#Polémica: El hombre del norte

Por Sergio Monsalve

The Northman
EE.UU., 2022, 136′
Dirigida por Robert Eggers
Con Alexander Skarsgård, Nicole Kidman, Anya Taylor-Joy, Claes Bang, Ethan Hawke, Willem Dafoe, Gustav Lindh, Oscar Novak, Björk, Ralph Ineson, Kate Dickie, Murray McArthur, Ian Gerard Whyte, Hafþór Júlíus Björnsson, Ian Whyte, Tadhg Murphy, Olwen Fouere, Ingvar Eggert Sigurdsson, Jon Campling, Eldar Skar, Phill Martin, Rebecca Ineson, Magne Osnes, Elliott Rose

A favor

Titanes

El hombre del norte es una película enorme, intimidante y personal. La dirige Robert Eggers, autor de dos películas de terror folk y elevado como lo son La bruja y El faro. De aquellas recupera a dos de sus actores talismán: Willem Defoe y Anya Taylor Joy, a quienes se les suman Nicole Kidman, Ethan Hawke, Alexander Skarsgård y Bjork.

La vimos y quedamos con la quijada rota, deslumbrados por la fuerza iconográfica del filme, golpeados por su violencia hiperrealista y cruda al estilo de 300, La Pasión de Cristo, Conan el Bárbaro, Mandy, Los Inmortales, Apocalipsis Now y Heima, el documental de Sigur Ross en Islandia, aunque el filme se rodó en Irlanda del Norte.

Después del asesinato de su padre, a manos de su hermano, el príncipe Amlet sobrevive a una masacre familiar, orquestada como un complot sangriento y visceral en la tradición de Juego de Tronos, pero ubicado en el contexto de la Islandia del siglo X.

No solo es magistral la recreación épica y cultural de la época, sino contagia al espectador de un clima ominoso, misterioso y de pleno suspenso, al borde la alucinación y la locura de unos personajes bestiales, cuya humanidad se pervierte por las luchas intestinas por el poder, en un reflejo distante del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania.

Durante el metraje, se cita directamente el territorio de Kiev, y por razones de causalidad o de oportuno retrato del germen maligno de la guerra, pues la historia del largometraje se conecta con la realidad cruda de la invasión del país de Zelensky, bajo la traicionera embestida de Putin.

No es el único guiño al salvajismo de la civilización contemporánea, incluido en el montaje de la superproducción, a un costo de 90 millones de dólares, perfectamente invertidos en la puesta en escena.

Usted descubrirá relaciones secretas y subliminales en el diseño de vestuario, respecto a las imágenes del asalto al Capitolio por parte de la turba de aulladores y bárbaros, encabezados por el chamán de Quanon, condenado a 41 meses de prisión, después de la toma del Congreso en Estados Unidos.

Saqueos, muertes, violaciones de derechos, privación de libertad, inquisiciones, sacrificios, trata de personas e influencias esotéricas de mitologías extremas, componen el fresco expresionista de una pintura negra, sin concesiones, sobre el origen de Europa como infierno en la tierra.

Prepárense porque literalmente suceden duelos encarnizados al pie de volcanes y de representaciones dantescas de un mundo cegado por unos códigos estériles de venganza.

Al respecto, El hombre del norte no moraliza, no lanza un sermón populista y progre de la colina, no propone condenar a unos y angelizar a otros.

Nada menos próximo al cine de Robert Eggers, más preocupado por ilustrar una clásica narrativa shekespereana con la identidad y la autoridad de un Coppola o de un Milius, revisitados por una paleta de colores psicodélicos y ocultistas, a la usanza de Jodorowsky, la escuela danesa, la nueva ola Sueca y Ari Aster.

De Bergman a Lars Von Trier, el realizador se permite construir una catedral del medioevo de las cruzadas, haciendo el equivalente de fundir a El Séptimo Sello con Dogville en un mismo encuadre de batalla campal.

El recurso del plano secuencia, le sirve al creador para dotar de ritmo y veracidad inmersiva, a su vibrante y demencial versión de Hamlet, donde se rompen todos los esquemas impuestos por la censura del Oscar y la corrección del último Hollywood.

Por ello se trata del contraplano perfecto de Coda, del lado oscuro, del retorno de lo reprimido, en las antípodas de los tópicos y estereotipos binarios de los años recientes.

En efecto, la dimensión arquetipal de los personajes, bordea la profundidad de una escritura compleja, en un arco meteórico y atómico de cinco actos, los cuales estallan como bomba nuclear, al gusto de las retinas exigentes y curtidas en las arenas de cintas de culto como Espartaco, La Naranja Mecánica, Pandillas de New York y Gladiador.

El ascendente pandillero del filme, incluye varios rituales surrealistas y un humor negrísimo, por cortesía del bufón de Williem Defoe, uno de los animadores del aquelarre en close up.

El hombre del norte te hechiza desde los retratos hasta los desplazamientos panorámicos, consiguiendo generar un enganche adictivo, progresivo e hipnótico, nada frecuente en la cartelera convencional.

Una película así pone en valor el arte del cine en pantalla grande, donde se aprecian mejor sus acciones, sus sarcasmos, sus delirios y sus licencias poéticas, una de ellas digna de una exposición de video arte, con una chica con frenillos, técnica usada como ornamento en el pretérito, galopando al infinito en ascenso al Valhalla, el salón de los caídos.

Ella es una valquiria que guía a los muertos en combate, para ser recibidos por Odín en la ciudad de Asgard.

Así se siente la arquitectura indómita de El hombre del norte, como una forma de superar las interpretaciones acomodaticias de la mitología nórdica, a cargo de las franquicias de los súper héroes o de las series chatas.

Un guiño a los dogmáticos de Bailarina en la Oscuridad y las acuarelas vivientes de La Casa de Jack, es la participación de Bjork como una hechicera y vidente. Una de las brujas macbethianas de la trama. La otra viuda negra conviene mantenerla en secreto, para no arruinar el cierre de la función.

Mención aparte para los protagonistas del entuerto, el Mufasa y el Skar, Alexander Skarsgard y Claes Bang.

En ambos se manifiesta la patología que subyace, cuando el odio carece de freno ético, enfermando a las almas de la alienación del carismático, del déspota y del héroe redentor.

Para todos, la película no dibuja un cuadro almibarado o condescendiente. Si acaso los expone como síntomas de una plaga que no ha encontrado cura, después de siglos, en el viejo continente.

Por algo seguimos de retroceso en la historia, volviendo al escenario fascista y arcaico de los reinos enfrentados, de los imperios desunidos y fragmentados, de los países llevados a las puertas del Valhalla, por tiranos sedientos de revancha y demagogos que gritan como animales, para conducir a las masas a un matadero.

Hay una respuesta simbólica que ustedes deben descubrir en la película. Ella se encuentra en la raíz del amor, en el árbol de una vida que brotará si cultivamos la empatía, por encima del resentimiento y la ira.

Es un problema serio que afecta y domina la psique de un colectivo que olvidó cómo entenderse en paz.

De cómo retornamos a un estadio de barbarismo, habla la potente y magnética El hombre del norte, una obra maestra acerca del planeta que se pierde por culpa de la intolerancia y la destrucción mutua asegurada.

En los foros discutiremos si El hombre del norte echa leña al fuego, o más bien cumple con advertirnos que la guerra no es una alternativa, no es el camino.

En resumen, la primera contendiente de peso para el Oscar 2023, equivalente en su momento a Mad Max Fury Road y Dune.

Le abre las puertas a su director al Valhalla del cine.

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