Locamente millonarios

Por Sergio Monsalve

Locamente millonarios (Crazy Rich Asians)
EE.UU., 2018, 120′
Dirigida por Jon M. Chu.
Con Constance Wu, Michelle Yeoh, Henry Golding, Gemma Chan, Awkwafina, Chris Pang, Sonoya Mizuno, Jing Lusi, Pierre Png, Fiona Xie, Kheng Hua Tan, Harry Shum Jr., Ken Jeong y Jimmy O. Yang. 

Transformaciones

Por Sergio Monsalve

El contexto agotó el filón de la comedia romántica: Locamente millonarios logra revivir los mejores argumentos y tropos del género, sometiéndolos a un trabajo de actualización neoclásica y deconstructiva, fuera de los espacios habituales de la explotación occidental del relato amoroso.

Ahí donde Crepúsculo y 50 sombras de Grey fallaron en tomarse demasiado en serio los lugares comunes del chico encuentra chica, jugando a complacer el nicho del mercado aspiracional, la película de Jon Chu opta por desacralizar el argumento de la Cenicienta, al burlar los códigos del reinado del artificio y de la vida de lujo en la megalópolis futurista de Singapur.

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En la secuencia introductoria, como suele suceder en casi toda narración clásica, el director establece un tono y un ritmo. Una mujer asiática compra un hotel como un acto de venganza o justicia, después de ser subestimada y discriminada por unos dependientes snobs de origen anglosajón.

La película, desde su prólogo, marca el significado de un cambio de guardia y de era, alentado en parte por el derroche de excedentes de dinero. ¿Pero…en verdad…los asiáticos pueden comprarlo todo? Según la película, el cine mainstream sufre un proceso de transformación, en un doble sentido, producto de las inversiones del capital chino.

Por un lado, la película no hace más que satirizar el tiempo kitsch y derrochador de Hollywood, en modo de parque temático, bajo el influjo de la visión corporativa de la cultura oriental. Por el otro lado, en cambio,  fija límites morales y conceptuales a la nueva invasión amarilla de la meca, acentuando las contradicciones de unos personajes divididos entre la tradición y la modernidad.

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El humor se desprende de la interacción de los ambientes barrocos con las impresiones irónicas y físicas del plantel de actores, donde destaca el histrionismo de los secundarios ante la contención pacata de los protagonistas. En los movimientos del cuerpo y las represiones de algunos interpretes se libran varias de las batallas ideológicas de un largometraje hábil para sugerir diferencias y brechas abismales con apenas un guiño, un arqueo de cejas, una cara de póker o un grito hilarante e incómodo. De hecho, fijar la atención en las reacciones de los actores es pasearse por un plano genealógico de las castas y clanes del mundo globalizado en función de los intereses asiáticos. La seriedad se impone como sello de distinción de las élites. Las clases medias y bajas pueden permitirse mayor espontaneidad. Por supuesto, la clasificación social de la pieza admite la discusión y la objeción de la crítica, por cuanto alberga cualquier cantidad de estereotipos. Sin embargo, “Crazy Rich Asians” confía, a la postre, en el diseño de unos personajes en tres dimensiones, afectados por la naturaleza de un entorno bipolar.

Por ende, la pareja no termina de encajar, de sentirse cómoda con los rituales berretas de consumo del jet set. Un amigo dispara cohetes con una bazuka en un barco alquilado para celebrar una despedida de soltero. La protagonista, un abogada austera de Nueva York, confronta la rígida ética de la madre de su prometido, alrededor de los negocios. En el desenlace, el guion resolverá el dilema de manera heterodoxa, cuando los jóvenes ganen la partida a la exigencia de la dama inflexible.

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Al mismo tiempo, el traslado a Singapur inspira un planteo diferente a la hora de concebir los sets, los decorados y la confección artística de las típicas historias de familias casamenteras. Así la gran secuencia matrimonial debe figurar en los anales recientes del formato, contemplando una situación realmente inmersiva en su redefinición estética del gusto chic. En tal sentido, el montaje de la boda conmueve por su acabado plástico, dispuesto a detonar conceptos ambivalentes en la audiencia, primero de deslumbramiento y luego de rechazo por la proyección de un aura pesadillesca y melancólica. Es evidente el contraste con la chata ejecución de Mamma Mia: Aquí vamos otra vez.

A las claras, Locamente millonarios encaja en la línea de La Casa de Flores y series de igual calado en su propuesta de remozar el lenguaje estancado de la novela y del folletín. La comedia sigue aportando recursos transgresores en la estrategia de refrescamiento de las antiguas narrativas conservadoras, hoy más cercanas a las expectativas de los millenials.

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