Sound of metal

Por Ludmila Ferreri

EE.UU., 2019, 130′
Dirigida por Darius Marder
Con Riz Ahmed, Olivia Cooke, Paul Raci, Mathieu Amalric, Tom Kemp, Bill Thorpe, William Xifaras, David Arthur Sousa, Michael Tow, Marisa Defranco, Lauren Ridloff, Jamie Ghazarian, Chris Perfetti, Hillary Baack, Chelsea Bond

Slalom

Todo el recorrido que nos propone Sound of metal es similar a aquel que lleva adelante un esquiador a lo largo de una ladera empinada que previamente ha indagado: conoce los accidentes geográficos que va a atravesar, sabe que habrá peligros, conoce el territorio y no obstante, al iniciar la bajada, se sorprende de todas maneras. Porque de hecho todo el recorrido que hace es un recorrido que conocemos y que podemos prever pero al mismo tiempo se trata de una caída distinta.

Sound Of Metal

Sound of metal es, a los efectos prácticos, un melodrama sonoro. Es un recorrido de autodescubrimiento, claramente. Es un coming of middle age, si. Pero es, en escencia, un melodrama decimonónico, munido de un romanticismo anacrónico, en donde una persona abandona todo, absolutamente todo aquello que la define como sujeto como entrega al otro, a un otro que se vuelve un fantasma, una abstracción. En ese punto, la película de Darius Marder es también la película sobre la pérdida del mundo. De ahí que la asunción del riesgo de la focalización sonora (la auricularización) no sea un simple juego, un truco técnico, sino, a los efectos prácticos, una ganzúa que abre la puerta hacia una percepción desplazada. Porque Sound of metal es también una película sobre el cine, sobre la suspensión del inverosimil, pero la reflexión que opera sobre el mismo es una reflexión discreta.

Ruben (Riz Ahmed) es un baterista que junto a su novia Lou (Olivia Cooke) lleva adelante el proyecto de una exitosa banda de Art-Metal. En ese recorrido inicial no nos tomamos mucho tiempo para abandonar la percepción cotidiana, ya que el protagonista pierde la audición a los pocos minutos de película. A partir de ese problema se suceden resistencias varias de parte de Ruben, hasta que casi por la fuerza termina accediendo a formar parte de una comunidad de personas con problemas auditivos. A partir de ese momento, justo cuando la película parece caer en ciertos lugares comunes edificantes (el ingreso a la comunidad, la aceptación de la pérdida de la audición se dan conformes a una presunta limpieza de drogas por parte del protagonista, que si bien se refiere a si mismo en tiempo presente como adicto no deja de recalcarnos que ha abandonado las drogas desde hace mas de cuatro años), la historia comienza a experimentar algunos giros que obligan a hacer slalom y a esquivar algunos lugares comunes. Y de reprente, de un momento para otro, lo que prima es la irrupción de cambios sobre la marcha, que por obvios motivos no voy a revelar, pero que implican el abandono de casi todo lo que era conocido por Ruben.

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Hay, si se quiere, un movimiento rapsódico, ondulante, que es el que hace que Sound of metal nunca se estanque en ninguno de los terrenos por los que se desliza. Al mismo tiempo todos y cada uno de esos terrenos es harto conocido pero a la vez se escucha (literalmente) como nuevo, como si nunca hubiera sido transitado. Ahí resulta inevitable incluir, básicamente porque es el centro de la narrativa, al rol de los filtros sonoros, que hacen de la película un territorio de texturas extraterrestres. Esa capacidad de obligarnos a repensar el espacio sensorial convierte a la indagación sonora de Sound of metal en una declaratoria de amor por las posibilidades audiovisuales del cine.

Acaso nos hemos aburguesado a los usos y recorridos del sonido convencional? Es factible. Si directoras como Lucrecia Martel han hecho de la indagación sonora el centro mismo de su cine, si el lugar común del “cine sensorial y sensual” hecho por directoras mujeres nos ha habituado a la idea de una percepción asimilable solo a una mirada femenina (dicho sea de paso: un espantoso lugar común del sexismo y la discriminación positiva: percibimos más y mejor porque somos mujeres? En serio? Siglo XXI…), Sound of metal muestra como la capacidad reflexiva sobre la espacialidad y textura sonora es un territorio todavía abierto y potente para que el cine pueda seguir explorando más allá de la experimentación.

En un año de silencios, Sound of metal recupera el sonido como uno de los centros y enigmas del cine. Y pone en su interior la historia de otro enigma y otro silencio. La puesta en abismo también puede ser discreta.

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