La hija oscura

Por Ludmila Ferreri

The Lost Daughter 
EE.UU., 2021, 121′
Dirigida por Maggie Gyllenhaal
Con Olivia Colman, Jessie Buckley, Ed Harris, Dakota Johnson, Peter Sarsgaard, Paul Mescal, Oliver Jackson-Cohen, Dagmara Dominczyk, Alba Rohrwacher

La madre

Dominada por un hype que excede mis posibilidades de entusiasmo (precisamente por no compartirlo), The Lost Daughter (que obtuvo el nada inocente título de La hija oscura, que si bien es malo lo es a conciencia, luego volveremos sobre esto) se estrenó en la última hora del 31 de diciembre del 2021. Y si bien técnicamente se trata de un estreno en la plataforma de la N que llega a todos en enero de 2022, aquí hemos decidido darle el lugar que merece: que suba la marea, que descanse y luego hablamos de ella. Por eso, aunque parece que llegamos tarde por algunos días (vieron qué horrible costumbre se ha instalado entre los colegas? Publicar desesperados antes de que sea demasiado tarde…para qué?) la vimos pero también leímos.

Al menos en mi caso personal no solo no puedo entender la fascinación con este artefacto prestidigitado que cumple con todos y cada uno de los rasgos que el cine contemporáneo convirtió en estructuras convencionalizadas: el personaje en tierra extraña, el elemento convocante del pasado que abre una duda y no la explica, la excusa narrativa débil que hace zigzaguear cualquier tentativa de conflicto central, los indicios confusos y contradictorios que nos marcan un tono incómodo, cierta fantasmagoría en los modos de retratar los espacios, una violencia implícita que explota de manera imprevista sobre el cierre. Y el final abierto, como corolario. Todos y cada uno de esos rasgos están en The Lost Daughter, que engaña lo suficiente con su título original como para que quedemos prendados de esa promesa.

Maggie Gyllenhall no filma mal. Por el contrario: filma limpiamente, como si a cada plano buscara sostener el tiempo un poco más hasta agotar el contenido de lo que estamos observando. Esa persistencia del encuadre, no obstante, es un recurso que se agota cuando la película opta por abandonar el recorrido elusivo por los caminos del fantástico o del suspenso extrañado del inicio para volcarse de lleno a la necesidad de incurrir en los flashbacks, que en los últimos dos tercios de la película se vuelven persistentes y no hacen mas que atacar los aspectos más interesantes (aunque vistos una y mil veces, trillados en extremo) de la película que se nos prometía en el inicio. El problema es, justamente, que Gyllenhall como directora no parece confiar en su capacidad de sugerir, por lo que todo aquello que había operado por elisión en un inicio opera por redundancia en la mayor parte de la película.

Pero, qué es lo que redunda en The Lost Daughter? Una idea que hemos visto en otras películas pero que, lamentablemente, al día de hoy, no es masiva (aunque me sospecho que irá en esa dirección pronto): el cuestionamiento de la maternidad. El mismo puede percibirse, puede olerse, puede, ciertamente, hasta materializarse en los primeros 20-30′. Y eso sucede porque el sistema de elisiones que la película practica es al mismo tiempo capaz de instalar el malestar de su personaje. Contrario a eso, cuando los flashbacks dejan de ser recursos aislados para apoderarse cada vez más de la narración, la primer película que veíamos se resiente y deja paso a la entrada de una bajada de línea que se manifiesta sin el peor disimulo: “si, las mujeres no somos madres, exclusivamente. No sólo eso, tampoco estamos destinadas a serlo. Y además la maternidad es un producto de la cultura, incluso antes que cualquier instinto”. No, la película en ningún momento sostiene tales ideas en la boca de sus personajes, pero todo el tiempo nos recuerda, por medio de sus acciones, sobre la necesidad de plantar bandera en los temas importantes. De esa forma, el pasado retorna sólo para boicotear todo aquello que la película construyó correctamente en el presente.

El interesante, de todas maneras, como la traducción La hija oscura no pone el eje en la maternidad, sino en los hijos, como si en el marcado de habla hispana todavía resultara vergonzante la posibilidad de pensar a mujeres que cuestionan la maternidad. De hecho el problema de esta película no viene por ese lado, sino por la manera en que lo hace, acabando con cualquier posibilidad de sofisticación presumida en los primeros minutos.

El resultado, como siempre que se atenta contra la libertad de pensamiento y contra la inteligencia, es la tranquilidad de pertenecer. Quizás el nuevo enemigo sea la maternidad. Y esto esté comenzando. O como decía Mafalda, quizás sea el continuose del empezose de un club que siempre precisa adeptos y nuevas formas de sumar participantes.

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