#Polémica – Dunkerque (a favor)

Por Varios Autores

Dunkerque (Dunkirk)
Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Holanda, 2017, 106′
Dirigida por Christopher Nolan.
Con Fionn Whitehead, Tom Glynn-Carney, Jack Lowden, Harry Styles, Kenneth Branagh, Cillian Murphy, Mark Rylance, Tom Hardy, Aneurin Barnard, James D’Arcy y Barry Keoghan.

La épica del fracaso

Por Diego Maté & Federico Karstulovich

 

FK: Vos sabés que una de las cosas que más me llamó la atención de la última película de Nolan es que, siendo que el tipo es bastante fan de las cosas grandotas y fastuosas, aquí todo me pareció más bien seco, carente de épica. Esa épica el fracaso me parece lo más interesante que puede haber hecho Nolan contra su propia obra

DM: Sí, no se parece demasiado a todo lo que hizo antes, pero eso no cambia que la película sea, en cierta forma, grandota y fastuosa. No solo por la dimensión material de lo que se cuenta (una operación bélica, que incluye grandes cantidades de vehículos, tecnología y movimientos humanos), sino también por el relato, que presume de cierto virtuosismo: mirá como presento a estos personajes, en momentos diferentes, y los voy haciendo confluir más adelante.

Por otra parte, eso que llamás épica del fracaso creo que puede rastrearse en buena parte del cine bélico actual (y no solo bélico). Como parece que es muy difícil, casi imposible, narrar solemnemente una victoria, el cine fue decantándose por el espectáculo de la derrota. Eso pasa en Salvando al soldado Ryan o en 300, es lo mismo. Lo épico para mí está, es una cuestión de tono más que de lo que se cuenta. Solo que se trata de una forma de lo épico que aspira a cierta sofisticación, que construye lo espectacular desde el cálculo y la planificación obsesiva, y no desde el despliegue de lo afectivo (una banda de sonido estruendosa con mucha percusión que se escuche sobre cuerpos destrozados, gente llorando y esas cosas)

FK: Sobre eso que decís a mi me parece interesante el efecto de la fragmentación. Por qué? Porque donde todo el mundo vio las vueltitas boludas de Nolan porque no se banca una naración clásica (la segunda Batman lo es y está muy bien, seamos honestos: poder puede) a mi me parece que en este caso está plenamente justificado. Es una suerte de estrategia que no te deja progresar, que no te deja avanzar, que te interrumpe la calentura. Y ese coitus interruptus me parece no solo de lo más logrado sino clave a la hora de desactivar todas y cada una de las bombas de sonido hanszimmerianas, que se nota que quieren pum pum y costa golda.

En relación a esa tendencia a des-emocionalizar me parece que es donde está jugando la influencia de Kubrick (que siempre la estuvo) en el cine de Nolan. En esta caso vía Paths of glory. Y creo que Nolan aquí entendió que se puede hacer una película pacifista sin ser boluda y a la vez sin renunciar a la pretensión de gran espectáculo. Pero espectáculo cerebral, no operístico-emocional como en un tipo como Coppola o emocional-patriotero como en el Spielberg de Rescatando al soldado Ryan. De hecho lo patriotero de la película está en los personajes, justamente porque el patriotismo se lleva muy bien con la épica grandota y esta película no

DM: Es que todo en la película parece apuntar a eso, a desplegar un espectáculo visual, sonoro, del movimiento (del cine, bah), y para lograrlo, el tipo tiene que desmontar algunos mecanismos automáticos del cine bélico y afines. A lo que decís del relato y la interrupción emocional habría que agregar que casi no hay personajes: hay gente que habla, escapa, que sufre, que cuenta lo que pasa, pero casi no hay caracterización psicológica, rasgos que diferencien a unos de otro (salvo por los del bote, pero así y todo, son personajes muy elementales, en el mejor sentido). Eso ya hace muy difícil el entrar al mundo de la película, más bien uno termina quedándose afuera y mirando la película, viendo los planos milimétricos, el uso del fuera de campo, la compañía constante de la banda sonora (que a mí no me molesta en absoluto). Es como si Nolan dijera: “no, pará, no te metas acá, no te comprometas afectivamente con lo que pasa como te piden casi todas las películas bélicas desde Griffith, quedate afuera y mirá lo que hago, porque hago cosas buenas”. Y las hace: el comienzo es casi experimental, con el escape del tiroteo, la llegada a la playa y ese orden entre onírico y geométrico que se apodera de la escena durante unos cuantos minutos. Creo que eso es lo que hace tan rara a Dunkerque, que es una película que lleva la épica a las formas del cine, que te expulsa de su mundo, pero para que puedas ver (y escuchar) lo que pasa desde la butaca. La inmersión, la identificación y todo eso está claramente sobrevaluado: uno se puede emocionar viendo un plano, un movimiento de cámara, a un soldado corriendo entre las explosiones. No me quiero ir por las ramas, pero lo que más me gusta de Hasta el último hombre es eso, que más de una vez Gibson exagera tanto con la puesta en escena y el relato que la película se enrarece y se vuelve un espectáculo más allá de la historia de un tipo que enloquece porque cree que Dios le habla y sale a salvar gente. Eso en Hasta el último hombre pasa poco, pero está y eso lo que la diferencia del grueso del cine bélico. Bueno, Mel Gibson hizo Apocalypto, que seguramente sea, aunque por motivos distintos, la película que hace posible que exista Dunkerque y que estemos diciendo las cosas que decimos.

