Mar del Plata 2020 – Diario de festival : Historia de lo oculto, Un crimen común, Las mil y una

Por Federico Karstulovich

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Hay una larga y variada tradición de cine político en Argentina. En ese sendero no podía faltar la inevitable excursión de parte de la cosecha 2020 del festival de Mar del Plata. Historia de lo oculto no parecía, precisamente, un nombre adecuado (en particular por su grandilocuencia) para referir a esta historia pequeña que mezcla lopezreguismo en clave de cine clase B, ucronía que describe a un régimen autoritario que gobierna a la Argentina durante la década del 80 pero sumado a eso un thriller de conspiraciones políticas y periodismo (pero el periodismo televisivo argentino sensacionalista de los 80s, muy a la usanza de programas como Tiempo Nuevo, pero fundamentalmente del Canal 9 de Alejandro Romay) al mejor estilo de los trhillers políticos liberales de los 70s. En ese recorrido se suma una paranoia cuasi carpenteriana (mas hablada que física, es cierto) que redunda en dos de las experiencias más clase B del Carpenter de los 80s: me refiero a Sobreviven y a Príncipe de las tinieblas. Pero Historia de lo oculto no se regodea en las referencias. Por el contrario, luego de cinco minutos iniciales plagados de problemas por donde se los vea, la película logra construir un (in)verosímil que terminamos por comprar. Jugando con el tiempo real del programa al aire (“60 minutos antes de la medianoche”), jugando con la necesidad de revelar datos a la vez que obtenerlos por la vía de las entrevistas en vivo que testimoniamos, pero sumando brujería, hongos alucinógenos, persecuciones, encierros y multiplicando la desconfianza por donde se mire, lo que logra le película es un pequeño prodigio (siempre bajo el código económico de la pobreza de recursos del cine clase B). El resultado, derivado de la administración informativa a cuentagotas, es mas que rescatable, porque permite que desesperemos con los protagonistas como si fuéramos niños. Es una de las pequeñas grandes sorpresas que provee Mar del Plata. Y acaso una demostración de que el mejor cine político también puede construir un mundo autónomo y no una metáfora de su tiempo.

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Anclada a una agenda bastante mas convencional se la percibe a Un crimen común, que es el primer largometraje en solitario de parte de Francisco Marquez, uno de los directores de La larga noche de Francisco Sanctis, película con la que se ha forzado comparar a esta gracias a su inversión de decisiones morales (en aquella un hombre común decide avisar a unos militantes que los militares van a secuestrarlos, en esta una mujer común decide no intervenir para salvar a un joven de la cacería y posterior muerte que le diera gendarmería). Pero acaso el punto de contacto mas fuerte de esta película no provenga precisamente del propio cine del director (en lo que acaso sería una autoreferencialidad un poco vergonzante), sino en un film que no es de su autoría: La Patota (Santiago Mitre, 2015). El punto de contacto vuelve a atravesar al cine político argentino (una vez mas y van…) por la culpa progresista. En ambos casos se trata de señalar el rol de la culpa de clase pequeñoburguesa y conciente de los hechos que los tuvieron como partícipes centrales. Pero como bien sabemos, para el credo y religión progresista no hay redención posible, solo queda el castigo. Por eso luego de que la profesora universitaria que encarna Elisa Carricajo no cumpla con lo que el manual del buenismo indica (intervenir cuando se lleva a cabo un abuso policial, que encima, en esta caso tampoco vemos, por lo que la intervención potencial queda puesta en duda) la película no hará otra cosa sino sumirla en un mar de culpas y flagelaciones (hay una serie de abusos a los que se somete al personaje que hablan de un grado de sadismo innecesario), pero todas y cada una de estas cosas situadas en el contexto de un cuento de fantasmas, que tampoco funciona como tal. En el medio una caracterización denigrante de la vida académica parece ser, curiosamente, una cuota de aire. Pero no: es apenas otro aspecto mas de la humillación a la clase media (sea o no universitaria, poco importa) a la que el cine argentino nos acostumbra con el rigor de la sentencia de un resentimiento de clase (si, el deprecio hacia cualquier clase social por su extracción socio-económico-cultural es desprecio de clase). Hacia el final vuelve a la cabeza otra película, La mujer sin cabeza (Lucrecia Martel, 2009).Pero en aquella no se precisaba hacer un comentario sobre el presente como rasgo de pertenencia.

Las Mil Y Una Navas Critica 800

Entre la libertad y la sensación de pertenencia al clan arrancó fuerte el cine político argentino en Mar del Plata 2020. Pero la tercer película, que parece la menos política, es en efecto quizás la más politizada de las tres, porque hace de la mirada intimista y la historia personal una manera de pensar la inscripción política en el mundo que habitan los personajes. En Las mil y una lo personal es colectivo y político. Pero no por ampliar los modos de representación de las disidencias sexuales (si así fuera no estaríamos sino corriendo el eje hacia la corrección política), sino, precisamente, por la ausencia de énfasis, por la confianza en el cuerpo y en el modo de mirarlo (Navas construye grandes planos en dos niveles: a partir del encuadre reducido, amuchando personajes y con la cámara fija, por un lado; por el otro con planos secuencia con cámara en mano, en perpetuo movimiento). En la película el espacio no es cualquiera sino que resulta estrictamente funcional: un barrio popular de monoblocks en Corrientes que se percibe como una mezcla de hormiguero y laberinto; al mismo tiempo una mirada tierna y no exenta de amor por los personajes pero superponiendo el crecimiento, del desarrollo sexual, las confusiones en el escarceo con la libertad de las prácticas en donde el goce sexual es al mismo tiempo celebrado como señalado por terceros. Lo mas interesante es que Navas nos lleva por un slalom de ritmos y tonos, que logra alterar, cambiar y aprovechar con una libertad envidiable. Hacia el final la decisión es elíptica y poética. Favio ha engendrado prole.

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