Halloween Kills

Por Mariano Bizzio

EE.UU., 2021, 105′
Dirigida por David Gordon Green
Con Jamie Lee Curtis, Judy Greer, Andi Matichak, Will Patton, Anthony Michael Hall, Thomas Mann, Nick Castle, James Jude Courtney, Kyle Richards, Robert Longstreet, Dylan Arnold, Stephanie McIntyre, Omar Dorsey, Charles Cyphers, Niko El Santo Zavero, Nancy Stephens, Jibrail Nantambu, J. Gaven Wilde, Brian F. Durkin, Salem Murphy

Será que no me amas

Los slashers, como ejemplos del mayor arte popular, que es el cine, tienen una injusta carga sobre sus espaldas. En buena medida, cuando se los soslaya por ser entregas adocenadas de muertes, hay algo de cierto y justo (con buena parte de los exponentes de este subgénero), pero al mismo tiempo hay algo completamente injusto, porque también pueden ser algo más o algo menos. Cuando los slashers quieren ser algo más de lo que son, observan hacia adentro de su propia historia. Cuando quieren ser menos de lo que son, observan hacia afuera. La mirada centrípeta nos ha entregado slashers reflexivos como la saga Scream. La mirada centrífuga nos ha regalado slashers depurados, concentrados en la imagen, en el mito, en pocos elementos. Es el caso de la Halloween original, dirigida por el más experto y depurado de los directores de terror neoclásicos: John Carpenter. En el primer caso la información nos vuelve cómplices. Cuando la mirada es centrípeta, lo que importa es la historia y el pasado. Cuando la mirada es centrífuga lo que importa es el mito y el futuro.

Dónde se para Halloween Kills frente a todo esto? En un lugar entre el más allá y el más acá, con una mirada estrábica. Porque un ojo decide rizar el rizo de ricitos de oro, es decir, jugar con la autoconciencia como único objetivo. El ojo restante se obsesiona con borrar la existencia del pasado, con hacer de cuenta que Michael Myers no hubiera nacido. Y pretende pensar que entre la primer entrega y esta hubiera una línea directa, como si se nos propusiera olvidar las secuelas penosas. Cine de reescritura, el de David Gordon Green, al mismo tiempo, no ejecuta el psicologismo de las dos entregas de Rob Zombie (de 2007 y 2009 respectivamente), sino que en la primer entrega de este segundo reboot (no casualmente denominada Halloween, de 2018: Candyman 2021, rigns a bell?) DGG jugaba a revivir al mito, intentando generar la conexión con un personaje que había sido revisitado y rematado una y mil veces.

Este ejercicio, por lo pronto, ya había sucedido una y otra vez a lo largo de la historia del cine (en general) y del terror (en particular). En algún momento en la transición del pos-clasicismo retornaron las viejas figuras del terror del Hollywood clásico. Al momento de la modernización de las figuras clásicas con la modernización de los 60s se retornó al gótico. Al momento de plantear la transición hacia los 70s se volvieron a recuperar los mitos desde una perspectiva crepuscular (desde Targets hasta The House of the long shadows, desde The Funhouse a La hora del espanto). De la misma manera Scream revisitaba a los slashers de los 70s y 80s. Y The Cabin in the woods revisaba el terror de los últimos 30 años. Siempre se vuelve, siempre se retorna. El problema es cómo. En este sentido, la actitud de Halloween Kills resulta más festiva cuando da rienda suelta al recorrido (y material) de muertes, sangre, tensión, persecuciones. Pero resulta densa, pesada, falsamente reflexiva, solemne en su cinefilia, cuando recala no solo en la historia del personaje de Myers sino cuando recupera tópicos propios del slasher. Pero para peor lo hace cuando intenta cumplimentar algo que se intuía como cita (a M, de Fritz Lang), pero que se impone como “comentario social” del presente. Me refiero al momento en el que el slasher físico da paso a el comentario social sobre la justicia de mano propia. En ese momento nos preguntamos: qué quiere narrar DGG?

Pero Halloween Kills también puede verse como una película de transición entre la entrega de 2018 y la que vendrá en 2022. Y es ahí que podemos preguntarnos si su director no está pensando mientras filma, si no está planteando la transición de los matreiales y deliberadamente se ha propuesto una película híbrida entre dos mundos.Si respetamos eso, inclusive, podemos arriesgar y salirnos de los lugares comunes. Y pensar a la saga (y a Halloween Kills en particular) como un melodrama sobre una obsesión romántica. Porque si el romanticismo acepta en su interior la contradicción del horror y la fascinación al mismo tiempo, bueno, por qué no pensar el ejercicio de la saga como el de un baile inacabado entre dos a matarse? Ese baile revelaría otras zonas en las que la película no sabe y no puede entrar: las del encuentro concreto entre los amantes sin resolución. Ni contigo ni sin ti, el ethos romántico de Halloween Kills nos suprime ese encuentro, ese gesto decimonónico. Pero preserva el mito del amor obsesivo (pulsión destructiva si las hay) con un sujeto sin cara, que como Drácula, ha atravesado océanos de tiempo para encontrar a su amada. Ahí, en esa lectura patológica, la película de David Gordon Greene pide retornar al encuentro final. Como si se tratara de un melodrama de desencuentros, de fantasmas y de retornos, quizás DGG no sabe que lo que está contando todavía no nació y es futuro. Pero al mismo tiempo es pasado, porque sus ribetes de repetición reverberan en nosotros con formas inauditas. El despecho y la obsesión amorosa tambien pueden ser ejercicios criminales. Por eso todo melodrama en el fondo tiene algo de terror. Veremos si DGG toma conciencia de esa persistencia y depura su objeto final en 2022, cuando entregue Halloween Ends.



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