Granizo

Por Amilcar Boetto

Argentina, 2022, 118′
Dirigida por Marcos Carnevale
Con Guillermo Francella, Romina Fernandes, Peto Menahem, Laurita Fernández, Martín Seefeld, Nicolás Scarpino, Viviana Saccone, Eugenia Guerty, Norman Briski, Pompeyo Audivert, Juan Tupac Soler, Carla Pandolfi, Los Palmeras

Un mundo chiquito

No considero que el problema central de Granizo sean las actuaciones exageradas, casi llevadas  al grotesco de Laurita Fernández o de Peto Menahem, ni el acento cordobés trucho de Romina  Fernandes. Tampoco creo que sean los agujeros enormes que el guión tiene a primera vista (¿por  qué nos muestran todo el drama del taxista interpretado por Menahem viajando hacia Córdoba,  peleándose con el seguro y con su mujer, si luego lo van a resolver en una escena muy corta en la  que Francella lo calma únicamente con palabras?), ni las formas casi insultantes de representar a  los porteños (aquellos dos taxistas que comen en la costanera) o a los gauchos (el vestuario, el  poncho, el mate, la utilización de la palabra carajo incesantemente). Ni siquiera creo que sea el  drama, presentado con un flaschaback que en realidad es solo una voz over, de su mujer muerta  por un rayo como justificación de por qué Miguel Flores decide dedicarse a la meteorología y la  escena en la que habla eso con su hija. Diría que incluso la concepción misma de la película, la  de un meteorólogo estrella (¿en qué realidad podría suceder eso? ¿qué realidad presenta la  película para que eso pueda llegar a suceder -en definitiva es el mismo mundo que el nuestro  solo que con un meteorólogo estrella que se hizo famoso por decir el clima-?) Que falla y es  odiado masivamente por eso, sigue sin ser el problema principal de la película de Carnevale. 

El problema principal que parece haberse inadvertido tanto en la producción de la película como  en las pocas críticas que leí hacia ella, es el hecho deliberado de que el personaje de Miguel  Flores no cambia ni un poco a lo largo de la película. Y no es por ponerme excesivamente clásico  (ya a esta altura podríamos decir conservador sin ningún pelo en la lengua) a la hora de exigir que  los personajes deben tener un arco, sino que la película se plantea como una curva de  aprendizaje para el personaje que si uno mira con no demasiada atención nota que no está.  Cuando le erra al pronóstico al principio, se enoja con vehemencia en una clara demostración de  lo lastimado que está su orgullo (el momento de mayor enojo es cuando ve el programa sin él y  con Laurita Fernández en las televisión). Lejos está de tomar conciencia de los destrozos que la  tormenta provocó y preocuparse por la gente que perdió sus pertenencias o sus mascotas o  salieron lastimados. Luego, cuando visita al gaucho-adivino, este le marca su error: querer ser  famoso y rico en lugar de preocuparse por las personas, le muestra el pronóstico y le pide que  vaya a avisar para que la gente no se lastime, pero que no olvide que lo está haciendo por ellos,  no por su prestigio. Pero, cuando Miguel anuncia la eminente catástrofe y esta sucede, a Miguel  le sale una sonrisa, disfruta de la tormenta y de los daños provocados, porque esta vez si lo había  pronosticado. Se me podría refutar que hay un momento en donde, escondido abajo de una  mesa, visualiza los daños de la tormenta, como si su cara de preocupación combinada con los  destrozos en montaje generara el efecto de conciencia en él, pero esto es rápidamente  contradicho cuando vuelve a sonar la canción que sonó en la secuencia de montaje inicial y se lo  ve a el preparándose para seguir siendo una estrella con una sonrisa de oreja a oreja. Y peor aún:  cuando le envía al gaucho que muy claramente le dijo que renegaba de esas cuestiones, a los  medios de comunicación a entrevistarlo, y el gaucho, lejos de sentirse ofendido, se peina  canchero para su momento de fama. 

Es como si, en el limitadísimo universo de Marcos Carnevale no existiese nada que no se pudiese  comprar, y estar en la televisión es lo único que importa. La autocomplacencia (la película está  producida por Kuarzo, la gente que produce PH: Podemos Hablar, Corta por Lozano, El Show del  problema, produjo Cuestión de Peso, es decir gente casi exclusivamente dedicada a la televisión)  se vuelve total cuando aparecen los cameos de los famosos de la televisión argentina en un acto  de autocelebración grosera.  

No hace falta pensar mucho para entender lo detestable que es el personaje de Francella (un  padre que abandona a su hija para ser famoso y que solo vuelve a ella cuando no le queda otra  opción, y que luego, en lugar de aprender de que su distancia no le hizo bien a la relación, vuelve  a llevar la misma vida, solo que, a través de un mensaje de WhatsApp le dice que la quiere y que  la verá el fin de semana), a pesar de que la película insista en celebrarlo, y tampoco hace falta ser  muy brillante para entender como la película desprecia al resto de las personas que no son del  mundo televisivo (la mujer del taxista, bruta e ignorante, que solo sabe gritar -entiendo que la  dirección de actores no le debe haber dado ni una herramienta a la pobre Eugenia Guerty porque  su registro es sorprendentemente unidimensional- es un claro ejemplo de esto) pintándolos como  gente manipulables hasta el hartazgo por los medios y con una vida muy mediocre que solo pasa  por comentar lo que pasa en la televisión, sin que los espectadores podamos indagar aunque sea  algo interesante que sucede detrás de la puerta de cada porteño (el único personaje que me resulto algo simpático en este sentido es el padre de Eugenia Guerty, claramente inspirado en el  abuelo de Stan de South Park). Ante todo esto, lo único que me queda es la confirmación, una vez más, de lo vetusta y  retrograda que es la televisión argentina, todavía creyendo que tienen influencia sobre un público  que cada vez los consume menos, y en lugar de tomar conciencia de ello, lo que hacen es  insultar a las nuevas tecnologías (el conflicto celulares-meteorologo es casi el mismo que  conductores de TV-streamers) demostrando aún más su profunda ignorancia y desconexión con  las personas que habitan este país. Y no, que hayan metido a un taxista a decir porque yo ahora  veo series, no los hace conscientes del problema, es más, por la manera de retratarlo, como  alguien que no escucha al otro y que no para de ser molesto, pareciera que la película evidencia  su posicionamiento, del lado del nefasto personaje de Francella.

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