Mar del Plata 2020 – Diario de festival : 1982, Esquirlas, No existen 36 maneras de mostrar como un hombre se sube a un caballo

Por Ludmila Ferreri

Llorar como marrana. Me pasó eso. Aparentemente no tienen nada que ver entre si las tres películas que vi (sumo una cuarta, una colada, sobre la que escribiré más adelante: Adiós a la memoria). Pero si algo logró conectar a 1982, Esquirlas y No existen 36 maneras de mostrar como un hombre se sube a un caballo en mi caso el hilo fue la emoción. Ya me explicaré.

1982

1982 podría funcionar en tándem con Historia de lo oculto, definitivamente, como parte de la nueva moda de revisar los 80s en Argentina. Pero el modo en el que lo hace esta película difiere de las estrategias a las que nos hemos habituado a la hora de recomponer las imágenes del pasado. En el film de Lucas Gallo no está esa tendencia (por momentos irritante) a certificar el discurso visual con el auditivo por medio de una voz over que suture los hiatos. No: la película confía plenamente en la imagen y el sonido del material encontrado, perteneciente a la televisación de ATC (el canal estatal de Argentina) durante el período del conflicto bélico de las Malvinas. Es cierto que nada de lo que muestra 1982 es particularmente arriesgado al día de hoy, ya que la exhibición de atrocidades naturalizadoras de la violencia son, hoy por hoy, motivo de repudio casi unánime. Ahora bien: la película, detrás de la simulación invisible de un “continuado” de noticias de la época (de hecho el montaje interviene al material original para que parezca efectivamente el producto de una transmisión televisiva) no dialoga con el presente? Yo creo que detrás de las imágenes pestilentes de la celebración militar con las que 1982 nos asusta hay, también, un mensaje oculto. Ese mensaje indica una sutil carga política orientada a los modos en los que la propaganda oficial construye la autocelebración por la vía informativa. Y no, la película no se concentra en esa monserga reaccionaria de “el rol distorsivo que los medios hacen de la realidad”. No: se concentra en el específico caso de la construcción de los discursos oficiales. A tal modo interpela al presente que cuando muchos de nosotros nor referimos a la “malvinización” de un determinado hecho con potencia para la opinión pública, no hacemos sino aludir a el uso político homogeneizador del discurso. Detrás de la denuncia a esa violencia discursiva es en donde quizás haya que buscar los mayores logros de la película: no en la tranquilidad moralizante de la denuncia tardía, sino en la posibilidad latente de la interpelación al presente, en el que, dicho sea de paso, las cuarentenas y la pandemia han traído a nuestra memoria la nefasta experiencia del autoritarismo disfrazado de unidad.

Esquirlas 1 1

Con Esquirlas pasa algo bien distinto aunque no tanto. Aquí el registro también es de un tiempo pretérito, en este caso de 1995, el año en el que se produjo el atentado en Río Tercero (para los lectores extranjeros: una localidad Argentina de la mediterránea provincia de Córdoba), atentado que fue negado por años (incluso caratulado durante mucho tiempo como accidente) y que dejó una ristra inagotable de daños y secuelas (materiales, emocionales, políticas). Con la necesidad de reconstruir los hechos, pero también a partir de los mismos, con el fin de revisar la propia historia familiar en la que a la directora le toca la parte melancólica del exilio interior y el retorno años después p[ara constatar el deterioro (varios de los familiares portadores de cancer, como derivación natural de la dispersión de químicos en los habitantes de la zona, intoxicación silenciosa provocada por el atentado), Esquirlas se aleja de la tendencia irritante del documental contemporáneo por retratar la propia historia como eje exclusivo. Por eso, de manera contundente, apelando a su propia voz en los viejos VHS de grabaciones caseras, incorporando con cuentagotas la propia voz actual, pero fundamentalmente, convirtiendo al mal colectivo del atentado en un hecho personal a la vez que convirtiendo el duelo personal en un hecho de potencia colectiva, la directora construye un documento imprescindible, acaso uno de los pocos sino el mas potente que se haya filmado al momento. El final es de un lirismo y una tristeza suprema que hace preguntarse por las posibilidades de un nuevo cine político que vaya más allá de la denuncia conveniente.

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La película de Nicolás Zukerfeld fue otra sorpresa. Anticipada de algunas de sus características (una primer mitad atravesada íntegramente por escenas de filmes de Raoul Walsh sin intervención, en continuidad; una segunda parte dominada por la voz over indagatoria y detectivesca del director sobre un fondo negro que, ocasionalmente, se rellena de algunos archivos fijos: disyunción durasiana? no necesariamente, pero…) me dispuse a verla con la sensación que iba a testimoniar otra entrega más de esas películas-ensayo de corte godardiano que ya traen algo de polvo encima desde hace un par de décadas. Por el contrario, me encontré con una hermosa declaratoria de amor al cine de Raoul Walsh (uno de mis héroes cinematográficos y uno de los grandes nombres olvidados), pero también me encontré con un juego borgeano por momentos divertido, por momentos dispersivo, pero indudablemente cargado de ideas. De hecho a lo largo del segmento sin archivo filmográfico el mismo Zukerfeld juega de maestro de ceremonias, líder de secta y detective a la vez. Con el fin de reconocer el origen de la frase que le da nombre a la película de nos lleva a lo largo de la segunda media hora por una variopinta serie de conexiones cinéfilas (locales y extranjeras) que den dirección a la pregunta. El resultado, que obliga a que esperemos, es luminoso. Porque si bien nada de lo que dice No existen 36 maneras de mostrar como un hombre se sube a un caballo es un descubrimiento, en el modo de narrar esa pregunta se traduce esa maravillosa idea que indica que el cine es el arte más fácil y mas complejo a la vez. Sobre esa posibilidad, sobre esa ambivalencia, camina con pies ligeros este documental vigoroso de Zukerfeld. Con el final de la clase el cine clásico (cuando no) se desvanece en el aire, como otro fantasma más.

Iba a hablar sobre el documental de Nicolás Prividera. Pero ya habrá tiempo en el Post-Mar Del Plata 2020. Esto fue apenas el comienzo.

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