Frantz / Personal shopper

Por Federico Karstulovich

Frantz
Francia-Alemania, 2016, 113’
Dirección: François Ozon.
Con Pierre Niney, Paula Beer y Ernst Stötzner.

Personal Shopper 
Francia-Alemania, 2016, 105′
Dirigida por Olivier Assayas
Con Kristen Stewart, Lars Eidinger, Sigrid Bouaziz, Anders Danielsen y Ty Olwin.

Ropa usada, ropa vieja

Por Federico Karstulovich

Hay, en alguna medida, en todo rasgo de contemporaneidad cinematográfica, un gesto, una marca que dice algo sobre el pasado, precisamente para no repetirlo, pero a la vez para dialogar con él.
El cine contemporáneo es, también, una ventana abierta a muchas posibilidades, que bien trabajadas hacen del pasado algo extraordinario y nuevo, precisamente ahí, entre las cenizas de lo viejo que no se muere pero con otra cara.

Una de las maneras cinematográficas de pensar al pasado, como toda operación de revisión, viene con esa práctica dudosa conocida como ejericicio de estilo. El mismo, si ponemos atención, no es otra cosa más que la réplica de formas, procedimientos y modos de una época, como una suerte de imitación impersonal. El ejemplo más claro lo podemos ver con una película como El artista (Michel Hazanavizius, 2011)
Otra de las formas viene con la práctica de la remake, que no es otra cosa que intentar actualizar (no cronológicamente, sino filmicamente) lo ya filmado en una nueva versión (personal o impersonal poco importa). Un ejemplo de esto lo podemos ver con una película como King Kong (Peter Jackson, 2005)
Una tercera supone la mezcla, la superposición, el pastiche de elementos varios que cruzan anacrónismos varios, generando algo nuevo. Suspendiendo el pasado pero también suspendiendo el presente. Un ejemplo magnífico de esto lo podemos ubicar en una película como Moulin Rouge (Baz Luhrman, 2001)
No obstante hay una práctica diferenciada, que es una de las formas manifiestas de la postvanguardia. Esa práctica es la de la revisión. Es una práctica que reconoce al pasado y la relación que con él se establece pero lo hace de forma lateral, como si el pasado fuera una nota al pie de un texto presente.

Dos directores franceses contemporáneos oscilan entre esas ideas. Pero el estreno con pocas semanas de distancia de Frantz y Personal shopper resultaron especialmente interesantes para contrastar algunos de estos fenómenos de relación cinéfila con el pasado.

La película de Ozon (un director ecléctico, irregular pero fundamentalmente pagado de si mismo) no solo no asume riesgo alguno consigo mismo (otra vez las mismas marcas de autoconciencia del relato dentro del relato, otra vez la fabulación como centro o los personajes que se engañan a si mismos y/o a los espectadores) sino que recala en un material ya filmado (Broken Lullaby, Ernst Lubitsch, 1932) para abordarlo con un respeto y una literalidad apenas intervenida por su propia marca personal. El resultado, a la vista: una operación impersonal, que en el proceso de apropiación no hace otra cosa más que replicar los lugares comunes de la obra de Ozon como director. Sin riesgo, sin perspectiva, sin cambios. El cine de Ozon es cambiante, ecléctico, si, pero es viejo y está muerto.

El caso de Assayas es distinto, porque no hace otra cosa que dialogar cinéfilamente con buena parte del cine que más ama, pero lo hace con una perspectiva sutil y lateral. Esa decisión hace de una película como Personal shopper uno de los casos más difíciles de abordar en la obra del director.
Primero y principal porque su relación con el pasado y los géneros es lo suficientemente conflictiva como para hacerlos formar parte de un régimen narrativo estable. No, en PS los géneros y los problemas narrativos son líneas que funcionan en paralelo y que dialogan alusivamente (el componente fantástico de historia de fantasmas dialoga con el thriller erótico-hitchcockiano a la vez que dialoga con el costado neorrealista de película de personaje vagabundo que a su vez dialoga con la película sobre el personaje en búsqueda de una definición sexual para su vida). Es asi que la película se presenta menos como una reconstrucción de las marcas del pasado y los géneros que como un simple juego de parecidos, en donde nada cierra pero en donde todo dialoga implícitamente. El problema es que Assayas construye un arbol que ramifica como quiere, por lo que cada rama abre nuevos caminos, lo que inevitablemente provoca el hastío de parte de muchos espectadores.

Ozon avanza a pasos firmes, pero lo que hace es cada vez más viejo y gastado. El pasado se lo termina comiendo. Assayas, en cambio, hace un cine del futuro. Entre las experiencias de ambos encontramos a buena parte del cine francés de autor que nos llega. Assayas se pone algo viejo y parece recién salido, Ozon se pone algo usado y se ve viejo. El cine contemporáneo tiene esas trampas de la edad.

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