Personal shopper

Por Tomás Carretto

Personal Shopper 
Francia-Alemania, 2016, 105′
Dirigida por Olivier Assayas
Con Kristen Stewart, Lars Eidinger, Sigrid Bouaziz, Anders Danielsen y Ty Olwin.

Ella (baila sola)

Por Tomás Carretto

El galardón mas pretendido de cualquier director cinéfilo es convertirse en una suerte de director de estrellas femeninas, de musas del cine a la antigua manera de Josef Von Sternberg, Max Ophuls o Joseph L. Mankiewicz. O mas acá en el tiempo (y mas que ver con las ideas de cine de Assayas, Jean Luc Godard y Francois Truffaut). A falta de otros aspirantes -hay pocos directores realmente cinéfilos- que no solo puedan coleccionar dichas cocardas sino que su inclusión represente un dialogo abierto con la historia del cine, es que Olivier Assayas se ha forjado una reputación en ese sentido. A lo largo de su carrera ha trabajado con Juliette Binoche, Maggie Cheung, Asia Argento, Isabelle Huppert, Connie Nielsen, Jeanne Balibar, Emmanuel Beart, Chloe Sevigny, Gina Gershon, Judith Godreche, Virginie Ledoyen y la lista podría seguir. Kristen Stewart es el último fulgor de esa lista bastante extensa.

Personal Shopper no es un film de horror. Ni siquiera un thriller. Es un film de estilo. Mas cerca –pienso- de Algunas chicas (Santiago Palavecino, 2016) que de el cine de Kiyoshi Kurosawa (aunque es una referencia ineludible). Una película ensayo sobre ciertas ideas de cine que en algunos puntos funciona como continuidad de El otro lado del éxito (Clouds of Sils Maria, 2014) y de otros híbridos en la carrera de Assayas como Irma Vep (1996) y Demonlover (2002). De hecho como en la anterior película de Assayas, Maureen (Kristen Stewart) es aquí -otra vez- la asistente personal de una de esas estrellas que podríamos citar en el párrafo de arriba. A diferencia de alguien como Juliette Binoche que realmente alcanza ese status de prestigio y reconocimiento (y que hace lo propio en Sils Maria), la elección acá pasa por una actriz europea bastante particular y de rango menor (Nora Von Waldstatten), habitual colaboradora en los films de Assayas y que tuvo un gran papel en su miniserie Carlos, el Chacal (2010) interpretando a Magdalena Kopp, la mujer del terrorista venezolano; pero que aquí implica un quiebre en la verosimilitud de la trama.

En lo que si acierta Assayas es en la presencia siempre sugerente de Kristen Stewart. La continuidad temática con su anterior papel ayuda un poco a situarnos en una película donde los indicios narrativos están bastante ausentes. Aunque lo mas importante quizás sea la particularidad de sus rasgos cinéfilos, a la hora de abarcar un film de este tipo, mas en contacto con la androginia de heroínas del género como Sigourney Weaver y Linda Hamilton. El ascetismo expresivo sin pretensiones de Stewart no va nunca en desmedro de su potencialidad emocional, gran parte porque se trata de una actriz de gran honestidad y entrega para con el material, así tenga (como aquí) algunas lagunas narrativas bastante pronunciadas.

