Prometo volver

Por Carla Leonardi

Prometo volver (Proxima) 
Francia, 2019, 107′
Dirigida por Alice Winocour
Con Eva Green, Matt Dillon, Lars Eidinger, Sandra Hüller, Jan Oliver Schroeder, Nancy Tate, Marc Fischer, Zélie Boulant, Alexey Fateev, Vitaly Jay, Birger Frehse

Elogio de la proximidad

Por Carla Leonardi

Fiel a su rasgo autoral, ligado a dar cuenta del encierro de lo femenino (ya sea en el contexto del   patriarcado turco como guionista en Mustang o de la sociedad victoriana en su opera prima Augustine), Winocour regresa a esta temática en una ficción dramática acerca del conflicto entre la maternidad y el deseo femenino que se juega en una mujer astronauta cuando es designada a una misión espacial en el contexto del presente o de un futuro bastante cercano.

Sarah (Eva Green) es una joven mujer, ingeniera espacial, que se ha separado recientemente de Thomas (Lars Eidinger). Su ex-pareja es un astrofísico que trabaja para la misma agencia espacial con el cual tiene una hija de siete años. Desde esa misma edad, Sarah ha soñado con viajar al espacio. Por lo tanto, ser elegida por la agencia espacial como miembro de la misión espacial internacional  Proxima, tiene el significado para ella de un anhelo largamente esperado y por fin, cumplido. 

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La protagonista vive con su hija Stella (Zélie Boulant). Entre ellas hay un gran apego, que se explica en las dificultades de aprendizaje de la niña, que presenta dislexia, discalculia y disortografía. El nombramiento de Sarah a la misión espacial implica entonces para ambas afrontar los cambios asociados al proceso de separación. Sarah tiene que por delante varios meses de duro entrenamiento en una agencia espacial en Moscú y una cuarentena en Kazajstán previo a su viaje espacial, por lo que Stella pasa a vivir junto a su padre en Colonia y a tener que adaptarse a un nuevo colegio. Durante los meses previos al despegue del cohete, madre e hija se mantienen en contacto mediante llamados telefónicos, videos que se envían y visitas que se realizan con la coordinación y el acompañamiento de Wendy (Sandra Hüller), una asistente de la agencia espacial.

En Prometo volver es notable la correspondencia entre las formas y el contenido de la película. En este sentido, las distintas fases que atraviesa Sarah como astronauta previo a su misión espacial: entrenamiento físico, cuarentena, despegue al espacio, así como los distintos momentos que supone el lanzamiento en si mismo de un cohete (ignición, despegue, separación) pueden leerse simbólicamente como el proceso de sucesivas separaciones que se van produciendo entre madre e hija y que en rigor refieren en ultima instancia a la vida misma como proceso de consecutivas separaciones. 

En esta linea, varias escenas transcurren en el agua evocando el nacimiento como primera separación. Una de las primeras escenas entre madre e hija se da durante el baño de Stella mientras Sarah la enjabona en la bañera y la pequeña le pregunta si se va a morir antes que ella. En otra escena, Sarah realiza un exigente ejercicio de entrenamiento  en el fondo de una profunda pileta que simula la falta de gravedad del espacio y en el cual realiza maniobras de reparación y rescate, siempre sostenida por un cordón umblical que la une a la capsula espacial. 

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La angustia de separación se juega tanto la madre como para la hija. Para Sarah, dejar de estar presente en la vida de Sarah por largo tiempo, implica estar dispuesta a perder momentos en la vida de su hija, a cederla al mundo. Para Stella esta angustia es traumática, ya que la vida de la madre en el ambiente fuera de gravedad involucra un peligro real y queda sin quien es su soporte en la resolución de problemas en su vida cotidiana. El padre como función de corte y ficción, artificio simbólico suplente

En esta línea, algunas escenas son ficciones lúdica que realizan madre e hija para tramitar la angustia de la separación: el juego de llevar a Stella a caballito hasta su cama, simulando el lanzamiento de un cohete o la despedida Stella de sus tritones a quienes devuelve al río deseándoles que encuentren una agradable nueva casa. 

La noche que Sarah se despide de Stella cuando la arropa en su nueva habitación en el departamento de su papá,  la pequeña se aferra a una camiseta de ella. Esta prenda de vestir opera como una suerte de objeto transicional que no pertenece a ninguna de las dos y que le permite a Stella comenzar a simbolizar la ausencia materna. Y el de pasaje de Stella de la madre al padre es interesante, ya que se trata en última instancia, se trata para la niña de comenzar a servirse del padre como artificio simbólico sustituto de la presencia materna, operando así como función separadora. Asi vemos como Stella, no sin vacilaciones, va pudiendo lidiar con los desafíos académicos y vinculares que se le presentan.  

Al proponer como protagonista a una mujer astronauta, Winocour plantea una feminidad que se aleja de la representación tradicional de la mujer en tanto madre y esposa, pero al mismo tiempo demuestra que realiza una buena lectura de la posición femenina. 

