Isabella

Por Marcos Rodríguez

Argentina, 2020, 81′
Dirigida por Matías Piñeiro
Con María Villar, Agustina Muñoz, Pablo Sigal, Gabi Saidón, Ana Cambre, Guillermo Solovey, Tom Cambre Solovey, Alberto Suárez

Aire

Isabella, la anteúltima shakespereada de Piñeiro, no solo me resultó linda, sino que me trajo un cierto alivio. Si bien nunca fui un devoto de Piñeiro, tampoco puedo negar que por momentos sus imágenes resultan hipnotizantes. Es cierto que no he visto a otros que filmen como él, y esa singularidad debe ser interesante, pero también es cierto que sus películas se me escurren entre las manos apenas termino de verlas. Mientras estoy frente a la pantalla, puede producirse algún hechizo (no siempre, pero a veces), pero terminado el hechizo descubro que no me interesaron nada. Esto era particularmente evidente con sus películas basadas en Shakespeare (que son casi todas las que hizo, si no me equivoco): un momento etéreo de cine que se desvanece en el aire.

Ahora llegó Isabella, según decían, la más “experimental” de sus películas. Primero: lo de experimental es bastante dudoso, por varias cuestiones que no me interesa analizar. Pero sí es cierto que, dentro de un parámetro ya bastante abstracto, esta parece ser su película más abstracta: hay largas secuencias de colores que se mueven, hay fragmentación, prácticamente no hay historia (antes tampoco es que hubiera tanta, pero por lo menos había una línea clara). En Isabella la única línea temporal clara es el cuerpo de María Villar. Lo demás son repeticiones, variaciones, juego sobre el juego. Todo lo cual no es nada nuevo.

La gran revelación personal que fue Isabella para mí es la medida (escasa) en la que se relaciona con el texto de Shakespeare. Hay algunas escenas (pocas) de Medida por medida que se repiten algunas (pocas) veces, y la cosa termina ahí. Como siempre, Piñeiro está interesado en sus actrices más que en crear personajes y esto es particularmente evidente en su nueva shakespereada. Como viejo tipo de Letras, vengo a descubrir que una de las cosas que me molestaba en las anteriores shakespereadas era precisamente que se planteaban como un juego sobre las obras de Shakespeare (canchero, claro, personal y muy moderno) pero con Shakespeare tenían que ver poco y nada. Las actrices de Piñeiro repetían parlamentos de sus obras pero bien podrían haber estado recitando la guía telefónica. Claro, sus bocas y sus voces no hubieran sonado tan hermosas solo recitando un listado alfabético de nombres y si hay algo que está claro es que Matías Piñeiro tiene un ojo afilado para la belleza. Por lo menos para una cierta belleza.

En Isabella, en cambio, la excusa Shakespeare termina de diluirse sin culpas: hay dos actrices que recitan algunos parlamentos de Medida por medida, pero lo que importa es definitivamente otra cosa. Vemos a las actrices actuar y ahí está todo. No en qué dicen. Liberada de la excusa Shakespeare, la película de Piñeiro se entrega plenamente la abstracción: belleza por todos lados, colores púrpura, piedras, actrices, reflexiones sobre la incertidumbre.

La cosa flota en el aire y eso era lo que buscaba plasmar.

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