La posesión de Verónica

Por Federico Karstulovich

La posesión de Verónica (Verónica)
España, 2017, 105′
Dirigida por Paco Plaza.
Con Sandra Escacena, Bruna González, Claudia Placer, Iván Chavero, Consuelo Trujillo y Ana Torrent.

Lo crudo y lo cocido

Por Federico Karstulovich

Es sabido: ciencias y hechos sobrenaturales no se llevan de maravillas, precisamente. Y por más que la vistan de seda, a la mona que es el psicoanálisis (con su carga de pseudo ciencia) su monería de ser hija del positivismo no se la quita nadie. Será por eso que cada vez que el cine de terror debe hacer ingresar la carga de prueba psicoanalítica para validarse a quienes amamos el género se nos retuerce el estómago, porque sentimos que hay algo de estafa, algo de tergiversación, algo de engaño, algo de traición a los componentes básicos del género. Y sentimos que hay una falta de cuidado. Sobre esto y muchas más cosas asociadas al horror sobrenatural escribió mejor H.P. Lovecraft en su celebérrimo ensayo, así que no me voy a concentrar en la comparación. Y es que, justamente, el terror psicológico es otra cosa bien distinta al sobrenatural. Por eso vender gato por liebre no es comparar, es, sencillamente, hacer que nos comamos el amague (por usar un término deportivo).

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La posesión de Verónica (título de estreno mundial con pretensión ganchera y búsqueda de espectadores de género más precisa que el simple Verónica original) me recordaba a otra película española que inicialmente parecía jugar el mismo juego pero que terminaba yendo hacia otro lado mucho más atractivo. Me refiero a la extraordinaria Camino, melodrama de Javier Fesser de hace más de una década, que también jugaba al doble registro: por un lado una suerte de melodrama romántico de niños a la vez que hagiografía (vida de santos) con componentes sobrenaturales incluídos. La diferencia es que en aquel caso Fesser tenía la claridad y lucidez mental que Paco Plaza no posee en esta. En aquella gran película Fesser construía un mundo de ambivalencias que habilitaban una doble lectura de principio a fin, lo que permitía jugar con toda clase de ambigüedades mayor o menor explicitadas. Plaza, en cambio, cuenta una historia sobrenatural con una base psicologista a la que no le da mayor entidad y en la que no parece creer mucho…hasta que en el debido momento la saca a relucir. Y ese es el mayor problema: hablamos de una película que pedía a gritos por ambigüedad y se nos termina entregando metáfora lisa y llana. 

La Posesion

En esa disociación mal resuelta es que la película pierde. Y eso sucede fundamentalmente porque el modo en el que concibe la representación de los hechos sobrenaturales hay mayor realismo, mayor efectividad dramática, mayor condición de posibilidad de que entremos en ese mundo que apelando a los componentes psicológicos que mencionamos previamente. Esto quiere decir que toda esa codificación que proporciona el género ya contaba en sus genes con la potencia de ser leído como trauma…o no. Y no precisaba de un traductor de emociones o de sobresaltos que equiparara significados con el mundo de los muertos propio del cine de terror. No obstante la decisión del director es violatoria de ese pacto y por eso lo que vemos no es otra cosa sino el resultante de esa desconfianza para con el género.

La imposibilidad manifiesta de dar rienda suelta a las formas más clásicas de una convención mítica (al fin y al cabo los géneros son eso) también habla de una percepción contemporánea algo perdida y por momentos desesperada por la catarsis. No tengo que apelar a la carta Lynch para demostrar que a veces menos es más, que a veces la confusión y los vacíos de sin sentido tienen mayor potencia que las decisiones subrayadas y remarcadas propias de guiones tutelados por dramaturgos que no tienen la menor idea del género en cuestión y sus posibilidades inherentes (por eso hablé de potencia dramática de un género frente a metáfora explícita)

Destacada Veronica

Será por eso que el sabor al finalizar la película sea agridulce: por un lado estamos ante una película que cree en las formas como posibilidad narrativa, lo que hace que en todos y cada uno de los momentos terroríficos el componente catártico funcione maravillosamente bien; al mismo tiempo hablamos de una película que utiliza las mismas formas no para abrir nuevas puertas perceptivas, no para perturbar, sino para pasar una aplanadora sobre el género que utiliza como molde. Y sobre esa base entregarnos un material que, desde hace rato, estaba cocinado. Son cosas que pasan cuando lo crudo es mejor que lo cocido, pero el componente civilizado y científico provee la tranquilidad para que no nos intoxiquemos con algo desconocido.

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