Kong: La Isla Calavera

Por Andres Cappiello

Kong: La Isla Calavera (Kong: Skull Island)
Estados Unidos, 2017, 120′.
Dirección: Jordan Vogt-Roberts
Con Tom Hiddleston, Brie Larson, Samuel L. Jackson, John C. Reilly, John Goodman, Corey Hawkins

La imaginación al poder

Por Marcos Rodriguez

Un hombre, herido, perdido en una isla tropical, aislado de sus compañeros, toma agua en un lago. A lo lejos se mueve algo en el agua; él no lo ve, nosotros sí. Poco después aparece caminando por el lago un gigante peludo. Kong viene herido, se detiene cerca de la orilla y el hombre, escondido, lo mira. Kong sangra: primera señal de que vamos a querer a ese personaje. De pronto, del agua comienzan a surgir los tentáculos de un pulpo gigante. Kong y el pulpo pelean, Kong termina por arrancarle un par de tentáculos y masticárselo como una especie de sushi recién servido.

¿Qué hacía semejante pulpo en las aguas poco profundas de un lago? ¿Qué hace esa escena en Kong: la Isla Calavera? No hay una verdadera lógica en esa escena, en el encadenamiento de esa escena, apenas en el desarrollo de sus personajes. La trama no avanza, frena ni retrocede por esa escena. Las imágenes no suponen un despliegue particularmente sorprendente de efectos efectistas para complacer a la platea. Sin embargo, la escena tiene su sentido. Es un sentido puramente cinematográfico.

Poco después el mismo personaje se sienta sobre un tronco en un bosque pelado. Parece cansado, piensa en su familia a la que le gustaría volver a ver. De pronto, el tronco sobre el que está sentado comienza a moverse, él corre asustado y lo que encontramos es una especie de insecto gigantesco cuyo cuerpo se camufla perfectamente con los troncos que lo rodean. El insecto lo mira, el hombre se queda paralizado, y el insecto se va.

Nada es lo que parece en la Isla Calavera pero, sobre todo, todo puede ser cualquier otra cosa. Las formas son otras. Kong: la Isla Calavera nos lleva en un viaje que invita a la maravilla.

El grupo de exploración, ya reunido, avanza por lo que parece ser una tumba colectiva de simios gigantes. Un humo llena el aire, son vapores subterráneos que saturan y enrarecen la atmósfera. Una serpiente con dos patas aparece y se traga al bueno de John Goodman, excusa floja que nos trajo hasta esta isla. Goodman traía una cámara de fotos, con un sistema de flash que se traba y sigue disparando incluso mientras desciende por la garganta de la bestia infernal. Los que van quedando del grupo se enfrentan a una criatura a la que no pueden derrotar, ni siquiera ver. El humo verde flota entre ellos, los cráneos apenas los esconden. Cada tanto, de forma intermitente escuchamos y vemos el disparo del flash, que marca la posición momentánea de la criatura. Los hombres intentan defenderse con lanzallamas, que agregan notas de rojo a la composición. La tensión crece a medida que crece la composición plástica.

Ya de este lado del siglo XXI sabemos que la pantalla puede ofrecernos básicamente cualquier imagen. La novedad y la agitación pasaron, lo retro quedó atrás (véase, para esto, la soporífera versión de King Kong [2005] de Peter Jackson), y lo que queda son medios ilimitados. Con estos medios, pero con sobriedad, Jordan Vogt-Roberts (director de la hermosa The Kings of Summer [2013]) juega a crear un micro espacio en el que las leyes de la naturaleza son otras, y nos ofrece la posibilidad de ver con ojos de chico la aventura y la maravilla, no porque sus imágenes sean particularmente novedosas, sino porque su cámara mira con maravilla aquello que se puede crear una vez que la imaginación queda liberada. Esa maravilla incluye, como enorme salvavidas contra toda solemnidad (véase, para esto, la soporífera versión de Kong de Peter Jackson), un sentido del humor aceitado, surtido y simple. Ese humor es el que le permite no solo crear el enorme personaje interpretado por John C. Reilly (un actor que debería trabajar mucho, mucho más de lo que lo hace) sino también jugar a rehacer Apocalipsis Now en versión peluda, con un Samuel L. Jackson más y mejor desatado que nunca.

Donde reina Kong, reina en realidad la imaginación. Kong: la Isla Calavera vuelve a traer esa sensación de aventura al cine. Larga vida al rey.

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