Confirmaciones y confesiones
Por Marcos Rodriguez
Segundo día de festival. Los días pasan raros y Mar del Plata está envuelta en una niebla espesa y fascinante. Dan más ganas de salir a caminar frente al mar (que casi no se ve) que de meterse en sótanos oscuros. Pero el día es largo, hace frío y uno termina mojado e igual sentado en una butaca.
Me doy cuenta de que casi no tengo idea de qué películas dan en competencia. En ninguna de las competencias. (Mentira: hay un par que quería ver pero no las van a dar en los días en que estoy en la costa, pero eso no sirve para la creación de personaje). Por mail me llegan informes del festival: que el foro sobre las mujeres, que premios a Martel, que el cine y el género. En Mar del Plata, que es gigante, lo más interesante suele estar lejos de las cosas oficiales. Incluso en una edición como esta, que se nota más modesta, más prolija, más adecentada, más blindada tras un discurso que parecería querer hacer pasar la crisis por virtud. Me dicen que dadas las circunstancias es casi un milagro que tengamos una nueva edición del festival. Es cierto. A uno le gustaría pensar que una institución como Mar del Plata no se discute, que va a estar, pero sabemos que no es así.
Hotel by the River, igual, es bella con gente bella. Hay un poeta y un poema. Un detalle: el poeta lee un poema en cámara. El poema está compuesto por imágenes banales y aun así termina por conmover. Eso es Hong.
¿Qué decir de La mamá y la puta? Asumo que ya se dijo todo. En, digamos, más o menos la primera mitad de la película me sorprendió descubrir que esta obra, que supuestamente era una gran tragedia moderna y el clavo final en el ataúd de la nouvelle vague, resultó ser una comedia verbal chispeante, con ritmo de screwball y parlamentos que importaban menos que su remate. Después la cosa se pone oscurísima, la angustia corroe el alma y uno ya no sabe qué hacer con su propia humanidad. Ni hablar de lo bien que están todos los actores, pero sospecho que si la película se sostiene (con su extensión, con su pretensión, con sus tiempos) es gracias a ese humor descentrado, generacional, ridículo. Solo el humor podía abrirnos esa puerta.