La viuda

Por Raúl Ortiz Mory

La viuda (Greta) 
Irlanda, 2018, 98′ 
Dirigida por Neil Jordan
Con Isabelle Huppert,  Chloë Grace Moretz,  Maika Monroe,  Stephen Rea,  Colm Feore, Zawe Ashton

Ella

Por Raúl Ortiz Mory

Parte de la gran impresión que dejó Elle (Paul Verhoeven, 2016) se debió al excelente registro interpretativo de Isabelle Huppert en el rol de una mujer de carácter imperturbable que después de ser asaltada y violada, planifica una venganza perversa entablando una estrecha relación con su agresor. 

Pero claro, la actuación de Huppert no fue lo único que llamó la atención. Sus tajantes declaraciones, durante la promoción de Elle, sirvieron de cebo para todo tipo de medios. Aseguró que las controvertidas escenas de violencia sexual no le generaban alguna clase de trauma psicológico o un esfuerzo especial en términos artísticos. Es más, dijo que aceptó grabar Elle por ese tipo de escenas “y no a pesar de ellas”.

Si bien la versatilidad actoral de esta dama francesa la ha llevado a ser distinguida como una de las mejores del cine europeo, su impronta ha calado muy hondo en la mayoría de las caracterizaciones dramáticas que desarrolló. No obstante, tres años después de Elle, Huppert regresa al thriller con La viuda y otro personaje que desborda la racionalidad, instalándose de lleno en la obsesión como matriz distintiva, pero esta vez de la mano de Neil Jordan, acaso un director a priori no homologable a los papeles de la gran Isabelle. 

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Huppert, al encarnar a Greta -una mujer de edad madura que adrede olvida su cartera en el metro de Nueva York a fin de que alguien la encuentre y se la devuelva- retorna a esos puntos de partida retorcidos que la caracterizan. Un día Frances (Chloë Grace Moretz) halla el accesorio, lo devuelve a la casa de Greta y empieza una relación amistosa con quien, por la diferencia de años, bien podría ser su madre o incluso su abuela. Lo que no sabe Frances es que Greta esconde secretos de su pasado familiar tan oscuros como retorcidos, en la dirección de su estrategia inicial. Inevitablemente, por el lado de Greta, la relación se tornará dependiente y enfermiza. En cambio Frances, experimentará temor y acoso constante.

Quizás gran parte de la potencia y de la atracción que ejerce La viuda, como pieza de género, se deba al trabajo de Huppert, que otra vez se apropia del material y lo hace dialogar con otras películas. El perfil de villana tiene matices complementarios que van desde el retrato de una mujer que vive en soledad y que ansía un amor fraternal, hasta el de una asesina implacable dispuesta a cualquier exceso con tal de controlar detalles mínimos. Este abanico hiperbólico de posibilidades, que Jordan construye y que Huppert ejecuta, convence sin importar los delirios que distinguen a una desquiciada mental o las situaciones absurdas que la misma película propone. Ese también es un triunfo del verosímil que construye como actriz.       

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Sin dificultad, y en una lectura superficial, La viuda podría simular que es un drama doméstico donde predominan los personajes solitarios en contraste a la vertiginosa ciudad en la que se organizan sus acciones. Nueva York nunca da pausa como para posar la mirada en los pesares de dos mujeres que adolecen de falta de cariño. Esa relación entre el entorno y sus habitantes provee a Greta un juego de afectos perdidos que es posible remarcar a través de diálogos quejumbrosos y, por momentos, inevitablemente monótonos. Incluso, la desgarradora vacante del amor maternal sobrevuela la historia persistentemente. Hasta la primera media hora, las pérdidas familiares que sufren y arrastran Greta y Frances abren posibilidades ambiguas en sus comportamientos. Sin ir más lejos, la operativa en torno al sonido de la película se concentra en componentes de melancolía y pesadumbre que el director busca trasladar hacia el terreno del melodrama.

SPOILER ALERT. Sin embargo, cuando Frances descubre que Greta guarda muchas carteras del mismo modelo y color, en las que pega post it con los nombres y teléfonos de sus potenciales víctimas, la obra de Jordan adopta un giro que deja de lado el drama construido a suerte de interacciones verosímiles para convertirse en una película de suspenso llena de estereotipos y efectismos, que lejos de causar atosigamiento muestra un encantador sentido del humor -casi involuntario, aclaremos- y una serie de hechos que parecen sacados de otras películas como Atracción fatal o Misery. Dicho encanto, y hasta cierta cuota de secuencias delirantes, se potencian gracias al trabajo de Huppert, nuevamente, quien demuestra que el actor también es un autor.

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Si Glenn Close y Kathy Bates personificaron a dos psicópatas obcecadas que dejaban sin respiro a sus víctimas, Huppert impregna todo aquello, además de un toque sutil de elegancia bajo la dureza de una mirada dominante que se contrapone a la inocencia del personaje de Moretz. El director hilvana muy bien un juego de empatía y discordia donde las dos actrices se esfuerzan al máximo por proyectar una relación de enfermiza necesidad.

Greta, que puede tener momentos inesperados que la empujan hacia los terrenos de la serie B o el telefilme ochentero americano, también, en menor medida, muestra un lado de sadismo estilizado que a trompadas avanza sin reparar en los defectos de sus personajes secundarios o subtramas de poca solidez. A pesar de las impericias que cada cierto rato salen a flote, Greta es una belleza menor que revaloriza el thriller, un género olvidado y degradado desde hace más de dos décadas. En casi toda parte, por la presencia de Isabelle Hupert. 

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