Emboscada final

Por Gabriel Santiago Suede

The Highwaymen
Estados Unidos, 2019, 132′
Dirigida por John Lee Hancock.
Con Kevin Costner, Woody Harrelson, Kathy Bates, John Carroll Lynch, Kim Dickens, Thomas Mann, William Sadler, W. Earl Brown, Emily Brobst y Edward Bossert.

Tiempo nuevo

“Nada debería salir mal si Costner y Harrelson forman parte”. Ese apotegma no es exclusivo de esos dos últimos exponentes de una tradición actoral (aunque quizás esta hipérbole le quepa mejor a Costner que a Harrelson, pero no importa), pero cuando se produce un encuentro de titanes semejante hay que tener un cierto respeto. El asunto es que algunas tradiciones no vienen solitas y hasta, les diría, es bueno apuntalarlas. Si dos actores de estirpe y gestos sobrios, de formas discretas son los que van a encabezar, la lógica es que quien dirija también tenga algo de ese bajo perfil. La vieja crítica autoral definía a esos directores, con capacidades como para dar una impronta personal leve pero presente, con el sutil mote de “artesanos competentes”. Al guionista de Un mundo perfecto y de Medianoche en el jardín del bien y del mal le cabe perfectamente bien el mote. Porque tanto su trabajo como guionista asi como el de director supo caracterizarse por esa sobriedad que tienen los artesanos que solo buscan hacer bien su trabajo.

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En alguna medida, The highway men (título cargado de una poesía práctica que nada tiene que hacer al lado del adefesio de la traducción al mundo hispano, Emboscada final) muestra algo de esa obsesión con el tono bajo, con el perfil casi invisible. No solo en el estilo narrativo, de un clasicismo tan acerado que asusta, sino en la ética de sus personajes, que son hombres del hacer antes que del pensar o de la conciencia. Esa idea, el hacer sin mirar atrás, no parece pertenecer a esta época, sino a un mundo en el que la corrección política no marcaba el pulso. Esos dos duros que componen Costner-Harrelson funcionan entonces como un anclaje a un pasado que no podemos entender y al cual buscamos señalar con el mote fácil de “fascista”. Pero, como siempre decimos, no podemos asignar a la ideología de los personajes de una película la ideología global de la misma.

Hay algo de operación borgeana en la elección del punto de vista alternativo al mito. Pero contrario a un discursillo revisionista, en la película jamás se carga con la idea de “contar la verdadera historia”, sino que se construye una idea bien noble y directa: no hay historia verdadera o falsa, en todo caso lo que hay es mito y relato y del otro lado, hechos. Por eso en ningún momento nos vemos frente a la mitificación de los policías que atraparon (asesinaron, a decir verdad) a los asesinos Bonnie & Clyde, asi como tampoco se nos expone a la desmitificación cínica al estilo y cuenta de los hermanos Coen. La sequedad de The Highway men se apoya en unos hechos no demasiado felices, en unos personajes no particularmente heroicos y en unos hechos no particularmente destacables en una época más bien poco memorable. Desde esa perspectiva el tono narrativo de la película no pudo ser más adecuado: el gris de los términos medios y la desarticulación de los manierismos terminantes.

The Highwaymen

Bajo estas circunstancias, en donde el tono medio, la baja intensidad, el principio de los datos y los hechos por sobre los relatos, son lo que predominan, la película se ve y se siente como una anomalía fuera de su época, como si en el fondo no tuviera nada que hacer en este presente, como si en realidad se sintiera un tanto incómoda por su andar cansino, por su falta de estridencias, por su clasicismo de manual (en el mejor sentido). Su invisibilidad, la de su discurso audiovisual, es casi eastwoodiana. Por eso, al tener detrás a un artesano competente -y no a un autor consagrado- produce un efecto de extrañamiento, como si en el fondo pudiera haber más para contar y otro tono posible pero algo se lo prohibiera a la película.

Así y todo, con su clasicismo anti-retro, con su manejo de la narración sin especulaciones de moda, hay algo que se mueve en el interior de la película, como si hubiera una pieza suelta en el interior de un automóvil recién salido de la concesionaria. Posiblemente esto se deba a la presencia de personajes que nunca terminan de encontrar su lugar y su tono adecuado. Pero hay algo más que un problema de tono. La presencia del componente de culpa, hacia el final, previo al asedio de Bonnie & Clyde, resulta extraño. No porque no estuviera previamente, sino porque parece ser el único modo que la película encuentra para que el asesinato y posterior restitución del orden se haga más tolerable. El problema es que toda la película no hizo más que prometernos actividades y prácticas que pueden ser una pesadilla para quienes las vemos pero no necesariamente para quienes las practican.

Highwaymen Movie

De todas maneras, la película de Lee Hancock es una rareza extraordinaria, a contrapelo, notable por su contención y por su economía de recursos. Pero también por la valentía de ceñirse a los hechos, que es el camino para que se desmaterialicen los mundos de héroes y de los villanos de cartón pintado. Frente a esos mundos cada vez más instalados y reforzados por la corrección política, la película de dos policías que hacen un trabajo de mierda es, por lo bajo, una pequeña rebelión, incluso aunque parezca que solo estamos ante una película más del nuevo rey midas del cine (en casa).

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