Sonríe

Por Santiago Gonzalez

Smile
EE.UU., 2022, 115′
Dirigida por Parker Finn
Con Sosie Bacon, Jessie T. Usher, Kyle Gallner, Caitlin Stasey, Kal Penn, Rob Morgan, Judy Reyes, Gillian Zinser, Kevin Keppy, Scot Teller, Nick Arapoglou, Sara Kapner, Setty Brosevelt, Jerry Lobrow, Perry Strong, Vanessa Cozart, Shevy Berkovits Gutierrez

Sangre, sudor y muerte

Comparaciones odiosas. A mediados de septiembre de 2022 se estrenó Bárbaro, una película que construía su universo y discurso sobre una espesa base de referencias a otras películas que, además de narrar con precisión, se proponía una diversidad de preguntas para el género de terror. Bárbaro era la opera prima de Zach Cregger, del mismo modo que Sonríe lo es de Parker Finn, quien en su film debut pareciera intentar una operación similar. La ironía se manifiesta: ambas trabajan los mismos materiales, ambas se preocupan por pensar en el contexto de época en la que sus películas se sitúan. Ambas se preguntan por la muerte del cine de terror. Pero ambas tienen respuestas distintas.

Musculatura. Sonríe también está construida sobre la base de otras películas. Por eso no podemos demandarle novedad alguna por ese costado, a esta altura un crowd-pleasser para los fanáticos del género. Lugares comunes, entonces: la trama de una maldición que va pasando de persona en persona nos recuerda a El Aro (1998) aunque la forma en que esta trabajada nos acerca mucho más a Te sigue (2015) aunque también se cita a Rec (2007) y Truth or dare (2018). Las referencias se multiplican y la operación busca llegar hasta el fondo. Pero…a qué fondo? Si Bárbaro no estaba preocupada en señalar las referencias a cada paso del camino, Sonríe si lo está. La falta de originalidad en la película de Finn no se nos esconde, pero todo el tiempo dependemos de esa falta porque la película resulta incapaz de darle musculatura y autonomía a una historia vieja. Resumamos: una terapeuta carga con el trauma derivado del suicidio de su madre, a la vez que la muerte de una paciente dispara el conflicto que tendrá que resolver en pocos días. Ahora hagamos una prueba: quitémosle a Sonríe todas sus escenas de terror. Lo que queda es un colador con conflictos irresueltos, personajes que desaparecen, situaciones dramáticas resueltas vagamente mediante diálogos explicativos y algunas arbitrariedades más.

Descanso. Pero démosle una oportunidad al terror. En Sonríe el terror psicológico no funciona como tal porque depende exclusivamente de sus operaciones sonoras, que son invasivas como pocas cosas vayan a ver este año. En mi caso personal quizás se trate de la película mas ruidosa que hubiera escuchado en una sala de cine. Parece un dato menor pero no lo es: todas las escenas de terror de esta película están basadas casi exclusivamente en la misma estructura. Se nos plantea lo que va a pasar, nos da miedo o nos provoca alguna clase de tensión y de repente el jump scare sonoro violándonos. Esto produce una experiencia adicional, que demuestra la incomprensión cabal del género, que siempre precisa transiciones entre los sustos. Pero no: Sonríe se propone no dejar descansar al espectador. Nunca. De una escena de terror fuerte pasa a otra escena con otro tono, como si en realidad todo fuera efímero y olvidable: nada más antagónico a lo que los mejores exponentes del terror han sabido hacer durante años, que es esa persistencia de la incomodidad, esa que te acompaña hasta terminada la película y revive en la oscuridad de la noche, justo cuando tratamos de dormir. En Smile recién en el ultimo acto el director parece entender algo de esto y nos regala alguna que otra imagen poderosa, pero que invariablemente no suple a todo el resto.

Muerte. Cuando la película termina nos percatamos de que Bárbaro podía volantear y cambiar su tono porque creía que el terror todavía podía comportarse como un arma cargada de futuro. En cambio Smile nos demuestra que el terror, para alguna expresiones, se ha convertido en un género vacío, ruidoso, que llena salas todas las semanas, sin preguntarse demasiado por su lugar de pertenencia. Smile pertenece a ese club de los negadores seriales de la muerte. En particular de la propia.

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