Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos

Por Gabriel Santiago Suede

Shang-Chi and the Legend of the Ten Rings
EE.UU., 2021, 132′
Dirigida por Destin Cretton
Con Simu Liu, Awkwafina, Tony Leung Chiu-Wai, Michelle Yeoh, Fala Chen, Florian Munteanu, Ronny Chieng, Dallas Liu, Tim Roth, Benedict Wong, Meng’er Zhang, Fernando Chien, Kelli Bailey, Jayden Zhang, Arnold Sun, Alfred K. Chow, Shaun Robert Foley, Christian Harris Neeman

Un caballo de Troya en vidrio

El despegue no comienza ahora. Comenzó ya algunos años atrás. No hace falta retrotraernos a Parasite (que es la experiencia consolidada, premiable y festivalera, si se quere) ni a cosas como la imposible The Wandering Earth (sobre la que escribí esta nota profética algunos años atrás). La conquista de mercados cruzados se ha lanzado hace más de dos décadas o casi, con cosas como El tigre y el dragón (en algún momento el mainstream hollywoodense se dio cuenta que no bastaba con traer a directores de otras latitudes a dirigir: había que traer o acercarse a esas otras latutudes). Bueno, a la caza de esos públicos cruzados, tras algunos reacomodamientos geopolíticos post-trumpeanos, el horizonte vuelve a ser China (o en todo caso nunca dejó de serlo). Y si China se americaniza en su discurso neocolonialista, Hollywood debe multiculturalizarse todavía más, cuanto antes, cosa que el plan de negocios sea más fuerte aún que la corrección política con voluntad inclusiva.

Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos es, en este orden de cosas que relatamos, un caballito de batalla. Un caballito de troya, para ser más correctos. Uno bastante previsible y vulgar en su multiplicación de referencias poco menos que turísticas asociadas a la cultura china (de la milenaria a los clanes mafiosos). Pero bueno, esas siempre fueron las reglas del juego de las representaciones estereotipadas. Si no se lo demandamos a las formas cuneiformes de Street Fighter con Raúl Julia y Jean Claude Van Damme. mirá si se lo vamos a exigir a Disney y a Marvel. Francamente ni me asusta ni me espanta el plan turístico de las representaciones. Si es ironía o no, tampoco me interesa. Por el contrario me resulta interesante ese subtexto elocuente que está dando vueltas por la película, que es el de la reconexión con las raíces, la superación del duelo, la muerte de (la tierra de) padre y la recuperación de la madre (tierra). Como si todo el arco dramático buscara acertarle la flecha precisa en el centro a una sola cosa: el corazón desgarrado del exilio y la recuperación de los lazos (why can’t we be friends?, podemos escuchar).

Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos tiene unas pocas ideas visuales (Destin Daniel Cretton, su director, no se ha caracterizado por haber construido una obra particularmente estimulante en el terreno audiovisual, más bien es uno de esos tipos invisibles y olvidables). Ya sabemos que hace rato Marvel viene bajando la vara de exigencia de ideas, de calidad, de corazón para sus productos (hasta que se produzca el milagro de otra Avengers y otro encuentro fortuito de grupos que le aseguren al público diversión pop e inteligencia) y que lo que viene armando es un sistema de encadenamientos hacia alguna nueva película-crossover. Mientras tanto debe conformarse con el sistema de los traperos de hoy día: el featuring. Las fusiones, las invitaciones de amigos de la causa, siempre empujan y ayudan en el negocio.

El problema es que en esta nueva entrada el sistema de linkeos viene medio flojito de papeles: por un lado una referencia a la inoxidable (y a mi modo de ver algo sobrevalorada) Iron Man 3 via Ben Kingsley, que era el falso Mandarín, aquí interpretado por el gran Tony Leung, que le pone el cuerpo y la fonética a lo que le pidas; por otro a Doctor Strange, que tendrá su propio duo en Spiderman: No way home y que será acompańado por otros como Wanda Maximoff y Xavier en la todavía lejana Doctor Strange anda the multiverse of madness (dicho sea de paso: no dejen de ver el episodio del susodicho Strange en la serie What if…? que pronto reseñaremos en la revista). Como decía: al pobre Shang Chi lo dejaron solo y el linkeo no es fácil. Por eso la película precisa economía comiunicativa, poco background y sentido del humor para que entremos rápido a ese mundo de referencias que se nos escapan. Eso se agradece y debo decir que, junto a un par de peleas (en el omnibus y en los andariveles de la obra al costado de un edificio -pelea que recuerda a la gran Chocolate-), algunos oneliners y algunos remates de gags visuales son lo mejorcito de este intento por instalar una franquicia que, al menos en occidente, excepto que fuera acompañada con K-Pop, dudo que prenda.

El mayor problema que presenta Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos, entonces, es su insustancialidad y su expresa necesidad de proctrastinar el encuentro. Porque solo pudo haber funcionado este personaje en caso de haber seguido la estrategia de arrastre con películas previas. Es posible que estemos ante un pequeño fracaso que solo pueda recuperar un poco más por la via de Disney + (pero al cabo que ni nos interesaba). El problema mayúsculo lo traerá Eternals, con la que Marvel se va a jugar su última carta: pensar que puede inventar las cosas casi desde cero (como si fuera 2008-2016) y no fracasar estrepitosamente mientras su adversario (el DCU) se arma con paciencia y se prepara para dar el salto mayor: construir una cosmogonía más arriesgada que el plan de negocios de Marvel.

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