Festival internacional de Cine Mar del Plata 2017: Introducción a la Post-cobertura

Por Federico Karstulovich

El arrullo del lobo

Por los editores de Perro Blanco

La trigésima segunda edición del festival internacional de cine de Mar del Plata no tuvo nada especialmente distinto que la haga merecedora de esta introducción a nuestra cobertura (les recordamos que nuestro estilo patentado nos hace recomendarles en la previa al festival, realizar coberturas diarias durante los festivales y finalmente seleccionar un grupo de películas destacadas para la post-cobertura, si, como si fuera una torta…o un alfajor de Manolo, vaya uno a saber). Hubo cambio de autoridades, un responsable nuevo (Peter Scarlett) no recibido sin cierta resistencia previa, pero a la vez una continuidad de equipos (en programación y en catálogo). En este sentido, el festival de Mar del Plata pudo haberse transformado, si, pero terminó bastante parecido a si mismo, quizás sin los oropeles de “tiremos manteca al techo” de la edición de 2015, edición que estuvo fuertemente atravesada por una apuesta política en el oficialismo de turno de aquel entonces. En este caso el festival parece tener una mirada estrábica: por un lado mantener lo logrado pero por otro empezar a realizar algunos virajes en el orden de lo institucional y/o burocrático. Por lo pronto el resultado actual es el de una continuidad sin mayores o menores fisuras, pero con un horizonte de modificaciones a la vista. Veremos. Como buena parte de la planificación de la vida cultural en Argentina, todo pende de finos hilos con decisiones.

El festival de Mar del Plata de este año apostó a ciertas confirmaciones en lo que hace al perfil del cine argentino, se hizo fuerte a su vez en las retrospectivas (mientras siga descubriendo directores de Europa del este como el caso de Zilnik o como algunos años atrás había sucedido con Aleksei German, no nos quejaremos, jeje), tuvo una competencia atendible e interesante y secciones paralelas lo suficientemente atractivas como para no perder el prestigio ganado. Pero al mismo tiempo no fue deslumbrante (comentario que se escuchaba por los pasillos, por los cines, por la rambla). Y en este sentido pareciera darse una experiencia compartida con su primo porteño, el Bafici. Se trata de grandes eventos, instalados social y culturalmente pero a la vez con limitaciones propias de el peso histórico de sus antecedentes. En el caso del festival de Mar del Plata hablamos de un festival que durante años (nos referimos a segunda etapa, post 1996) buscó denodadamente un perfil propio que con los años terminó por encontrar. Bueno: al menos desde hace más de una década cuenta con esa identidad ya consolidada. Quizás la pregunta que se abre actualmente es cuáles son sus perspectivas, si es posible una evolución, si se puede hablar de consolidación o cuando el perfil se mantiene constante también es factible evaluar el estancamiento como posibilidad. Por lo pronto no pretendemos resolver ese interrogante ni hoy ni ahora. Pero si preguntarnos por lo que viene.

Esta introducción busca, tal como lo hicimos con el Bafici en su momento, presentar el grupo de críticas que proponen un intento por volver a esas películas que fueron vistas en el festival de la ciudad del lobo marino, los alfajores y varias cosas más. Comenzamos.

Ahora le toca el tiempo a pensar lo que vimos. Con ustedes, el post-Mar del Plata 2017.

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