La región salvaje
México-Dinamarca-Francia-Alemania-Noruega-Suiza, 2016, 98′
Dirigida por Amat Escalante.
Con Kenny Johnston, Ruth Jazmín Ramos, Simone Bucio, Eden Villavicencio, Jesús Meza y Bernarda Trueba.
Horror vacui
Por Federico Karstulovich
El cine latinoamericano pareciera quedar preso de una compulsa que, a diferencia de tendencias que supimos reconocer en las últimas dos décadas (no casualmente de renovación generacional para el cine de varios países del territorio que se extiende desde el Rio Grande hasta Tierra del Fuego), creo que empieza a definir nuevas respuestas a caminos ya transitados con las mismas estrategias. O, para ser mas directos, la renovación que llegó en algún momento al cine latinoamericano a mediados de los 90 parece estar envejeciendo aceleradamente. Frente a eso, la novedad retorna a los componentes míticos, fantásticos, oníricos, donde los géneros tienen más para decir que el rechazo a las formas populares, tendencia que dominó y que impuso una perspectiva modernista con tono y código urbano. No: este nuevo cine latinoamericano no es exótico (El abrazo de la serpiente) ni tiene pretensiones de vanguardia y de ruptura (El auge del humano, Zama), sino que supone un retorno de lo reprimido, un retorno a las condiciones del relato con, si se quiere, un anclaje en lo clásico (más o menos fuerte según el caso) y otro en un extrañamiento casi reflexivo. Algo de eso que supo lograr un director como Bielinsky en El aura, pero sin una programática clara.
Amat Escalante no forma parte del grupo de mexicanos exiliados en Hollywood en busca de reconocimiento y en condiciones de replicar la escritura industrial (Del Toro, Cuarón, Iñárritu) pero tampoco forma parte de los buscadores de prestigio inmediato, los rupturistas que se valen de referencias y las usan como ejercicio de estilo (Reygadas jugando a ser Tarkovski o Dreyer según el caso sería un buen ejemplo de esto). No: lo de Escalante siempre estuvo en un límite difuso entre un cine sensacionalista y de denuncia a la vez que un cine que busca adentrarse en el extrañamiento (pero sin las pretensiones de un Reygadas). Frente a tamaños antecedentes la premisa de La región salvaje no auguraba lo mejor. Bien por el contrario parecía terminar cayendo en un típico caso de demagogia usando a la violencia contra las mujeres y los feticidios como punto de partida. Wrong.
La película-ovni de Escalante comienza, precisamente, con un asteroide. Pero no, no se trata de uno de esos juegos simbólicos de Reygadas. De hecho, si uno la analiza apresuradamente, podría confundirla con una película de aquel director. Pero nada que ver. Y esto se debe, fundamentemante, a que Escalante juega al juego de las incertidumbres, pero nunca se olvida de narrar. Juega al juego de los huecos y el sinsentido, pero nunca se olvida de los géneros. Juega al juego de la denuncia pero nunca se olvida de los personajes. Juega al juego de narrar y nunca se olvida de los climas. Quizás por eso todo el inicio de la película sea una gran promesa. Y en tanto promesa asumimos, inercia mediante, que se trata de algo que conocemos o creemos conocer. Buscamos completar eso que la película deja parcialmente vacío. Y queremos metáfora o denuncia donde lo que prima es un hueco, un vacío.
El vacío, no obstante, puede ser rellenado, pero no necesariamente explicado. Puede ser descrito, pero no necesariamente fundamentado. Por eso La región salvaje se parece más a una rompecabezas que alguna vez estuvo completo pero que se configura, ante el faltante de piezas, con el lugar del espectador rellenando los huecos. A esos huecos, en el marco de un género como el fantástico (que como decía Glauber Rocha, en tanto géneros a veces logran un mejor acercamiento a lo real que a eso que llamamos realismo) los vamos a considerar como condición sine qua non para que la película cuente con un motor adecuado. Ese motor es lo sobrenatural.
Hace casi un siglo (o un poco más) H.P.Lovecraft supo escribir su celebérrimo ensayo, fundamentando la necesidad de recuperar el horror (no como género sino como sensibilidad), el vacío y el misterio a los efectos de una reformulación de una mirada sobre un mundo que se deshumanizaba aceleradamente. El valor del espanto, del recorrido por el vacío, el valor del misterio como condición anti-racional era, a la luz de sus escritos, una forma de activar una conciencia anestesiada. Pero para Lovecraft esa conciencia no tenía cara de racionalidad, sino de sensibilidad frente al mundo. El vacío, el dolor, la incomodidad, no habilitan la comprensión y la catarsis, sino que son sentimientos de mierda que obligan a que el sistema perceptivo se tome una distancia. Las cosas, no atraviesan los cuerpos, con esa sensibilidad al menos no. Una sensibilidad racional, catártica, opera distinto, porque hace del cuerpo un habitáculo de explicaciones. El retorno de los géneros, del misterio, del mito, entonces, no es el retorno de la leyenda con formato exòtico, sino que supone la articulación de una sensibilidad distinta para pensar lo que a veces la metáfora, la figura, resuelve de manera excesivamente lineal.
Francamente desconozco sin Escalante leyó o no a Lovecraft, si esta, su película más cronenberg-zulawskiana, se propuso o no avanzar hacia el terreno de la denuncia en torno a un tema espantoso para México como lo son los asesinatos de mujeres (de hecho la película supo ser interpretada como una gran venganza acometida por un monstruo que odia a los hombres) y la violencia ejercida contra las mismas. Todo el sistema que propone La región salvaje está atravesado por la incomodidad, justamente porque supone un sentimiento, una sensación que no resuelve algunas de las puntas que deja abiertas, pero que opta por exponernos a las fauces del horror mismo sin necesidad de fundar un comentario sobre lo real. No es menor para un cine latinoamericano que hace bien en comenzar a cuestionarse algunas tradiciones nuevas y revalorizar algunas que parecían viejas.
