El informante

Por Raúl Ortiz Mory

El informante (Mark Felt: The man who brought the white house down)
EE.UU., 2017, 103′
Dirigida por Peter Landesman.
Con Liam Neeson, Diane Lane, Josh Lucas, Michael C. Hall, Marton Csokas, Tony Goldwyn, Tom Sizemore.

Mas grande que la vida

Por Raúl Ortiz Mory

La explicación minuciosa de las acciones narradas en una película que se basa en hechos reales o en un libro de memorias corre un riesgo tremendo (y a veces innecesario): caer en la pedagogía más calculada que se pueda imaginar. La película que cuenta parte de la vida de Mark Felt -el agente federal con más influencia tras la muerte de John Edgar Hoover, el legendario director del FBI, y que facilitó información para destapar el Caso Watergate- encierra una narración fluida pero, poco a poco, se ahoga en la rigidez del testimonio original dando cuenta del riesgo que mencionábamos líneas arriba.

Mark Felt Liam Neeson Julian Morris

Landesman no es un novato en temas donde la política, el poder y el periodismo confluyen. Hace cuatro años escribió y dirigió Parkland, película que refleja, desde múltiples miradas, los momentos más críticos tras la llegada de John F. Kennedy al hospital donde fue atendido después del atentado mortal que sufriera en 1963. En 2014, a su vez, elaboró el guión de Kill The Messenger, esta vez bajo la estela del libro del periodista Gary Webb donde se detalla las conexiones entre la CIA y el narcotráfico. En esta ocasión se basa en los pensamientos y las acciones de Felt que precipitaron la renuncia de Richard Nixon, publicadas en su autobiografía en 2006.

Es decir, Landesman edifica sus historias desde frentes a los que recurre constantemente, pero a diferencia de sus dos películas anteriores, en El informante los hechos son respetados con voluntad de hierro. Su pretendida oscilación entre el drama y el thriller no guarda una relación genuina con la esencia de estos géneros, como si el orden de la realidad pudiera más que el artificio y la apropiación que el cine puede hacer de ellos. Por ratos su última película parece un trabajo de ficción de corte político que sigue un manual de instrucciones inviolable. Aclaremos: tampoco pretendo que se tergiverse lo recogido de la realidad, sino que este director recurra a un enfoque más original con la intervención de personajes secundarios que contrapesen a Felt, fórmula  que sin ir más lejos empleó con precisión en Parkland.

Liamneeson Screencomment3

Cuando Alan J. Pakula adaptó Todos los hombres del presidente (1976), basándose en el texto original de Carl Bernstein y Bob Woodward lo hizo con licencias potenciadas por los giros repentinos que dieron la investigación de los periodistas del Washington Post. Pakula marcaba el ritmo de acuerdo al develamiento de los nuevos sucesos haciendo que la historia sea absorbente con una línea de resolución predominante. Landesman, en contraste, se anticipa con tanto cuidado y es tan evidente que El informante se parece a aquellas películas que hemos visto tantas veces: sabemos cómo inician y cómo terminan porque eso que llamamos realidad (y cuyo culto parece ser una extraña forma de respeto) se ha convertido con el tiempo en un tropo narrativo más, por eso el apego a lo real y al pie de la letra no asegura otra cosa mas que el detalle.

Si bien las razones citadas ayudan a entender la falta de consolidación de esta película, dos aspectos maquillan dichas falencias. En primer término, la actuación de Lian Neeson en el rol de Felt y, en segunda instancia, el tratamiento formal de toda la película. Neeson al quitarse el disfraz de hombre-duro-con-pistola-en-mano-en-plan-de-venganza, que en gran medida se ha impuesto en la última década, da paso a un personaje reflexivo y calculador que está muy bien trabajado físicamente, lo que supone un giro inesperado para las expectativas a las que nos habíamos habituado. Esa contención, ese ensimismamiento de Neeson/Felt se complementa con los juegos de miradas que cruza en situaciones tensas con el resto del elenco, a partir de numerosos primeros planos. Ese sistema de corte, sumado a la frialdad de la luz que cubre todos los ambientes produce un efecto de desasosiego que solo se difumina cuando Felt logra recomponer alguna situación fraternal -por cierto, la secuencia familiar de cierre es bastante forzada y aporta poco al resultado final-. Por eso a lo largo de toda la película, la atmósfera visual que la contiene es suficientemente opresiva como para construir un mundo de posibilidades, mundo contra el que atenta la propuesta de acercarse demasiado respetuosamente a los hechos (o al menos al texto de origen que los relata). Quizá eso sea lo que falta a El Informante: las buenas intenciones no sirven de nada sin vida, sin espontaneidad. Los conflictos morales y éticos que prevalecieron en la vida de Mark Felt (una vida bigger than life), curiosamente, quedaron fuera del cine. Y la vida, más grande que la vida, fuera de la pantalla.

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