Mar del Plata 2018 – Diario de festival (3)

Por Marcos Rodríguez

Confirmaciones y confesiones

Por Marcos Rodriguez

Segundo día de festival. Los días pasan raros y Mar del Plata está envuelta en una niebla espesa y fascinante. Dan más ganas de salir a caminar frente al mar (que casi no se ve) que de meterse en sótanos oscuros. Pero el día es largo, hace frío y uno termina mojado e igual sentado en una butaca.

Me doy cuenta de que casi no tengo idea de qué películas dan en competencia. En ninguna de las competencias. (Mentira: hay un par que quería ver pero no las van a dar en los días en que estoy en la costa, pero eso no sirve para la creación de personaje). Por mail me llegan informes del festival: que el foro sobre las mujeres, que premios a Martel, que el cine y el género. En Mar del Plata, que es gigante, lo más interesante suele estar lejos de las cosas oficiales. Incluso en una edición como esta, que se nota más modesta, más prolija, más adecentada, más blindada tras un discurso que parecería querer hacer pasar la crisis por virtud. Me dicen que dadas las circunstancias es casi un milagro que tengamos una nueva edición del festival. Es cierto. A uno le gustaría pensar que una institución como Mar del Plata no se discute, que va a estar, pero sabemos que no es así.

Gangbyun Hotel1

Río helado. Empiezo el día con una excepción a mis propias reglas: quiero ver la nueva de Hong Sang-soo. La cola para entrar a la sala es inverosímil. La sala (que es enorme, Ambassador 1) está llena. El público está tan ansioso por ver la película (y por demostrar que es un público canchero que sabe lo que fue a ver) que se ríe hasta con la primera insinuación de lo que podría haber sido un chiste, aunque no estoy seguro de que lo fuera. Ríe a carcajadas. Queremos a Hong pero no es así de gracioso.
Hotel by the River, encima, es de las películas bajón de Hong. Hermosa. Todo el cine de Hong es medio bajón (a veces más, a veces menos), pero creo que nunca había tratado de forma tan directa el tema de la muerte. Difícil saberlo porque es difícil haber visto todas las películas de Hong. Pero me juego acá y ahora: esta es la película más mortuoria y tal vez la más concientemente poética de Hong.
A estas alturas, se sabe, el público de Hong es más bien una secta y no creo que ningún extra sectario pueda confiar en lo que decimos sobre sus películas sus seguidores. El efecto secta genera la anulación de criterios, claro. Pero los sectarios conocemos un secreto de Hong: en realidad su obra no está compuesta de películas, sino que es un único gran ejercicio que se manifiesta en películas breves. Cada título nos gusta antes de arrancar porque en realidad arrancó hace más de una década.

Hotel by the River, igual, es bella con gente bella. Hay un poeta y un poema. Un detalle: el poeta lee un poema en cámara. El poema está compuesto por imágenes banales y aun así termina por conmover. Eso es Hong.

Mama Puta

La puta que te parió. Lo confieso: nunca había visto La mamá y la puta. Proyección en fílmico y presentación de la película por el mismísimo Jean Piere Leaud. Había que ir ahí.
No voy a hacer como que poder verlo a Leaud no alcanzaba para dejarme contento, pero además resulta que la película era en efecto una obra maestra. Leaud leyó una declaración, su voz sonaba gastada; ya lo sabíamos de haberlo visto y seguir viéndolo en pantalla. Emocionante ver con los propios ojos la carne que la cámara supo amar tanto. Contó anécdotas del rodaje, habló de orgullo. Todos aplaudimos de pie. Un detalle: Leaud sigue caminando sorprendentemente rápido. Dan ganas de que lo sigan filmando.

¿Qué decir de La mamá y la puta? Asumo que ya se dijo todo. En, digamos, más o menos la primera mitad de la película me sorprendió descubrir que esta obra, que supuestamente era una gran tragedia moderna y el clavo final en el ataúd de la nouvelle vague, resultó ser una comedia verbal chispeante, con ritmo de screwball y parlamentos que importaban menos que su remate. Después la cosa se pone oscurísima, la angustia corroe el alma y uno ya no sabe qué hacer con su propia humanidad. Ni hablar de lo bien que están todos los actores, pero sospecho que si la película se sostiene (con su extensión, con su pretensión, con sus tiempos) es gracias a ese humor descentrado, generacional, ridículo. Solo el humor podía abrirnos esa puerta.

Afuera la noche está cubierta de niebla. Es lindo estar de vuelta en Mar del Plata.

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