Stefan Zweig: Adiós a Europa

Por Victoria Béguet

Stefan Zweig: Adiós a Europa (Stefan Zweig: Farewell to Europe)
Austria, 2016, 106′
Dirigida por Maria Schrader
Con Josef Hader, Aenne Schwarz, Tómas Lemarquis, Barbara Sukowa, Nicolau Breyner, Charly Hübner, Lenn Kudrjawizki, Ivan Shvedoff, Harvey Friedman, Nahuel Pérez Biscayart, André Szymanski, Matthias Brandt, Nathalie Lucia Hahnen, Oscar Ortega Sánchez, Vincent Nemeth, João Cabral, Márcia Breia, Arthur Igual

Al oeste del paraíso

Por Victoria Béguet

La pregunta por quién fue el escritor austríaco Stefan Zweig le importa poco a Stefan Zweig: Adiós a Europa. Podría suponerse que la considera (acertadamente) un absurdo. En todo caso, el interés central del film de María Shrader radica en otro lado. Lo que lo ocupa es la relación del escritor con la sociedad, su compromiso político. Es lícito suponer que el problema del compromiso de un escritor es,  en última instancia, irresoluble (y por lo tanto fecundo desde un punto de vista narrativo). En este sentido, hay un intercambio breve que pasa casi inadvertido pero que resulta elocuente. Dos periodistas discuten brevemente a solas en un pasillo durante el XIV Congreso Internacional del Pen Club que tuvo lugar en Buenos Aires en 1936 y al cual fue invitado Stefan Zweig, entre otras figuras. Uno de los periodistas, un corresponsal del New York Times enuncia aquello que considera como su deber moral (sin denominarlo así): persuadir a Stefan Zweig, interpretado por Josef Hader, para que haga una declaración en contra del nazismo. El otro periodista objeta que Zweig como escritor tiene derecho a defender ¨su isla¨, es decir, su autonomía. La respuesta del corresponsal del New York Times es afirmar con vehemencia que ya no existen islas; dicho de otra de forma, que la pretensión de no pronunciarse es un acto de egocentrismo y un lujo inadmisible en esas circunstancias. Cuando es confrontado por el periodista neoyorkino, Zweig explica que entiende ese gesto como una polémica cómoda y fácil. Agrega que considera ese gesto, realizado desde la lejanía, desde una distancia segura, como ¨indecente¨ y que se niega por lo tanto a hacerlo. Sin embargo, el miedo a ser un cobarde, un hombre pusilánime, nunca abandona al protagonista y es quizás esto lo que en ocasiones lo turba (cuando frente a una orquesta improvisada se conmueve o cuando al admirar un paisaje tropical expresa temor ante esa desmesura, ante ese exceso de vitalidad). Es mérito de Stefan Zweig: Adiós a Europa preservar esta ambigüedad en torno al personaje así como puede, por otra parte, objetarse una mirada ingenua en relación con ¨lo exótico¨, así como en relación con los países que visita Zweig, en particular Brasil, mirada que no es considerada problemática ni puesta en duda.

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En todo caso, al escritor bestseller que se hizo célebre por biografías de grandes figuras históricas (Erasmo, María Estuardo, Magallanes, Casanova, entre otros) no le corresponde grandes gestos. El heroísmo que le va a adjudicar el film, si es que el atributo le corresponde, se parece poco al heroísmo y mucho más a la paciencia del burócrata a la amabilidad infatigable del diplomático. Su rol como figura pública de gran peso e influencia consiste en atender interminables y tediosos compromisos sociales con el fin de poder pedir favores que a su vez permitan obtener pasaportes, ayuda económica, visas, etc. para otros (cabe destacar la reiteración de las fotos y de las cámaras de foto como recordatorio persistente del peso que tiene la imagen pública para Zweig). El compromiso político de este escritor habría tenido esta peculiaridad, parece afirmar el film de Shrader, fue discreto, pretendió evitar la vanidad, a la vez que se ocultó debajo de una engañosa liviandad. Esta inquietante liviandad atraviesa Stefan Zweig: Adiós a Europa. Es así que el exilio de Zweig adopta de a ratos la apariencia de un paseo (tópico caro a la literatura alemana, por otro lado, evidente en autores canónicos como Büchner y el suizo Robert Walser). Al mismo tiempo, Zweig adopta la máscara apacible y estoica de un paseante, de un flâneur.(Podría sugerirse que adopta también el tiempo del flâneur, su falta de prisa que albergaba  alarma ante cambios vertiginosos).

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Si la fotos así como las traducciones son elementos recurrentes en el film de Shrader (ambas traicionan aquello que reproducen), lo son también las referencias al paraíso. En la primera escena vemos a Zweig entrar a una recepción en Rio de Janeiro (el detalle es significativo: lo vemos entrar por una puerta lateral, desde una distancia que en varios sentidos nunca va a franquearse y la escena tiene una cualidad marcadamente  teatral, de puesta en escena). Para halagar a sus anfitriones, para cumplir con su rol, recurre a una frase atribuida a Vespucio que compara a Río de Janeiro con el paraíso.  La afirma con convicción parado delante de una mesa sobre la cual se ha dispuesto un llamativo centro de mesa: un rectángulo rigurosamente delimitado y enteramente cubierto de flores, (entre las cuales se encuentran aves del paraíso) que contrasta con la excesiva sobriedad y palidez del salón. Cubierto hasta el último centímetro de flores, se trata de un paraíso en miniatura, tan voluptuoso como asfixiante. Un paraíso que se parece-que es – un decorado. En otra ocasión, Zweig y un compatriota también exiliado miran desde el balcón de una casa en Petrópolis un paisaje tropical. Éste dice en voz alta el nombre del lugar con asombro pero también con preocupación: Valle Paraíso. Hay algo en esa vitalidad desbordante que inquieta,  que denota ausencias. Finalmente,  en otra instancia, el paraíso es vinculado con el riesgo que formula uno de los personajes de que los escritores se refugien en un ¨Jardín del Edén intelectual¨.

Stefan Zweig Adios A Europa

De esta manera, Stefan Zweig: Adiós a Europa reitera una visión peculiar del paraíso: inaccesible, seductor y de una proximidad incómoda, es incapaz finalmente de ofrecer refugio. Si la primera vez que vemos a Zweig lo vemos entrar por una puerta lateral, cuando vemos la imagen de su cuerpo (Zweig y su mujer se suicidan en 1942; su carta es lo único que leemos de Zweig a lo largo de la película), lo vemos reflejado en un espejo. Se trata además un reflejo inconstante, ya que la puerta sobre la cual está el espejo se abre y se cierra repetidamente. En ese vaivén, revela y oculta la imagen del escritor. El gesto impone distancia entre la figura de Zweig y el espectador a la vez que  otorga a la escena una cualidad teatral. Asimismo, como en un juego óptico, reproduce la relación del escritor con algunos de los paraísos posibles que conoció durante su exilio- Buenos Aires, Nueva York, Brasil-y con los cuales no sabemos con certeza si logró establecer verdadera intimidad.

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