La purga por siempre

Por Mariano Bizzio

The Forever Purge
EE.UU., 2021, 103′
Dirigida por Everardo Gout
Con Ana de la Reguera, Tenoch Huerta, Josh Lucas, Will Patton, Cassidy Freeman, Leven Rambin, Alejandro Edda, Susie Abromeit, Sammi Rotibi, Anthony Molinari, Joshua Dov, Gregory Zaragoza, Mark Krenik, Gary Neil, Ana González, Edward Gelhaus, Willow Beuoy, Scott Douglas MacLachlan, Erin Dinsmore, Brett Edwards, Baker Wiles, Richard Allan Jones, Keenan Henson, Emily Trujillo, Patrick Millin, Patrick Zapata, Kat Smith, Patricio Doren

First World Problems

Cuando veía venir el próximo cabezazo frente al irrefrenable devenir de las imágenes previsibles que entrega La purga por siempre me acordaba de algunas notas de un compañero de la revista, el valiente venezolano Sergio Monsalve. Y también me acordé de la nota con la que Federico Karstulovich destruyó el entusiasmo que se había generado en torno a la sobrevalorada Bacurau. Pensaba en ellos y en la fascinación progresista (expresada en muchas de las críticas laudatorias que pueden encontrarse en diversos sitios nacionales e internacionales) por construir a países como Estados Unidos -repletos de contradicciones, problemas de diversa índole, pero sin lugar a dudas a años luz de Latinoamérica- como expresiones de la concentración de un nuevo totalitarismo.

Es interesante porque aquello que alguna vez supuso una lectura política precisa (teniendo o no relación con su tiempo) como bien lo demuestra el cine de John Carpenter o de George Romero (incluso sintiéndose algo apolilladas varias películas del segundo) hoy construye una inversión: la lectura fascinada y progresista que construye (desea?) a Latinoamérica y sus democracias destrozadas por regímenes autocráticos, o de partido único, o por lisos y llanos populismos falsamente progresistas (que no hacen más que ocultar espantosos caudillismos feudales) como destinos deseables. En esta dirección que, a primera vista, puede leerse como una decisión crítica con la política local (del país del norte), pero que en realidad avala la fantasía latinoamericanista empobrecida y empobrecedora es en donde debemos ver los principales problemas de La purga por siempre, que fue defendida, precisamente, por su presunto antitrumpismo (Ay, pero Donald!).

Curiosamente el aspecto más destacable (el único, acaso?) de esta entrega es el más olvidado. Esta saga, que desde 2012 se reinventa de varias formas distintas pero que no cesa de consumirse a cada nuevo paso, supo tener algo a su favor, mucho más allá del desprecio ideologético con el que busca adiestrar a sus espectadores a fuerza de bajadas de línea a latigazo limpio. Lo que siempre le dio alguna clase de sobrevida a esta saga -que no solo tiene cinco entregas sino dos temporadas en televisión- es el costado físico, que no es otra cosa que aquel que confía en la adrenalina, en la aventura, en la acción y en el cuerpo más allá del comentario político-social, que se irá con el viento y la historia y será olvidado. Por eso, cuando se compara a esta entrega con la saga Mad Max, con Sobreviven, Los fantasmas de Marte y Vampiros de John Carpenter, cuando aparece la necesidad de citar al Romero de La trilogía de los muertos vivos (que luego tuvo otras entregas pero que no podemos incorporar como parte de una heptalogía, como quiso leerse de manera forzada en distintas ocasiones) la sensación es que quienes operan con esa clase de lecturas, contrario a destacar lo mejor de la saga, lo único que hacen es exhibir su incapacidad cinéfila: Carpenter y Romero no eran buenos porque hacían comentarios políticos obvios sobre su época, sino porque su cine estaba más allá de la contextualización y tenía una potencia universal.

Pero esta última entrega de la saga creada por James De Monaco (que aquí escribe, pero no dirige) es banal por su linealidad, es vulgar por le elementaidad de su lectura política de progresistadelprimermundoconobrasocialyganasdevisitarelparaisonuestroamericano. En esta entrega, dirigida por Everardo Gout, director mexicano, la apuesta física está (y eso se agradece, al menos durante un par de escenas particularmente violentas)…pero la apuesta ideológica es redoblada, por lo que todo el asunto se siente como un consumo culposo. “Estoy viendo una película de terror y de acción, pero que critica a Trump y al supremacismo WASP, ahora puedo sentirme mejor”. “Y además los héroes son latinos!”

Por algún motivo, contrario a lo que creemos, el verdadero colonialismo cultural es este. Es un colonialismo invertido, que rechaza la admiración por las posibilidades que puede ofrecer EE.UU. a los extranjeros, a los que insta a quedarse en sus países: “No, no vengas a vivir a la pesadilla americana, quédate en tu país maravilloso, con violencia política, con carteles narcos enquistados, con populismos, con autocracias, con debilidad institucional. Bienaventurados los latinoamericanos, porque de ellos será el reino de los cielos”.

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