De hecho su estilo de actuación ya fue ensalzado explícitamente por Assayas en su muchísimo mas logrado largometraje anterior , poniéndola en contraste con la aspirante a starlette, Chloe Grace Moretz, que bien podría ser cualquiera de las pin up girls que andan dando vueltas por los pasillos del sci-fi y géneros aledaños, incluida la caída en desgracia más notoria, la ya-reconocida-estrella Scarlett Johansson. Recuerden aquella escena en el bar a la salida del cine entre Kristen Stewart y Juliette Binoch. Si prestan atención atentamente (y no porque Assayas lo haya hecho público) es una reescritura para chicas de aquella otra en el hotel entre Scarlett y Bill Murray en Perdidos en Tokio (2003). No hay whisky sino cervezas largas y las chicas (particularmente Binoche, que representa el punto de vista del film) se toma en solfa la actuación de Moretz en una película de esta factura. (“¿En que te han convertido Scarlett?. Hollywood-todo-lo-arruina”) parece ser la premisa. Y es que la Scarlett de Perdidos en Tokio tenía mucho mas que ver con el estilo que lleva adelante Stewart (y que es defendido por Assayas) que su derrotero actual. Siendo a su opinión más fecundo el terreno actoral de Stewart que los rasgos multiuso de baby doll cyborg-extraterreste-action girl-voz electrónica que le han cargado a Johansson en el último tiempo. Si en la película de Sofía Coppola se reían injustamente de la genial Anna Faris (ridiculizada por SC por motivos extracinematográficos), en El otro lado del éxito un poco se ríen (también injustamente) de Scarlett que justo ese año (Lucy, 2014) fue puesta en un papel paródico por nada más y nada menos que el campeón francés del cinema du look… Luc Besson año en que también el realizador de El perfecto asesino era candidato a presidir el jurado de Cannes, ¡donde además El otro lado del éxito iba en competencia!. Después de alguna queja sugerente de Assayas (“mi material no tiene nada que ver con Besson, no tengo expectativa de que me premien”) Besson se bajó (quizás también por problemas de agenda ya que estrenó Lucy al poco tiempo). Y si bien la película de Assayas no ganó nada ese año, si lo hizo 2 años después con Personal Shopper y el premio a mejor director (y acá si usamos INJUSTAMENTE en mayúsculas porque al lado de Elle de Verhoven ese premio es una parodia casi tan grande como su Jo Ann Ellis (Chloe Grace Moretz) en la película de 2014). Como verán Assayas es un director con influencia en los círculos cannisticos.

Pero ese estilo aludido de Stewart en aquella película estaba mejor contenido por el contraste con Binoche y múltiples elementos que enriquecían la trama, que hacía que aquella película funcionara mejor. Es cierto que esta es una película de presupuesto más acotado (tanto que se suprimen líneas narrativas, algo que conspira con un final abierto que no está lo suficientemente construido), ¡y eso que siguen los chivos a Chanel y Cartier!. Las citas a la pintura abstracta y oscurantista de Hilma af Klint y las experiencias espiritistas de Victor Hugo (hay un telefilm insertado que parece filmado imitando el estilo de Truffaut, Doillon o Eustache) funcionan como eso –simplemente como citas- o meras inclusiones en el guión que justifiquen acciones dramáticas posteriores, a falta de espacio en la trama para un desarrollo que pasa mayor tiempo filmando la pantalla de un celular. De hecho la mención a Hilma af Klint tiene la pretensión de funcionar como la incorporación de un conocimiento por una fuerza extraña a la manera del monolito de 2001: Odisea del espacio (Stanley Kubrick, 1968). Como portales (tanto Klint como Victor Hugo) a altos niveles de conciencia.

No hay vocación en Assayas de hacer una narración púlida, de historia sin grietas, ni de respetar los mecanismos centrípetos y circulares del clasicismo, los abordajes genéricos y su pretensión de clausura. De hecho el personaje de Stewart está más emparentado a los de Georgia Moll, la asistente en El desprecio (Jean Luc Goddard, 1963), Nathalie Baye –la asistente de dirección en La Noche Americana (Francois Truffaut, 1973) y Nathalie Richard (Zoe, la vestuarista en Irma Vep, Oliver Assayas, 1996) que al de Anne Baxter de La Malvada (Joseph Mankiewicz, 1950), donde ahí si la narración circular pretende dejar su parábola. Los personajes de Kristen Stewart aquí jamás se van a tocar con los de sus patronas por más coqueteos y fantasías que existan. En todo caso a Maureen le espera seguir el destino trágico de su hermano gemelo, Lewis, tanto como médium como en sus patologías físicas. No hay magia ni transformación. Solo ambigüedad y un manejo intertextual que ayuda a cubrir los (grandes) baches de verosimilitud.

El problema con la propuesta no son sus líneas sueltas ni la incertidumbre que deja en el espectador sino la falta de implicación o desaprensión del director para con su personaje principal (al que deja tirado) y que es el que sostiene, le pone el cuerpo y le da alma a una película que no está a su altura.

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