Elvis

Por Agustín Campero

Australia, 2022, 159′
Dirigida por Baz Luhrmann
Con Austin Butler, Tom Hanks, Olivia DeJonge, Richard Roxburgh, Helen Thomson, David Wenham, Kelvin Harrison Jr., Kodi Smit-McPhee, Dacre Montgomery, Luke Bracey, Xavier Samuel, Kate Mulvany, Natasha Bassett, Charles Grounds, Leon Ford, Josh McConville, Adam Dunn, Gareth Davies, Elizabeth Cullen, Melina Vidler, Yola, Christopher Sommers, Alton Mason, Chaydon Jay

Museo de cera

Elvis es una paradoja galopante. Básicamente porque Elvis es cualquier cosa menos una película sobre Elvis. En todo caso lo que ha hecho Baz Luhrmann es una película es sobre el estereotipo de Elvis. Es sobre el estereotipo de todos los personajes reales que giraron alrededor del verdadero Elvis. Es una invención de Morel todavía más atroz que la novela de Bioy. Reproduce al infinito la proyección del movimiento sin gracia de muñecos de cera de un tren fantasma de feria. Probablemente la feria del “Coronel” Tom Parker de la película de Bar Luhrmann. 

Si la historia del “Coronel” que cuenta la película es cierta, esta obra es entonces la proyección que hubiera deseado ese personaje. Inerte, amorfa, inofensiva, aleccionadora, cómoda, promedio, complaciente, tranquilizadora. Políticamente correcta, impotente. Pero además es insignificante y mortuoria.

Tenemos un Elvis de un solo plano. Un talento inexplicado que es víctima de la avaricia y las trampas de su representante. De principio a fin. Y salvo los últimos planos es siempre flaco, bello y elegante. Nunca ridículo, nunca pastiche, nunca grandilocuente. Todo lo que sí fue, alguna vez, Elvis. 

El drama físico del verdadero Elvis, eso que está tan presente en todos los registros de su vida, está ausente salvo en el inevitable final. La relación con la cultura estadounidense está dicha, transitada, mostrada y ejemplificada. De un modo consistente con la lógica del tren fantasma de feria: vemos los personajes, escuchamos algo de las canciones, pero no está encarnada en la película. La película desaprovecha uno de los grandes períodos musicales de la historia de la humanidad, que es la confluencia del blues, el gospell y la música folk para derivar en el rock and roll. Sí, están Hank Snow, B.B. King, Little Richard, Big Mama Thornton, el sello Sun, pero aparecen como parte del check list obligatorio de lo que tenía que aparecer para que el tren fantasma fuese lo más consistente posible con las historias que se conocen. 

Con ellos, y con Elvis, se desaprovecha el mayor recurso: la música. Otra vez con la misma lógica, acompañan el devenir de la biografía y no son el tema, o uno de los temas principales. Es difícil no salir cantando una canción o atravesados por algún momento musical de la vida de Elvis, y Luzman lo logra. Inesperado en el autor de Moulin Rouge!, pero con esta película se decidió a no aportar nada nuevo y a quedar bien con todo el mundo. A tranquilizar con su visión de Elvis. 

Lo peor, lo más molesto de la película es el “Coronel” Tom Parker. Un personaje sin sorpresas. Ya desde el comienzo Luzman atropella con una versión concentrada y desatada de la actuación de Tom Hanks. Toda la película está resumida en su mueca uniforme y falsa que se muestra en los primero diez segundos. Luzman repite en loop la aparición inicial, el mismo tono, los mismos problemas. Sucede igual con todos los personajes. Y funciona como un espejo de la propia obra del director. Recurre al trazo grueso de su mejor obra (Mouline Rouge!), una y otra vez el pastiche musical para hacerlo más digerible a la música popular actual, una y otra vez los zoom visuales a las situaciones, el brillo de la bijouterie de fantasía repetidas hasta el cansancio. 

Elvis es, además, una película anticlimática. Plana de principio a fin. Todo lo contrario a la historia y al personaje. Al surgimiento del rock y a la cultura popular norteamericana de aquella época. 

Elvis, la película, se repite aquel agotamiento cinematográfico del personaje del rock que padeció el propio Elvis en vida. Toda la película funciona como la escena de los esquís filmada dentro del estudio. Aunque, al menos, esa escena tenía algo de humor y de gracia. 

Ganaron los puritanos. En esta película aquel personaje extraordinario es un promedio. En Elvis no hay ni un solo plano de verdad, ni ningún rastro de aquel genio que cambió la historia. 

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