FK: Es interesante la idea de la comparación con la de Gibson ya que en parte hablábamos de eso con Hernán en el cierre del dossier bélico. Hay algo entre esa exacerbación místico-metafísica y este cine materialista-cerebral que me resulta fascinante como estrategia para atentar contra las formas más adocenadas de el género (pienso en Fury, la de David Ayer y vomito bilis).

Por su parte eso de no tener casi personajes, de tener gente que hace cosas pero que no es más que sus acciones elementales es una patada en las bolas a la tradición pero a la vez conecta con una forma de modernidad (por momentos ese inicio de Dunkerque tiene cosas casi bressonianas) que me resulta insólita.

Y si: el cine de Nolan te deja afuera. Pero a diferencia de otras en las que te expulsa pero a la vez te vende la cosa berreta de la conmoción emocional vía salvatajes de último momento (pienso en la gomada esa de Interestelar y me agarran ganas de ir a buscar mi ballesta) en Dunkerque la expulsión es absolutamente consecuente. Y el resultado de eso me parece alucinante.

Pero hablemos también del componente patriotero por la que se la acusa. No solo no lo veo sino que creo que vuelve a sucederle a mucha gente algo que no entiendo: los personajes no son las películas. Sino una película con un nazi convencido se convertiría inmediatamente en eso (perdón por jugar la nazi card, pero era por el bien de la causa)

DM: Te aviso que leí pocas críticas de la películas y casi no vi eso. Pero sí, no sé qué se entenderá por patriotismo, entonces. Los personajes del bote ponen en peligro sus vidas por una causa: son personas comunes que responden el llamado desesperado de Churchill. La película hace otra cosa: retrata una empresa humana condenada al fracaso que, a pesar de todo, puede realizarse. No me explico cómo el contar eso supondría patriotismo. Creo que es justamente al revés: la falta de personajes (en un sentido clásico), el preciosismo visual, la casi ausencia de diálogos, todo eso atenta contra la posibilidad de un discurso patriótico. Además, en general, en el cine no hay patriotismo sin un enemigo que ponga en peligro algo y que obligue a una toma de partido (de parte de los personajes, pero también del público): acá ese enemigo no está, existe en un fuera de campo lejano y rara vez se lo ve subido a un avión o se lo imagina desde las miradas preocupadas de Kenneth Branagh hacia fuera del plano. Yo agregaría a lo que decís (bien) sobre la diferencia entre visión de los personajes y visión de la película, que contar una historia que involucra países, sea en un conflicto armado o de otro tipo, no tiene por qué ser necesariamente patriótica o “crítica” (lo que sea que signifique eso). Existen matices infinitos, no hace falta reducir al cine a la forma del panfleto (a favor o en contra), y eso no lo digo tanto por las películas mismas sino por una buena parte de la crítica, que cree ver propaganda toda vez que ondea una bandera estadounidense. Creo que todo lo que comentamos más arriba corta de cuajo cualquier posibilidad de patriotismo, y que la película en sí puede ser vista como un corte en relación con ese hábito de ver el cine como presunto instrumento de no sé qué adoctrinamiento, imperialismo y vaya uno a saber qué otras sandeces. Dunkerque te sugiere que no pierdas tiempo con esas pavadas, que no te gastes haciendo un inventario de gestos que te permita obtener el presunto coeficiente ideológico de la película (¿es pro o es revisionista?): hay que aprender de nuevo a mirar la belleza de un plano, un rostro inescrutable (ya que dijiste Bresson), el movimiento de lo que entra y sale del encuadre (las filas inteminables de soldados del comienzo, que conservan su rigor geométrico incluso en medio de un ataque). Por eso creo que la película es notable, que hay que pensarla como un conjunto más allá de algunas malas decisiones o errores ocasionales.

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