La chica en la telaraña

Por Ignacio Balbuena

The Girl in the Spider’s Web
Estados Unidos-Suecia, 2018, 117′
Dirigida por Federico Alvarez.
Con Claire Foy, Sverrir Gudnason, Lakeith Stanfield, Sylvia Hoeks, Stephen Merchant, Claes Bang, Christopher Convery y Vicki Krieps.

Frío Frío

Lisbeth Salander. La Chica del Dragón Tatuado. La chica que daña a los hombres que dañan a las mujeres (este último es poco pegadizo, tal vez podríamos llamarla La chica que necesita un agente de marketing). La protagonista de La Chica de la Telaraña tiene muchos nombres, pero bien le podrían decir ‘Jason Bourne’ en esta secuela/reboot (rebootquel?). Bueno, quizás el personaje, interpretado esta vez por Claire Foy, si, la misma de The Crown, no sea una asesina experta en combate cuerpo a cuerpo y manejo de armas de fuego, pero es casi casi una espía internacional en medio de una trama conspirativa bien de thriller de acción y recontraespionaje en esta película. En efecto, si bien el tráiler promocionó bastante una escena en la que Lisbeth Salander se encarga de colgar a un golpeador del techo y robarle su fortuna para ayudar a una mujer maltratada, la película se corre de ese costado de feminismo vengativo y convierte a la chica del dragón tatuado en una super-hacker en busca del éxito de taquilla a través de un blockbuster de acción.

 

Fede Alvarez, director de películas como la remake de Evil Dead y el notable exponente de la nueva ola de terror sensorial No Respires, no se anda con sutilezas. Recordemos la lluvia de sangre del clímax de la primera, o ESA escena de la segunda, un momento perturbador que incluía un pomo. La chica en la telaraña arranca no solo con ese insecto (aquí en versión simbólica) colándose por allí sino también con dos niñas jugando al ajedrez, por si un simbolismo solo no alcanzara. Por suerte esa origin story de Lisbeth Salander es breve. Un breve prólogo para justificar la villana (más sobre eso luego) y a otra cosa. El plot de la película me recordó un poco a esa anécdota sobre Rogue One en la que explicaban como el primer corte de la película fue armado sin grabar ni un segundo de película. Hicieron un mashup de varias películas: acá una escena en el boardroom de War Games, allá una escena de acción de Aliens. Como muchos blockbusters contemporáneos, La chica en la telaraña se siente así, como un rejunte de escenas familiares y tropes que esperan traducir el aire de familiaridad en venta de entradas. No por esto la película es necesariamente mala; de hecho, cumple bastante con su propósito de volver a presentar al personaje y de entretener pochoclo en mano, añadiendo más acción a esa matriz nórdica de ambientes glaciales y personajes amenazantes de un submundo violento.
 

El problema es que los tropos del cine de espionaje están particularmente gastados, más en un año en el que tuvimos una Misión Imposible en cartelera. Seriamente, en cuantas películas más vamos a ver organizaciones secretas en busca de códigos de acceso para lanzar armas nucleares? O  agentes de enorme talento para la informática pero escrúpulos morales que los llevan a rebelarse y filtrar información de la NSA? O burócratas corruptos que justifican sus acciones por el ‘bien común’? En cuántas películas más vamos a ver como alguien ve pasar rápidamente material de una filmación de seguridad, para luego entrecerrar los ojos, parar el video, rebobinar, y hacer un zoom imposible para ver con claridad algún detalle. La chica en la telaraña le roba a Jason Bourne pero también al Bond de Skyfall, con esa escena del tipo desarmando la prótesis de su rostro aparentemente normal pero en realidad horriblemente desfigurado. Y hasta hay un poquito del El Caballero de la noche de Nolan, con todo ese clímax con la reconstrucción de la casa en un mapping 3D que le habilita a un sniper cagar a tiros a todo el mundo, gracias a las habilidades del ‘Guy in The Chair’ de turno. Fue con esta escena que la persona que estaba conmigo en el cine me dijo ‘Me parece que esta película manda bastante fruta’. Eso sí, el tropo del niño retraído socialmente  pero con enorme habilidad para los números está menos visto.

Curiosamente, Fede Álvarez se refirió al hacking de esta película como bastante realista, aunque tal vez se refería a un teléfono hackeando un auto para que expulse sus airbags y no a una laptop generando un mapa 3D de una casa con la ubicación exacta y en tiempo real de los malos. Al menos toda esta serie de referencias denotan una intención de reconfigurar el personaje en función de las ambiciones de franquicia hollywoodense, con algo de espía pero también de superhéroe, si se quiere,  y después del moderado éxito de Atomic Blonde, no estaría mal tener otra protagonista femenina para el cine de superacción (de paso, ambas comparten el gusto por las mujeres, se ve que a Hollywood le gustan que sus espías sean queers). Todo parece indicar que James Bond podría llegar a ser negro pero jamas mujer, con lo cual hay que inventar nuevas sagas (o adaptar secuelas de sagas póstumas).

Hubiera sido interesante que Fede Álvarez diluyera un poco menos su sensibilidad de director de terror: la estética BDSM es apenas un afterthought y se podría haber hecho algo más interesante con eso, si tomamos como ejemplo la escena de tortura del final. Pero en vez de eso, tenemos otra de esas villanas típicas del cine de espías: rubia platinada, expresión fría, piel casi albina, personalidad haciendo juego. Solo que (oh sorpresa y spoiler alert), acá es la hermana de Lisbeth Salander, la única mujer que no pudo proteger a pesar de ser la chica que daña a los hombres que blablabla padre violento y sadomasoquista y etc. Así y todo, hay varios méritos para reconocerle a La chica en la telaraña, entre ellos la presencia escénica de Claire Foy, y que aquí se las arregla para ser una estrella de acción sin necesariamente demostrar gran destreza para las escenas físicas.

Es más bien una combinación de suerte, habilidad para la tecnología y la capacidad para verse cool vestida de negro y andando en moto, lo que hace el personaje tenga appeal. Y además está Lakeith Stanfield, ese actor intenso y misterioso que brilla hasta en películas de dudoso gusto como Death Note. Acá no tiene demasiado para hacer y es un poco delirante verlo disparar un rifle de francotirador, pero al menos está un poquito más delineado que el resto de los personajes secundarios. Después de la versión de Fincher y la trilogía europea, el futuro de esta encarnación del personaje es incierto, aunque tal vez tenga uno como saga de thrillers entretenidos pero relativamente olvidables, como para ver en algún servicio de streaming un viernes de verano cualquiera.

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