#PostMarDelPlata 2017 – (1): La telenovela errante

Por Marcos Rodríguez

La telenovela errante
Chile, 2017, 90′
Dirigida por Raul Ruiz & Valeria Sarmiento
Con 
Luis Alarcón, Patricia Rivadeneira, Francisco Reyes, Consuelo Castillo, Roberto Poblete, Liliana García, Mauricio Pesutic, Leticia Garrido, Marcial Edwards

Campo minado

Por Marcos Rodriguez

Un espectador podría vacilar a la hora de preguntarse por qué pasa lo que pasa en, digamos, cualquier plano de cualquier película de Raúl Ruiz. La lógica de su cine es secreta. La inventiva y la erudición (posiblemente falsa) de Ruiz nos hacen suponer que hay una razón o una explicación detrás de, por ejemplo, las plantas frondosas que tapan el plano de formas ilógicas en la primera secuencia de La telenovela errante. Seguro, si uno pudiera debatir con Raúl, habría explicaciones para cada cosa. Y a la vez, uno no puede dejar de sentir que la arbitrariedad campea en el cine de Ruiz con una libertad inaudita. Siempre habrá un toque de inexplicable en lo que vemos. La fuerza ridícula y salvaje de ese follaje justifica el plano.

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De cualquier forma, más allá de diálogos hipotéticos, no podremos preguntarle nunca a Ruiz por éste u otro plano de La telenovela errante porque Raúl Ruiz, tal como lo conocíamos, murió hace ya unos años. Y, sin embargo, acá lo tenemos estrenando una película nueva. Como si se tratara del argumento de una película de Ruiz, una conspiración secreta y no del todo convincente logró que los elementos azarosos se alinearan para que este proyecto que había filmado en 1990 en Chile y nunca completó ni editó pudiera ver finalmente la luz. Los rumores dicen que esa misma conspiración prepara otra nueva película para el año que viene. Y vaya a saber uno cuántas más vendrán. El cine de Ruiz, se sabe, es infinito.

Como sucede con tantas de sus películas, es difícil explicar de qué se trata La telenovela errante. Según dijo antes de la proyección Chamila Rodríguez, actriz chilena que trabajó con él (aunque no en esta película) y productora de La telenovela…, a lo que asistimos es al retrato/reacción de Ruiz frente a lo que encontró en Chile una vez que pudo regresar al país, tras la caída de Pinochet. Algo así como un diagnóstico del estado de la sociedad chilena. Es posible. Ciertos apuntes, ciertos diálogos (“Pero si estamos hablando en inglés”) apuntan hacia esa idea; claro que estaríamos, en el mejor de los casos, ante una especie de retrato sociológico surrealista, con lo que pueda valer esa definición.

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La telenovela errante es, como tantas películas de Ruiz, una película centrífuga: lo que vemos es tanto una historia como un mecanismo para generar historias infinitas. Dividida en siete días (artilugio de montaje, efectivo), la película muestra algo así como un zapping entre telenovelas diversas, que se miran entre sí y se van articulando en una especie de mosaico. Pero a diferencia de lo que pasa, por ejemplo, en Misterios de Lisboa (otro mecanismo generador de tramas novelescas), que pertenece a su último período, un momento mucho más pulido y terso, en La telenovela… las costuras resultan evidentes, el artilugio es tosco y los chispazos que genera tienden al humor. No existe nunca la posibilidad de una identificación, el mecanismo interfiere siempre, puesto por delante (como esas hojas), y el cine como evidencia de construcción no permite paz. Tampoco permite siquiera un bache de ideas: cada plano estalla de forma constante en direcciones diferentes: ya sea una posición de cámara, una línea de diálogo, la distribución del decorado, la aparición de un cucharón de cocina, la acumulación de asesinatos, el deambular por una vereda, todo lo que aparece en esta película trae consigo una constelación de posibilidades que se abren sin un patrón preestablecido.

Es difícil explicar de qué se trata La telenovela errante porque, como todo el cine del chileno, esta película es menos un tema o un argumento que un campo minado dispuesto a cada instante a llevarnos para cualquier lado. Quienes lo amamos, amamos esa libertad en él pero, sobre todo, amamos la libertad que abre en nosotros. Larga vida al señor Ruiz, que nunca habrá de morir.

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