconstruirse gracias a poder dar una mirada al pasado. Hijos de Spielberg y el mejor mainstream post 70s, que entendieron que toda historia grandota guarda una historia pequeña. Algo parecido pasaba en Entre besos y tiros (2005) y en Dos tipos audaces (2016), entendiendo el componente plástico y maleable de los géneros a la hora de pensar los personajes en tanto representantes de algo más que una suma de tropos narrativos. En esta dirección, si quisiéramos hablar de un toque Black en tanto guionista, deberíamos pensar no solo en la licuadora de los géneros, sino en el uso subversivo de estos, haciendo que en realidad estemos siempre hablando de la inversión: no estaríamos frente a una película de género con personajes estereotipados, sino que estaríamos ante películas de personajes en el marco de reglas de géneros estereotipadas (las buddy movies, el bélico, la ciencia ficción, el cine de acción de los 80’s/90’s).

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El problema con El Depredador es que no se acomete esa inversión. Y la película de personajes nunca llega. Y cuando se la sugiere, resulta como producto de una sutileza arrasada: tres películas, con personajes de cartón corrugado, que nunca logran coexistir armónicamente (si quieren ver cómo puede arrancarse en paralelo y confluir magistralmente, vean Encuentros cercanos del tercer tipo), pero que para peor, tampoco logran que nos interesemos. Ni la ciencia ficción, ni el componente bélico ni el coming of age son una expresión de esa subversión blackiana. Apenas si queda algo personal, y eso aparece con los rasgos de humor, que contrario a construir empatía por lo que vemos, nos aleja, como si en el fondo la película exhibiera un desprecio monumental por los géneros a los que convoca. Y si los géneros no funcionan, los personajes no tienen las de ganar. Entre el desinterés, el vacío estereotipado y la sensación de estar cumpliendo un rol rellenado por las expectativas de los espectadores antes que por lo que la película misma puede ofrecer, lo que nos dejan los personajes es una sensación de apatía.

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Nada de lo que les suceda nos convoca a otra cosa que no sea un desprecio por cada una de sus vidas. Nada de lo que construyen parece tener una finalidad, ni reflexiva ni emocional ni sensorial. Es, para decirlo amablemente, un cine vacío. Pero vacío de expectativas. O acaso demasiado lleno de ellas, como si le hubiéramos confiado demasiado a este señor, que ya tiene más de tres décadas como guionista (en este caso, acompañado por la leyenda viviente del cine clase B de los 80s, Fred Dekker). Lo peor es que El Depredador parece no haber aprendido nada del paso del tiempo, del tono relajado del cine clase B (o, en todo caso, lo aprendió mal, si piensa que la sátira es el único camino), pero fundamentalmente parece no haber aprendido que las expectativas, en algún momento, tienen un límite. Y si no se cumplen en reiteradas ocasiones (como consecuencia de una promesa previa), la decepción deriva en estafa. Posiblemente estemos ante algo así: Shane Black acaba de perder toda nuestra confianza. O al menos la que alguna vez supimos depositar, antes de perder todo nuestro dinero cinéfilo con él y sus trampas de accionista pirata.

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