#DossierRefugio – Fat City

Por Andres Cappiello

Fat City
Estados Unidos, 1972, 100′.
Dirigida por John Huston
Con Stacy Keach, Jeff Bridges, Susan Tyrrell, Candy Clark y Nicholas Colasanto

En la lona

Por Raúl Ortiz Mory

“Incluso antes de empezar tu vida, sirves a los gusanos”, le dice Billy Tully (Stacy Keach) a Ernie Munger (Jeff Bridges) en la barra de un bar mugroso cuando miran a un anciano que se juega los descuentos mientras sirve café. Ambos son boxeadores y están en momentos complicados. Tully, reo del alcohol y presa del tormento causado por sendas frustraciones amorosas, representa fielmente a la promesa que nunca se consolidó, por más que anuncia, persistentemente, un épico retorno al cuadrilátero. Munger, traza al púgil novato que prematuramente forma una familia y alterna combates amateurs con jornadas de recolección de alimentos en calurosos campos de cultivo. Desde cualquier perspectiva estamos ante dos perdedores natos. Dos desconocidos sin ubicuidad que viven oprimidos en Stockton, una ciudad poblada por personajes arrastrados por la rutina y la decadencia. Tully y Munger son Stockton. Y Stockton es Fat City, la pequeña obra maestra de John Huston.

Basada en el libro de Leonard Gardner, la película de 1972 no es un relato exclusivo sobre dos boxeadores que se ganan la vida a mamporros. Huston adapta una historia a la medida de la perspectiva que marcó buena parte de su filmografía: dando la contra y destacando la figura de los perdedores irredentos. Habían pasado 10 años y pocos meses desde el rodaje de The Misfits -ese desconcertante ejercicio iconoclasta de la belleza cinematográfica- y los estudios no se fiaban –hasta hoy no se fían- del pulso de un viejo hacedor de películas con clase. Huston sabía que Fat City no alcanzaría a romper la taquilla, ni siquiera que fuera a convencer a la crítica. Huston vuelca pesimismo y eso no vende. Huston descarna los estertores de un poblado detenido en el tiempo, desnuda los efectos del mestizaje producidos por las migraciones; pero, sobre todo, Huston otorga sensibilidad a personajes corroídos por la desidia.

¿Puede ser más hondo el hoyo de la tragedia humana? Vivir en un hotelucho sin saber si al día siguiente habrá un desalojo por no pagar la noche, vivir con una mujer alcohólica que genera dependencia afectiva a la que se quiere salvar cuando ni siquiera uno mismo puede salvarse, vivir sacudiendo árboles de nueces para ganar pocos dólares que luego serán gastados en cerveza, vivir pensando en que la efímera gloria pasada puede cubrir el presente patético para sentir algo de valía pública, vivir pensando en un estado de confortabilidad para saciar la convención social -esposa, hijo y perro-, todo ese cálculo de posibilidades erradas son las que Huston vierte como agua caliente en Tully y Munger. Cada quien a su estilo, sortea y se hunde en su propio marasmo, pero es el ensayo error el que transforma las pocas, muy pocas, ganas de sacar la cabeza del fango. Ni Munger, la esperanza del boxeo (¿de la convención social?), se salva. Huston apunta a todos y desestabiliza desde cualquier frente.

Oma -la alcohólica depresiva que llega a convivir con Tully-, Earl -el impasible marido de Oma que soporta todo de forma estoica-, Faye -la novia de Munger que ansía formar un hogar donde los estereotipos de una sociedad machista son “naturales”- o Rubén -el entrenador fanfarrón que solo se rige por la ley de las monedas en detrimento de sus boxeadores-, están incrustados por Huston como satélites que dan vueltas para alterar las reacciones de la pareja protagonista. Sin embargo, el viejo director se da maña para trabajarlos como elementos que adquieren independencia, traspasando la linealidad original que les provee la novela de Gardner. Oma (Susan Tyrrell) debe ser una de las borrachas mejor interpretadas de la gran pantalla, un elemento que afecta y se deja afectar para generar nuevos rumbos en el planteamiento de la historia.

Fat City no es The Set Up (Robert Wise, 1949), mucho menos Somebody Up There Likes Me (también de Wise, 1952), ni siquiera es una película de boxeo -son pocas las escenas de combates o entrenamientos-. Se trata de un filme donde la degeneración y la caída del hombre se materializan en un entorno que funciona como un espiral que absorbe y engulle. Fat City es el deterioro irreparable de la condición humana sin la mínima opción de salvación, es la imposibilidad de la redención.

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter