Mar del Plata 2019 – Diario de festival (4)

Por Marcos Rodríguez

A un pasito

Por Marcos Rodriguez

¡Paren las rotativas! El último (y mejor) descubrimiento del Festival de Mar del Plata son las películas de un judío nacido en Azerbaiyán, devenido yanqui, tan exitoso dentro del sistema de estudios de Hollywood que originó (por lo menos) dos remakes de sus películas dentro del mismo período clásico (obras maestras a su vez) y que, según me dicen, estaba medio perdido en la memoria. Sus películas son difíciles de conseguir. Su nombre aparece en los manuales de historia, con un lugar bien ganado pero sin reverencia. Todo lo que se pueda decir es poco sobre John M. Stahl. Encima, el foco que le dedican en el festival se hace con copias todas en 35 mm… así que ya sabemos adónde van a ir a parar los cinéfilos duros, ratas de cinemateca y celuloide, que año tras año vuelven a cruzarse en la sala del Teatro Colón de Mar del Plata para explorar los focos dedicados a figuras remotas, ignotas y desconcertantes, que en definitiva son lo que se recuerda más y mejor de cada festival.

En lo que va de las jornadas festivaleras, pude ver dos películas de Stahl: Letter of Introduction y Débil es la carne (en su versión original: The Foxes of Harrow, título mucho más denotativo y ampliamente inferior al título de estreno local, por más engañoso que sea este: se sabe, lo importante de un título no es qué tan explícito sea sino que logre que la gente traspase la puerta de una sala o haga click). En una de las presentaciones, el programador Boris Nelepo dijo que hay que tener cuidado al pensar en términos autoristas cuando hablamos de un director dentro del sistema de estudios. Primero: desde ya. Segundo: la política de los autores nació justamente para hablar de los directores que trabajaban dentro del sistema de estudios. Pero ese es otro tema. Los especialistas en Stahl (categoría que seguramente debe existir) podrán rastrear temas recurrentes y recursos característicos. En lo que fueron estas dos proyecciones, Nelepo (programador al que uno le va tomando cariño al verlo año tras año en estos focos peregrinos y valiosos) tuvo que encargarse de señalar que precisamente estas dos películas son excepciones dentro de la filmografía de Stahl. Dos de dos. Filmó un montón, el porcentaje puede llegar a ser muy pequeño, pero confieso que ya de entrada me cae bien un director cuyas películas son todas excepciones.

Una es una comedia alocada ambientada en el presente de los años ’30: ventrílocuos, focas, actores y melodrama familiar. La otra es un melo sureño de época, réplica evidente del éxito de Lo que el viento se llevó, aunque menos épico y un toque más sádico y más chispeante. No puedo decir que tengan nada en común excepto que las dos son obras maestras. Nelepo dijo que uno de los tópicos recurrentes de Stahl es la atención a los fenómenos climáticos: en Letter of Introduction hay una nevada breve y hermosa, en Débil es la carne el melo alcanza su clímax social/personal/pasional envuelto en un ataque de naturaleza desbocada (no es menor la importancia del vudú en la película), con tormenta de rayos, vientos huracanados y negros que aparecen y desaparecen entre las cañas de azúcar como si fueran fantasmas. Las dos tienen un final perfecto, clásico (es decir: amargo), que termina con precisión un pasito antes de donde hubiera terminado un director más banal y flojo: no llegamos a ver la reconciliación de los amantes, aunque Stahl nos deja en el punto exacto en el que todas las fuerzas de la película nos empujan ahí. Sin alcanzar la satisfacción del desborde (y el beso) y con la seguridad de que sabemos cómo va a terminar la cosa. Una tensión moderna. Un director que puede hacer básicamente lo que quiere: te lleva para un lado y después para el otro con una fluidez que hace que parezca simple lo que en realidad es una locura.

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