Rotterdam 2019 – Diario de festival (3)

Por Laura N Vitalli

48° IFFR

Apuntes para la cobertura del Festival Internacional de Cine de Rotterdam

Por Laura N. Vitali

Godard y Dante

Me cuesta tomar coraje para hacer públicas estas intuiciones (a esta altura, y en este estado, hablar de ideas sería un poco pretencioso). Pero mi calidad de semi-novel y un poco outsider en estas lides me otorga algo de impunidad, que aquí voy a aprovechar.

Para ir a los bifes: creo que, en gran medida, hay un endiosamiento de la figura de Jean-Luc Godard en lo que hace a sus últimas realizaciones (muy conscientemente no utilizo el término películas) que nace más del snobismo o del temor de quedarse fuera de lo que parece una indiscutible unanimidad, que del cabal disfrute, placer o, al menos, comprensión de sus obras.

Quizás me atrevo a hacer públicas estas líneas porque en el IFFR se realizó una instalación muy sencilla pero al propio tiempo central para acercarse a lo que parece ser el modo en el que JLG viene trabajando el último tiempo. En lo que remedaba ser el living de una casa familiar, una veintena de personas por vez podíamos participar del Accueil livre d’image para ver Le livre d’image (Image book/El libro de la imagen) en un televisor grande (pantalla led, sepan perdonar el anacronismo). La intimidad de esa sala art decó del Hotel NH (alguna vez sede del servicio secreto y cuna de espías varios), el sonido que, contra lo que pasó casi en todas las funciones del IFFR (donde era muy bajo) realmente envolvía, inquietaba y conmovía, y la percepción de imágenes mayoritariamente tomadas de la televisión y concebidas para ser vistas de ese modo, hicieron que la experiencia mejorara por mucho a la de ver en una sala de cine esa misma película. “Película” que, como antes se dijo, tiene más que ver con la instalación o performance, en sentido estricto. Las imágenes de baja calidad, la intrusión de la música y la reiteración funcionan mejor en esta escala que en la indebida extensión a una pantalla grande.

El cómo es, también, el qué. Así como la última versión (¿definitiva, en razón de su digitalización?) de The movie orgy de Joe Dante reclama la pantalla grande y la gran sala, como lugar de lúdico encuentro y diversión, la obra del deificado JLG sufrió con el “upgrade” nacido de esa valoración implícita, indiscutida e indiscutible que lleva a afirmar que cualquier cosa que haga es siempre una gran película. Su pasaje por Cannes y las salas de cine perjudicó más que benefició la experiencia.

Y Le livre d’image está muy bien. Desnuda su forma de creación de manera explícita con la referencia que hace a la música: su concepción y montaje se vinculan con el contrapunto. Exactamente lo mismo que hace Joe Dante en The movie orgy, jugando con trozos de películas clase B de géneros imposibles, discursos políticos y hasta institucionales sobre higiene sexual. No creo que al cascarrabias de JLG necesariamente le caería mal (aunque uno nunca sabe, pregúntenle si no a Agnes Varda) que el público se riera un poco más durante las proyecciones de su obra (o un poco al menos, en la sala me sentí un poco incómoda riéndome sola o conteniendo alguna carcajada). Livre d’image, como The movie orgy, no sólo tiene una mirada muy clara en lo que a la política respecta; ambas también coinciden en que la manera de hacer tolerable un discurso a veces tan directo, explícito y hasta grueso es con altas dosis de humor.

En fin, que no todo lo que hace o dice JLG es siempre genial. Y en varias de sus últimas películas (Le livre d’image incluida) el realizador alude con humor a ese endiosamiento, riéndose un poco de la sobre-interpretación de todas y cada una de sus referencias. Amigues: no se lo tomen tan en serio que el viejo (que  más sabe por eso que por diablo) es inteligente y también sabe reírse de sí mismo. Y de todos nosotros cuando nos ponemos pretenciosos y pelotudos.

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