Proxima

En cuanto a lo primero, como astronauta, Sarah es una mujer valiente e inteligente, que deja su lugar en el hogar para adentrarse en un mundo sumamente competitivo y tradicionalmente reservado a los hombres. De allí que debe lidiar con los prejuicios sociales, que la colocan en inferioridad de condición respecto de los hombres, no sólo por su naturaleza física de mujer, sino por su sensibilidad materna. Estas concepciones patriarcales sobre la mujer, Winocour las coloca en primera instancia en boca de Mike (Matt Dillon), su compañero de misión estadounidense, que habla de lo buenas cocineras que son las francesas, que la degrada cuando le sugiere reducir el exigente horario de entrenamiento. También aparecen en su estricto jefe de entrenamiento, ansioso por reemplazarla a la mínima falla por el astronauta suplente que es hombre y también como voces de Stella que irrumpen en la cabeza de Sarah durante sus practicas de entrenamiento y que toman el carácter de la conciencia moral, haciéndola sentir culpable por asumir su deseo femenino, lo cual la hace una “mala madre”. 

Generalmente se suele representar lo femenino bajo la forma de la locura; de la venganza mortífera que atenta contra el macho opresor o de la heroína libre y desamarrada de todo lazo afectivo. En contraposición, Winocour construye una heroína que es también madre. De esta manera, no hace de la maternidad una minusvalía en el desarrollo de la carrera profesional de una mujer ni tampoco un anacronismo pasado de moda. 

Si bien la verdadera mujer (cuyo prototipo es Medea, que asesina a su hijos) se contrapone a la madre devota y abnegada como extremos, esto no implica que ambas posiciones no puedan ser compatibles y de hecho sostener esa duplicidad es el desafío que hace a una posición femenina.

De este delicado equilibrio da cuenta Winocour con su inolvidable Sarah. Esta heroína se interna en un mundo de hombres pero no se masculiniza totalmente por el entrenamiento militarizado como Ripley o Sarah Connor, ya sea desde lo físico como desde las formas. Como la pionera astronauta rusa Valentina Tereshkova, que se maquillaba para estar linda para las estrellas; Sarah puede ser física y psicológicamente fuerte pero sin renegar o rechazar su feminidad. De ahí que decide mantener su período menstrual y que conserve cierta delicadeza y sensibilidad, sin que se confundan con histrionismo o debilidad. En este punto, es clave la elección de casting que recae en Eva Green capaz de sostener rasgos duros, pero a la vez de una ductilidad de matices interpretativos mesurados y contenidos que evitan el patetismo exagerado e innecesario.

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Lejos de sostener la madre y la mujer como una disyunción (como lo propone la moral social), Sarah muestra que es posible saber hacer conjugar estos dos ordenes diferentes Como astronauta es capaz de internarse en el territorio incógnito, ingrávido e inconmensurable del Espacio, claro símbolo de lo ilocalizado e ilimitado femenino; pero no abandona a su hija, conserva el lazo amoroso hacia ella, que se recorta en esa foto de Stella que mira con alegría y ternura en el momento mismo del despegue. La gravedad de este amor por Stella es el arraigo que la une a la Tierra y que funciona como tope a la vastedad, permitiéndole no extraviarse en la oscuridad de lo femenino. 

Al día de hoy se juzga moralmente a la madre que osa realizar también su deseo femenino de otra cosa. Como si la maternidad fuera un férreo mandato incondicional, que no admite pausas ni intermitencias. Lo cierto es que nada es más aplastante y angustiante que una madre omnipresente y nada más valioso para una hija que la transmisión por parte de la madre de una posición femenina. Como bien da cuenta el plano que une a Sarah y Stella al fundir sus rostros en el vidrio de la sala de visitas durante la cuarentena, hay algo de lo femenino de Sarah que se transmite y que deja su rastro en Stella y que está presente desde el mismo nombre de amor que recibe que significa Estrella. De ahí que concilie en sí misma la curiosidad apasionada, el brillo de la belleza y la calidez de la ternura, como signos distintivos de su singularidad.  

Llega entonces el momento en que Stella intuitivamente algo comprende, en que puede deponer su enojo ante la aparentes “falencias” maternas, para disfrutar de ese viento que le da en la cara mientras mientras mira por la ventanilla del ómnibus a esa yegua y su potrillo, que corren juntos, pero libres. Porque como bien señala el titulo de la película, se trata para madre e hija de la aventura de abandonar el apego, pero no para caer en un desapego, sino para construir la proximidad: una distancia corta que las una y a la vez las separe en el tiempo y el espacio, como hiancia digna de la feminidad.

En última instancia, la película de Winocour no es tan sólo un homenaje a las mujeres astronautas y madres que se destacan al final, sino a las muchas heroínas cotidianas que sin renunciar a su deseo de hijo, lo armonizan artesanal y singularmente con los logros en su carrera profesional. Además Proxima en si misma puede leerse como la transmisión de algo de la feminidad de la propia realizadora, ya que logra combinar su rigurosa destreza formal con su singular sensibilidad, fecunda en sus resonancias poéticas. Y eso como espectador, siempre se agradece. 

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