Super Dark Times

Por Federico Karstulovich

Super Dark Times
EE.UU., 2017, 103′
Dirigida por Kevin Phillips
Con Owen Campbell, Charlie Tahan, Elizabeth Cappuccino, Max Talisman, Sawyer Barth, Amy Hargreaves, Adea Lennox, Ethan Botwick, Philip H. Ashley, Justin Rose, Kortnee Simmons, Samantha Jones, Anni Krueger, Jeffrey Alan Solomon, Bettina Skye, Bern Cohen

Cuenta conmigo

Por Federico Karstulovich

Ningún hombre que se quede sin amigos ha fracasado”

En la tendencia irredimible de un presente cada vez más tentado a reproducir pasados recientes, las primeras marcas que muestra la película de Kevin Phillips podrían confundirnos y llevarnos a la zona de Cuenta conmigo mezclado con aspectos de cine de terror (hay un tono que recuerda al cine de Richard Kelly y en particular a Donnie Darko) que durante la primer media hora se disfruta como un verdadero festival de la elipsis. Mediados de la década del 90, adolescentes de los primeros años de secundaria en estado de ebullición hormonal, un mundo sin internet y con porno codificado, violencia naturalizada en la escuela bullying mediante, la irrupción de un crimen, la culpa jugada como un elemento onírico que se instala para generar más extrañamiento. Y detrás de todo eso, el problemita de crecer junto a otros o empezar a bifurcar caminos.

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No, Super Dark Times no es Stranger Things en su versión realista ni It pero merodea esos parajes como si necesitara reconocerse en algunas de esas marcas para luego diferenciarse. Lo interesante, precisamente, es cuando no logra una identificación adecuada y todos los tonos que toca suenan relativamente conocidos pero diferentes. Cuando no sabemos cuánto de lo que cuenta es un cuento de terror, cuanto es un cuento de amistad, cuanto es la historia de una comunidad, cuanto es la irrupción de la locura (como ese venado que atraviesa el vidrio del ventanal de la escuela, en el gran inicio de la película: literalmente la irrupción accidental de la violencia, que es otro de los temas de la película de principio a fin).

Pero hay un aspecto que si comienza a delinear una forma un poco más definida con el paso de los minutos. Luego de que cuatro amigos (dos de ellos más que los otros) salgan de día de pelotudeo a hacer estupideces con una katana, una accidente deriva en la necesidad estúpida de esconder un cadáver. Y ese punto de partida, a la media hora de película, es el que empieza a configurar una lectura que literaliza lo que inicialmente podía ser figuración (y lo que nos retrotrae a Stephen King y una de las obsesiones de su literatura: el final de la inocencia, el momento en el que se rompe ese vínculo de ingenuidad con la infancia): todo lo que se cuenta de ahí en más no es otra cosa que el proceso de distanciamiento de dos amigos, quienes a partir de un determinado momento ya no pueden crecer juntos. Lo interesante es el modo, que opta por un teatro de la crueldad, en donde todos los actos que antes eran parte de un extrañamiento se comienzan a transparentar, por lo que la película ingresa en el terreno de un previsible simbolismo: el desarrollo sexual de uno frente al quietismo del otro, el crecimiento de uno frente al infantilismo del otro, la racionalidad de uno frente a la irracionalidad del otro. Y ahí en todo caso viva la mayor contradicción que provee Super Dark Times: parece ser una película que confía en el lenguaje y en la abstracción, es decir, que confía en la potencia audiovisual del cine como vehículo de acceso a mundos conocidos pero con otros ojos, con ojos que transforman lo obvio en lo obtuso.

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Cuando la película avanzaba me acordaba de It, la novela, porque justamente si algo funcionaba en ella era el modo de articular la violencia sobrenatural con la violencia del mundo circundante del grupo de los perdedores y su acercamiento a la adolescencia a puro golpe de trauma. Y creo que la película de Kevin Phillips es consciente de que ese cuento, esa obsesión americana por el momento en el que los niños dejan de ser niños, pero creo que no sabe como construir una respuesta posible a los modos que conocemos y hemos visto en las películas citadas. Por eso deja entrar, como el venado del inicio del film, un torbellino de arbitrariedades, como si necesitara probar, como si no supiera de qué modo contestarle a la historia de esa clase de cuentos, como si las influencias fueran tan fuertes que hubiera que hacerles frente con otras armas.

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El final de Super Dark Times puede parecen desalentador por lo apresurado e incluso arbitrario. Pero también es un retorno al extrañamiento inicial, es una vuelta a los mecanismos elípticos que confiaban más en el poder alquímico de las imágenes y los sonidos. Porque las relaciones de amistad también son eso: sonido y furia, contemplación de la felicidad pero también ruptura e incapacidad de retomar el camino que alguna vez uno caminó con otro. Esa jactancia y ese dolor, el de perder a otro, literalizado en la irrupción de la criminalidad como la ruptura del pacto de amistad (y de inocencia) es una de las cosas más perturbadoras de esta película.

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