La omisión

Por Federico Karstulovich

La omisión
Argentina-Holanda-Suiza, 2018, 90′
Dirigida por Sebastián Schjaer.
Con Sofía Brito, Lisandro Rodríguez, Malena Hernández Díaz, Victoria Raposo, Pablo Sigal y Laura López Moyano.

Vivir su vida

Por Federico Karstulovich

No sabemos nada. Una de las máximas del cine de directores como Robert Bresson está directamente relacionada con una paradoja fundante: la cercanía es la mejor forma de exterioridad y distancia. Los hermanos Dardenne supieron entender como pocos esta máxima. Y buena parte de la generación post-nouvelle vague también comprendió ese aprendizaje. Nada más misterioso que un cuerpo. Nada más extraño que la superficie. Nada más distante que la mayor de las cercanías. En La omisión se produce un sistema de inversiones: los planos generales, la distancia, la frialdad, operan como un mecanismo empático en las escenas en las que se producen intercambios de cuidado y cariño; los planos más cercanos son, precisamente, aquellos que nos dejan en las antípodas: no hay posible ingreso a la vida de esos personajes. Todo es ancho y ajeno en el mundo formal que se nos presenta. Las acciones no revelan, no dicen nada, no transparentan, más bien, opacan.

Captura De Pantalla 2018 08 13 A Las 11.03.45 P. M.

Elecciones. Se quiso ver a la película de Sebastián Schjaer como continuadora de una tradición del cine contemporáneo, que en el caso particular se concentra en el cine de los hermanos Dardenne. Pero a diferencia del cine de aquellos, en donde los dilemas éticos son un eje organizador, en La omisión no hay tal dilema, sino una expectativa de dilema, una expectativa de respuesta. En este sentido, estamos ante una película rabiosamente contemporánea: nada de lo que la protagonista (interpretada por Sofía Brito) haga nos brinda herramientas para saber quién es en el fondo, por qué hace lo que hace, por qué decide lo que decide. Sabemos que hay  una elección, pero no sabemos qué es lo que la sustenta. Por eso en esta película toda elección es menos una conciencia del mundo que rodea a la protagonista que la apertura hacia un nuevo enigma (¿Por qué hace lo que hace con su hija? ¿Por qué tiene la relación que tiene con su novio? ¿Por qué no logra construir nada duradero en ese nuevo espacio ni parece interesada por ello?). Cada vez que la protagonista habla, abre una nueva contradicción. Cada vez que plantea una tentativa de salida, se produce un quiebre hacia el vacío. Lo interesante, entonces, es cómo la película establece ese sistema de expectativas para con sus espectadores, acaso ávidos de una previsible consecuencia para cada acto. Aquí hay causas previsibles pero consecuencias variadas. Nada es lo que parece, justamente porque no sabemos nada y las acciones solo oscurecen cualquier posible comprensión.

Captura De Pantalla 2018 08 13 A Las 11.02.46 P. M.

Extranjería. La protagonista, casi como si resultara un calco de algunas acciones del personaje de la película homónima de Agnés Varda de 1985, no tiene techo ni ley. Demasiado extranjera para los locales. Demasiado local para los extranjeros; su lugar es el de los intersticios. No casualmente los espacios que signan la geografía de La omisión son transicionales: puentes, rutas, pasajes, mesetas. No hay apropiación de ningún espacio, ni de relaciones ni de proyectos, sino que el personaje avanza a salto de mata. Extranjera de sí misma, de su propio cuerpo y de sus decisiones, hablamos de un personaje que logra el milagro de la presencia (escénica) y la ausencia (psicológica). Por eso ese estar entre las cosas es lo que define su actuar. La sumatoria de elementos alienantes logra que la película ingrese de lleno al terreno de la paradoja más plena: logra que todo el despliegue del espacio físico sea una abstracción, pero sin su correlato mental. Todo el vagabundeo analítico al que se somete al personaje que interpreta Brito no trae identidad, ni precisión para comprender lo que se quiere hacer.

Captura De Pantalla 2018 08 13 A Las 11.03.34 P. M.

Indicios (y un mundo de sensaciones). Lo que tiene de contemporánea en su armado, también lo tiene de clásica. Y es que La omisión no nos miente, sino que progresa en pos de una libertad que el personaje emplea desde sus inicios. Si hay algo apasionante en la película de Schjaer, es que podemos reconocer ambos fenómenos: por un lado un enigma, un vacío propio de la más rabiosa contemporaneidad; por otro, una sucesión de indicios previsibles, una progresión, un grito libertario de un personaje que es descargado de todo deber ser en pos de un despliegue. En este sentido, nada de lo que sucede en el final de la película puede sorprendernos estrictamente. Al mismo tiempo, tampoco podemos decir que podamos comprenderlo. Es una de las cosas que sucede cuando el cine nos toma por asalto y nos arranca de cuajo de nuestros prejuicios más cristalizados.

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