On the Rocks

Por Diego Maté

EE.UU., 2020, 95′
Dirigida por Sofia Coppola
Con Bill Murray, Rashida Jones, Marlon Wayans, Jenny Slate, Barbara Bain, Natia Dune, Jessica Henwick, Nadia Dajani, Sophia Zalipsky, Melania Zalipsky, Victoria Zalipsky, Evangeline Young, Jules Willcox, Alexandra Mary Reimer, Mike Keller, Ximena Lamadrid, Grayson Eddey, Zoe Bullock


Otras épocas

Laura es escritora y vive con su esposo y dos hijas en Nueva York. La rutina cotidiana la consume y no encuentra el tiempo ni los momentos para escribir. Dedicada de lleno al discurrir de la familia, Laura (Rashida Jones) sospecha que Dean (Marlon Wayans) la engaña, tal vez con una compañera de trabajo. En ese punto ingresa Felix, el padre marchand que hace Bill Murray. En ese momento, el realismo ágil con el que la directora narra la cotidianeidad empieza a quebrarse: la aparición de Felix muestra un horizonte cinematográfico distinto, un mundo de intrigas, aventuras, viajes y placeres. El contraste entre los dos registros produce una nostalgia tenue que se solaza cavilando sobre una vitalidad perdida, imposible de transponer a ese universo de cuidados familiares, trabajo y hogar. En los 80, la operación todavía era posible: los protagonistas de Los Goonies, Gremlins o de He-Man eran rescatados de sus conflictos cotidianos por alguna premisa fantástica que los lanzaba al peligro y a la aventura. Sofía Coppola, que tiene que haber crecido viendo esas películas, no cree que ese pasaje sea posible.

On

Así, el personaje de Felix condensa todo lo que le falta a Laura, elegancia, disponibilidad, saberes inútiles, predisposición al disfrute, pero al mismo tiempo se sugiere que esa plenitud viene con un precio: hace años Felix  abandonó a su familia y en el presente trata de construir la relación con las hijas. Es un outsider que intenta cautivar a Laura con la excusa de vigilar al marido para arrastrarla a su mundo de viajes, arte y reuniones. El final, más o menos anunciado, confirma lo que todos sospechábamos: que las escapadas de Laura no iban a conducirla a buen puerto, que la aventura debe concluir y dar paso a la reanudación de la cotidianeidad, de su tiempo circular y sin sorpresas. La pesquisa no fue más que un estallido narrativo que ahora debe volver a su cauce, una compensación pasajera.

Tal vez todo el cine sea dentro de poco como On the Rocks: suave, breve, con dramas asordinados, banda sonora smooth y una nostalgia contenida por los relatos de otras épocas. Un cine que se desliza sin problemas por sus historias evitando cualquier aspereza, que complace (aunque con discreción) los sentidos, un cine que es casi un servicio o una caricia. Alguien creerá que suena a poco, a cómodo, a conformista, pero habría que ver contra qué se mide este cine. Parece tentador oponerlo al tanque de Hollywood con sus excesos narrativos y audiovisuales, pero el sistema se construye en otra parte, en la relación con las películas imponen los temas de agenda en cualquier tiempo y lugar, películas y series con cupos de género, raciales e identitarios que le hablan a un público más interesado en causas, películas que entienden el cine como un vehículo de transmisión antes que como un problema estético.

On The Rocks 1

On the Rocks toma distancia de ese cine estridente, militante, convencido. La historia de Laura, el retrato de su cotidianeidad, la relación con el marido, el reencuentro con el padre, todo se prestaba perfectamente a un reticulado ideológico capaz de transformar la historia en un pequeño manifiesto sobre distintos ítems, a saber: el lugar de la mujer, el machismo en la pareja, las formas de solidaridad femenina, la desigualdad de género, la educación progresista de los hijos, etc. La película, felizmente, elude esos mandatos. En un momento, cuando Felix trata de enseñarle a las nietas que las mujeres tienen que usar pelo largo para gustarle a los hombres, Laura interviene y les explica que no, que ellas tienen que tener el pelo como quieran, como prefieran, que eso es lo que hacen las mujeres fuertes. Laura termina de hablar, Felix sonríe y las nenas siguen en la suya. Esa parece ser la manera con la que la película cumple con la cuota mínima de agenda: una línea de diálogo pronunciada a desgana que no cambia prácticamente nada. La placidez de la escena, con Felix tirado en el piso y las nietas disfrutando de su compañía, se impone por sobre cualquier urgencia de ocasión.

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