Little Fish

Por Pedro Gomes Reis

EE.UU.,2020, 101′
Dirigida por Chad Hartigan
Con Olivia Cooke, Jack O’Connell, Carmen Moore, Raúl Castillo, Chris Shields, Soko, Toby Hargrave, Leanne Khol Young, David Lennon, Kwesi Ameyaw, Angela Moore, Mackenzie Cardwell, Katerina Katelieva

Un mundo del pasado

Al iniciar la película sentimos un deja vu que nos retrotrae irremediablemente a Eterno resplandor de una mente sin recuerdos, referencia explícita y sin tapujos por parte de esta película que juega a construir un lirismo que no pertenece a su época, acaso demasiado reñida con las formas del amor romántico representado en pantalla. Por otro lado, es inevitable pensar que algo de lo que plantea (la persistencia de una enfermedad con forma de pandemia o similar que genera estragos en los habitantes del planeta y los lleva a perder irremediablemente la memoria, o bien de golpe o bien de forma progresiva) esta en directa consonancia con el presente. Incluso toda su parafernalia visual es innegablemente presente: su fotografía hipster nos pone en órbita temporal rápidamente. Desconozco si por motivos derivados de la mera especulación o de otra clase, esta película de 2020 comenzó a circular fuertemente en el primer trimestre de 2021…pero pertenece a otra época.

Algo de lo que narra Litlle Fish intenta aferrarse a la contemporaneidad: celulares, vida atareada y a las corridas, sensación de presente por persistencia de redes sociales. Pero quizás nos estemos perdiendo que el verdadero señalamiento que la película construye en relación al presente no viene por la superficialidad referencial que nos brindan sus indicios audiovisuales, sino por un código que perfectamente podemos entender como un hecho menor. A qué me refiero? A la pérdida de la espontaneidad. Esto sucede básicamente porque la idea de fondo que implica a humanos perdiendo el contacto y olvidandose mutuamente recorre de manera sinuosa otra inquietud, que es la de la cultura del miedo a la interacción (lo que hoy se conoce como “interactividad consensuada”, que parece una suerte de defensa frente a la cultura del acoso y la violación pero que únicamente logra que las personas se desconozcan cada vez más en sus potenciales interacciones, ya que confunde acoso y violencia con interacción y encuentro entre adultos).

Litlle Fish no se concentra solamente en narrar la historia de una pareja en la que uno de sus integrantes comienza a perder la memoria (me atrevería a decir que este aspecto es más bien una excusa narrativa), sino que se proyecta sobre las subtramas que dan cuenta de las relaciones entre los personajes laterales a la pareja protagónica. Quizás por eso nada de lo que nos narra tiene necesariamente la marca de un futuro distópico, sino que exhibe un anclaje presente, pero con una mirada obsesionada con el pasado y las posibilidades de reconocimiento mutuo e interacción bajo los parámetros de un romanticismo casi borzagiano (incluso convirtiendo a la tragedia en una vuelta de tuerca notable).

En algún punto esa mirada impasible para con el presente necesita tensionar miradas que quiten a la película del verosimil de un género que también es otra excusa. Una película de ciencia ficción que en realidad es un melodrama; una película sobre el futuro que en realidad es sobre el presente visto desde el pasado. Una película que no entiende a su tiempo, por eso precisa de un espectador que quizás en algún momento deje de existir.

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