Miss Sloane

Por Federico Karstulovich

Miss Sloane
EE.UU., 2016, 132′
Dirigida por John Madden
Con Jessica Chastain, Mark Strong, Gugu Mbatha-Raw, Michael Stuhlbarg, Alison Pill, John Lithgow, Jake Lacy, Douglas Smith, Sam Waterston, Ennis Esmer, Alexandra Castillo, Meghann Fahy, Noah Robbins.

Lo crudo y lo cocido

Por Raul Ortiz Mory

La presión que ejercen las corporaciones en la clase política y en los medios de comunicación es tan cotidiana que su regulación suena a ingenuidad o mal chiste. El poder de los conglomerados empresariales desborda la perspectiva sobre quién tiene el verdadero manejo de un país. El lobby es la herramienta que materializa esa influencia y ata la enfermiza relación entre el necesitado y su proveedor. En Estados Unidos la industria de las armas es poderosa, qué duda cabe, pero el lobby que se hace cada vez que un nuevo presidente o un grupo de legisladores llegan a ocupar lugares de mando es muy fuerte. La regulación para portar armamento realmente se discute y transa en los pasillos del Capitolio y son los lobbistas quienes arrecian la suerte de los negociados.

En Miss Sloane (cuyo título para países de habla hispana, Sola contra el poder, es bastante poco sutil) el mundo del lobby aflora como un juego de estrategias que cada cinco minutos cambia de giro y se asemeja a un thriller político que desespera por su enrevesamiento forzado. Elizabeth Sloane (Jessica Chastain) es una cuestionada lobbista que en un acto de iluminación ética y moral deja el lado oscuro para convertirse en la defensora más acérrima de la regulación en la adquisición de armas de fuego. La actitud de Sloane va reforzada por su instinto winner: no se puede vivir para perder, solo la victoria la hará libre (variante sanjuanina que pinta entera a la protagonista). Si bien Chastain desarrolla un personaje lleno de vigor interpretativo, a la altura de sus actuaciones en Take Shelter (2011), Zero Dark Thirty (2012) o A Most Violent Year (2014), son las acciones que delinea la trama las que empujan a la actriz -y a todo el reparto- a caer en un espiral de consecuencias absurdas donde la verosimilitud es un sustento perdido.

Veamos algunas comparaciones odiosas: El informante (Michael Mann, 1999), que también tienen su centro el lobby que las tabacaleras llevan adelante  para vender productos con sustancias al margen de la ley, tiene un personaje -el productor periodístico Lowell Bergman, en piel de Al Pacino- en inicio algo cínico y más preocupado por la cosecha de logros personales que por su labor profesional. Pero al mismo tiempo sufre cambios éticos y morales a partir de la vulnerabilidad de su principal informante. Es decir, desde la estrecha relación que mantiene con una persona o la integridad que le inspira una causa justa. En ese caso hay un arco dramático posible que da cuenta de la toma de conciencia, algo relativamente usual para el mundo cinematográfico de Mann. Otro es el cantar en la película de Madden: Elizabeth Sloane sostiene un vínculo con la supuesta parte afectada -un batido antiarmamentista de origen femenino-  que nunca cuaja por la volatilidad en las convicciones de la protagonista. Su objetivo es tan frágil (si tenemos en cuenta que el foco de su trayectoria siempre fue ejercer presión sin importar a quien representara) que la solidez del verosímil se desarma paso a paso.

Si lo pensamos mejor, Bergman y Sloane son dos depredadores capaces de morder sin pensarlo dos veces, pero la segunda agota su consistencia en un pálido remordimiento que nunca se deriva de una conciencia posible, el primero en cambio se reconoce en  algo que caracterizó al cine político de tradición liberal en el marco del cine americano de los 50’s a los 70’s: la conciencia política como problema cinematográfico (contra las epifanías, que serían una versión triste de la toma de conciencia). En Miss Sloane Madden “sensibiliza” a su estratega política desde la relación con su grupo de colaboradores y descuida la convicción personal otorgándole una naturaleza farsesca que no existía previamente, rompiendo así con una de las lógicas elementales de la narración clásica: previsibilidad de acciones para personajes realistas. Ojo, no es el único problema del guión: la película también arrastra un torpe intercalado de personajes vacíos -un amante insulso, asistentes pseudoambiciosos y algún enemigo risible- con vueltas de tuerca interminables que de manera indirecta remite a Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976), acaso el apotegma del thriller político liberal de los 70’s, aunque con pasos en falso por su incontinencia argumentativa.

Pero en Miss Sloane, como en otros ejemplos del cine de Madden, lo que importa es el gesto, la pose efectiva, la apariencia y la inscripción en un género, una lógica y/o una tradición, pero no en la reflexión sobre el mismo, ni siquiera en la conciencia sobre sus lugares comunes. Cine de borrador de guión, el del director de Miss Sloane es un cine a medio cocer. O crudo. Pero de seguro que sin el fuego necesario que cuecen los personajes que cultivan visiones de mundo en su interior (con todas las contradicciones que ello conlleva).

¿Te gustó lo que leíste? Ayudanos con un Cafecito.

Invitame un café en cafecito.app

Comparte este artículo

Otros ArtÍculos Recientes

Enterate de todo...

Recibí gratis todas las novedades en tu correo a través de nuestro Newsletter