El teléfono negro

Por Santiago Gonzalez

The Black Phone
EE.UU., 2021, 102′
Dirigida por Scott Derrickson
Con Ethan HawkeMason ThamesJeremy DaviesJames RansoneMadeleine McGrawE. Roger MitchellAndrew FarmerKellan RhudeRocco PoveromoTroy RudesealMichael Banks RepetaMiguel Cazarez MoraRebecca ClarkeJ. Gaven WildeSpencer FitzgeraldJordan Isaiah WhiteBrady RyanTristan PravongJacob MoranBrady HepnerParrish StikeleatherKristina ArjonaSheila O’RearNina Repeta

Una historia violenta

Existen dos versiones cinematográficas de Scott Derrickson.

Una que entiende que el terror proviene de la oscuridad del alma humana, ya sea como producto sociocultural, ya sea como producto psicológico de de una época determinada. Y que ese producto genera una violencia capaz de transmitirse a siguientes generaciones, sobre todo en los niños, que pueden llegar a ser peores que sus padres. Ese Derrickson también es un gran narrador que va entrelazando todos los elementos para crear significados y relaciones simbólicas entre personajes con apenas indicios. También sabe crear atmósferas terroríficas mediante distintas herramientas cinematográficas -en particular el sonido y el fuera de campo- y nos dio una de las mejores películas de terror de los últimos años, Sinister (2012).

Pero, claro, también está el otro Scott Derrickson, que es la contracara del primero. Esta versión trabaja con estereotipos y tramas rutinarias que están filmadas con desgano; y por lo general están vinculadas al trabajo policial antes que al terror, estrictamente. Supongo que esto se debe a que no le interesa pero a la vez siempre las incorpora en sus películas desde su debut en Hellraiser: Inferno (2000), película que estaba bien dentro de los confines de una saga mediocre. En otros casos esas decisiones se vuelven protagónicas, como en ese traspié que fue Deliver us from evil (2014), que fracasaba justamente porque no jugaba con los tópicos de los géneros (como un James Wan, por ejemplo), sino que se inmersa en sus lugares comunes para quedar atrapado en ellos, entonces… ¿para que volver?

En El teléfono negro conviven, como podrán sospechar, ambas miradas del mismo director. Tal vez por eso se sienta como una película irregular, imprecisa, incluso disociada. Por momentos se nos presentan muchas ideas que, a fuerza de repetición, caen por el peso de lo predecible y de lo rutinario. Curiosamente, esa limitación tiene un origen, una vara de competición: Derrickson vive a la sombra de Sinister y es con esta obra con la que dialoga (compite) constantemente. Desde tener al mismo guionista Robert Cargill quien incorpora videos filmados en super 8, hasta la aparición tanto de Ethan Hawke como de James Ransone haciendo de hermanos, hasta incluso trabaja con la idea de que un niño puede ser el peor de los villanos. Pero no solo radica en eso la comparación, sino, fundamentalmente, en los climas buscados.

El comienzo de El teléfono negro nos muestra parte de lo mejor del director, que es el juego con los detalles en la progresión de una narrativa clásica. El protagonista, un niño llamado Finnley, está marcado desde el principio a ser secuestrado por El raptor (Ethan Hawke), algo que podemos presuponer de inmediato. Sin embargo hay un plano simbólico que es enormemente mas sofisticado: todos los personajes varones con quien interactúa Finn terminan desapareciendo, si, pero en esas relaciones de amistad/hermandad/conocimiento está cifrada la clave del cuento moral de crecimiento que veremos luego (porque en el fondo estamos mas ante un coming of age que ante una película de terror hecha y derecha). Serán estos personajes quienes ayudaran al protagonista a escapar de El raptor (quien también tiene hermano, pero cuya relación es la antítesis de los vínculos que vemos entre Finn y sus amigos). Pero es Gwen, la hermana de Finn, tal vez, la verdadera estrella de la película. Gwen es el tercer vértice del triángulo entre el mundo de los vivos y de los muertos, la verdadera medium con el mundo sobrenatural. Será ella la que siempre defienda a su hermano y es también la que hará avanzar la trama y terminara solucionando el misterio. Pero sobre ella radica el costado más conmovedor de la película, ya que es una víctima, que como su hermano, deberá también aprender a crecer y a no negar sus capacidades, sino a explotarlas.

En la relación entre estos dos hermanos la película se construye durante su primera parte. Con una plena confianza en un clasicismo narrativo que se asemeja al de JJ Abrams, es decir, a un costado spielberguiano de fondo, Derrickson narra el día a día de los personajes para que empaticemos con ellos, que en este caso nos genera una corriente de empatía inmediata ya que ambos viven encerrados en sus inseguridades, en un pueblo lleno de rejas, con un padre alcohólico que los golpea. Sufren violencia desde distintos lados, si, pero también alientan cuando un bully es golpeado. En ese contexto saben que la única solución es la violencia a la vez que solo se tienen a ellos porque los adultos son ejemplos decepcionantes. En este punto no hay en El teléfono negro nada parecido a la bajada de línea de una agenda pacifiista. Bien por el contrario, es casi apologética de la violencia como modo de atravesar ciclos vitales para poder sobrevivir.

Si lo pensamos, desde su reivindicación de la educación emocional como un aprendizaje signado por la violencia, El teléfono negro podría relacionarse con It de Andy Muschietti, pero hay una diferencia importante: Muschietti no pareciera pensar demasiado en las implicancias que hay en estos actos violentos que comenten los jóvenes, se queda en la superficie. En cambio Derrickson si, es por eso que incomodan ciertas escenas. No tanto las de Ethan Hawke imitando a Michael Jackson en plan pedófilo soft, sino las de la violencia que viven cada día los personajes (una en particular la golpiza del padre a la hija es, incluso, difícil de ver).

Así las cosas, cuando todo parece que nos dirige a una gran película, aparece el otro Derrickson. Esa versión pone en boca de los personajes lo que va a ocurrir y así diluye todas las escenas suspenso, pero también las de terror, que salvando cierto jum scare, brillan por su ausencia. La revelación, que al principio podía funcionar en múltiples niveles, se convierte en un deus ex machina un tanto grosero, que es casi un insulto al género en el que se inserta. Básicamente el protagonista recibe llamados desde un teléfono negro desconectado que está en la habitación de su cautiverio. Desde el mismo los fantasmas de los muertos previos a manos del raptor le indican a Finn qué tiene que hacer, como si se tratara de un juego con niveles de dificultad y complejidad. El problema es que este mecanismo se agota rápidamente, abandona cualquier sugerencia y, a los pocos minutos, atenta contra el ritmo de la película. Por el contrario resulta mas noble y entretenido el conflicto de su hermana, que tiene que lidiar con su padre, con la desaparición del hermano y con ciertas visiones que tiene y que van a ayudar a resolver el conflicto, como mencionamos antes. También están, para sumar lugares comunes al policial, los malditos policías en una subtrama que con el fin de darle alguna vueltita al asunto termina generando el efecto contrario. Para peor Derrickson tiene tan poco interés en esto que lo resuelve de la manera más vaga posible, ignorando el cine por las soluciones convenientes de guion. 

Hacia el final, no obstante, con el último plano, Derrickson se acuerda del cuento moral que narra, de la violencia, de la furia y el sonido, que a muchas generaciones educaron, incluso contra su propia voluntad. Finn ha crecido, pero el costo fue alto.

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