¡Madre!

Por Andrés Nazarala

¡Madre! (Mother!)
Estados Unidos, 2017, 121′
Dirigida por Darren Aronofsky.
Con Jennifer Lawrence, Javier Bardem, Ed Harris, Michelle Pfeiffer, Brian Gleeson y Domhnall Gleeson.

La biblia junto al calefón

Por Andres Nazarala R.

Desde su estreno mundial en el Festival de Venecia venimos escuchando que ¡Madre! es un bodrio absoluto. “Desagradable, grotesca, repulsiva, asquerosa, vil, horrible, exasperante”, fueron los adjetivos más tibios. Anthony Lane, del New Yorker, bromeó con que la cinta es lo que un niño de quince años haría si tuviera “una bolsa de hierbas extrañas para fumar”, mientras que Rex Reed, el crítico del New York Observer, llegaba al extremo de calificarla como “la peor película del siglo”. Los comentarios cayeron como una lluvia ácida de observaciones morales. El puritanismo derrotó a la reflexión cinematográfica y Darren Aronofsky se consolidó como la bruja cazada que siempre quiso ser.

Curiosamente, en el afiche oficial encontramos advertencias similiares: “La película más controversial en décadas”, “subversiva”, “un circo de libertinaje grotesco”, “insana”, “descarrilada” u “horrorosa”. Claro, si lo pensamos bien, el asombro mediático parece potenciar una estrategia astuta que responde a una máxima que todo experto en marketing conoce: no existe la mala publicidad. O, incluso peor: las apreciaciones negativas pueden levantar comercialmente una cinta, especialmente una producción de Hollywood disfrazada de obra maldita.

Mother Movie Trailer Screencaps 16

Ahora bien -y reaccionando ante la sentencia de Reed- lograr lo que desde ya podríamos coronar como la peor película del siglo XXI (asegurándose de derrotar a las producciones que se estrenarán en los próximos 83 años) no es cosa fácil. Digamos que Aronofsky no es tan talentoso como para alcanzar esa meta. Ni siquiera ha construido el peor título de su catálogo -ese sigue siendo probablemente La fuente de la vida (2006)- sino que, simplemente, ha construido su obra más recargada. Podríamos decir, inclusive, que ¡Madre! es la radicalización del barroquismo que el director ha venido explotando desde hace ya dos décadas. Y, formalmente, también un compendio de sus recursos: los laberintos mentales del thriller psicológico en El cisne negro” (2010); la edición rápida (incluso con los planos detalle de ingesta de medicamentos) en Réquiem para un sueño (2000); la obsesión bíblica de Noé (2014) y las conspiraciones religiosas de Pi, fé en el caos (1998).

Los primeros minutos de la película han sido comparados con Funny Games (1997), de Michael Haneke, porque esa película es un referente de cómo retratar magistralmente la irrupción del mal desconocido en la seguridad de un hogar. En este caso, la aparición de una pareja excéntrica (Ed Harris y Michelle Pfeiffer) en la vieja y aislada mansión donde viven un escritor con bloqueo creativo (Javier Bardem) y su joven esposa (Jennifer Lawrence), quien se ha dedicado a refaccionar minuciosamente cada rincón. Vale mencionar que el extraño, un admirador de la obra literaria del personaje de Bardem, está enfermo (flaco, demacrado, tose todo el tiempo) y su mujer es una arpía que se dedica a lanzar comentarios hirientes. Aronofsky construye a estos personajes sin sutilezas. Los presenta como bruscos invasores de la intimidad, rarezas siniestras, amenazas sexuales que son capaces de sabotear la apacibilidad de un hogar exento de pasión y sobresaltos. Pero, principalmente, los muestra rompiendo cosas accidentalmente, metiendo la pata con torpezas, saboteando el orden doméstico que, contra viento y marea, la ingenua protagonista intenta resguardar.

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Formalmente, la receta consiste en la sucesión de situaciones cotidianas de causa-efecto que son interrumpidas por algún suceso inesperado. La película abusa de planos cortos y rápidos, que siempre terminan con un primer plano del rostro angustiado de Jennifer Lawrence. Por culpa de estos énfasis, ocurre lo peor que podría pasarle a un director carente de humor como Aronofsky: ¡Madre! se convierte en una comedia no intencionada, en una cámara indiscreta televisiva cuya víctima es una ordenada dueña de casa. Pero luego ocurre algo peor: al igual que Portman en la segunda mitad de El Cisne negro, o la Mia Farrow de El bebé de Rosemary (Roman Polanski, 1968, un referente obvio en esta y otras películas de Aronofsky), Lawrence pareciera estar alucinando. Esto provoca que la verosimilitud se cuestione por completo y, consecuentemente, nuestra atención decrece.

Pero es aún más imperdonable lo que Aronofsky comienza a hacer en la segunda mitad de la película: un hijo de la pareja de extraños asesina a su hermano -todo transcurre absurdamente ahí mismo en la casa- y la referencia a Caín y Abel desata la alarma. ¿Harris y la Pfeiffer son, entonces…Adán y Eva? ¿Bardem, con su egoísmo y el culto a su personalidad…sería Dios? El salto del thriller a la parábola bíblica es sin red. Pero es el principio. Lo que viene es la intrusión de nuevos invasores que convierten la mansión en un templo caótico (todos fieles del poeta), incluyendo la prensa, el ejército y todo lo que imagina un realizador que está obligado a gastar un presupuesto de 33 millones de dólares.

Mother Movie Trailer Aronofksy 4

Pero, a pesar de todo, el problema del film no es su desborde -hay que destacar que ese espíritu ha generado grandes películas-, sino el sometimiento de todos los elementos a una alegoría sobre la devoción espiritual y los perjuicios de la religión organizada sin solución de continuidad en relación a la propuesta inicial. El énfasis metafórico de la escena final -digno de Paulo Coelho- termina por derrumbar aún más lo construido, y el ridículo se impone.

¡Madre! termina siendo un capricho, un juguete carísimo (siguiendo la frase de Orson Welles de que el cine es el tren eléctrico más costoso del mundo), lo opuesto a la alucinación de un niño con “una bolsa de hierbas extrañas para fumar”. Es una provocación cerebral, calculada, ensuciada por un discurso encriptado que deviene en comentario obvio y que pareciera entregarle a Aronofsky cierta calma, como si la destrucción sin mensaje fuese inmoral o un despilfarro vacío.

Darren, con todo respeto, ese era justamente el camino a seguir, el de la anarquía, la espontaneidad, el trash sin culpas, la fe en el caos: en definitiva era obedecer la parábola sagrada de John Waters, padre de lo desagradable, grotesco, repulsivo, asqueroso, vil, horrible, exasperante.

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